¿Y A MÍ POR QUÉ ME MIRAN?

Por Raúl Kollmann

Diego Lagomarsino, el hombre que le entregó el arma a Nisman, quedó en el centro de la investigación. La fiscal Fein le prohibió salir del país y le puso custodia. El ex jefe de la PSA dice que Lagomarsino se ofreció para trabajos de Inteligencia en esa repartición. Las dudas sobre su verdadero trabajo y su relación con Nisman.
lAGOMARSINO

El extraño técnico informático que le prestó la pistola 22 a Alberto Nisman quedó en el centro de la investigación de la muerte del fiscal. La fiscalía a cargo de Viviana Fein lo buscó ayer para que vuelva a declarar. Al no encontrarlo, consideró que había huido y le prohibió la salida del país. Finalmente Lagomarsino llamó por teléfono a Fein para decirle que está a disposición. Con el paso de los días, crecen los interrogantes sobre el informático que cobraba 40.000 pesos por mes y casi nunca concurría a la fiscalía. Ayer, el ex interventor de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) Marcelo Saín recordó que “en algún momento Lagomarsino se ofreció como informante”. En tribunales corrió la versión de que parte del trabajo del informático consistía en la interceptación de mails. Es decir que el joven hacía trabajos de Inteligencia para Nisman, de ahí su alto salario. Si el fiscal tenía como referente al poderoso jefe de Operaciones de la Secretaría de Inteligencia, Antonio “Jaime” Stiuso, es imposible que éste no supiera del vínculo entre Lagomarsino y Nisman en materia de Inteligencia. El informático niega ese vínculo, pero la figura de Stiuso planeará sobre la declaración que Fein y la jueza Fabiana Palmaghini le tomarán a Lagomarsino en forma inminente. Por la noche, la magistrada ordenó que lo custodiaran y el trabajo quedó a cargo de la Gendarmería.

Trabajo extraño

Lagomarsino quedó envuelto en el misterio a raíz del hecho de que fue la última persona que vio con vida a Nisman y que, además, le prestó la pistola con la que murió. Pero a partir de ese punto el misterio se redobló, porque tiene un contrato de locación de servicios altísimo y porque no concurría a trabajar a la fiscalía, sino que en el 90 por ciento de las oportunidades lo hacía de forma remota o visitando a Nisman en su casa.

Empezó a tejerse la hipótesis de que el fiscal había armado un equipo de Inteligencia propio. Lagomarsino afirma que él se dedicaba a desbloquear archivos, a copiar archivos, a hacer backups y resguardar la seguridad de las computadoras de Nisman.

Sin embargo, estas tareas no parecen estar en línea con la altísima cifra de 41.000 pesos que cobraba por ese contrato que empezó en 2007 y que es el contrato más alto de cualquier fiscalía a nivel nacional.

En la mañana de ayer, Saín –por Radio del Plata– vinculó a Lagomarsino con tareas de Inteligencia, a raíz de que se habría ofrecido en la PSA para ser informante. En paralelo, se instaló el dato de que realizaba tareas de interceptación de mails y otros trabajos del estilo. Eso es lo que explicaría que no lo hiciera en la propia fiscalía y por qué se le pagaba una cifra tan alta. Esto está siendo investigado y da la impresión de que la fiscal no sólo estudia el contrato de Lagomarsino en la Unidad Especial AMIA.

Muerte

Al menos hasta ahora, la fiscal no investiga una participación directa de Lagomarsino en la muerte de Nisman. El técnico informático estuvo en Le Parc a las 20 del sábado y no regresó, de manera que no estuvo en la escena entre las 11 y las 15 del domingo, cuando supuestamente se produjo el deceso. Hasta el momento, la fiscal sostiene que “no hubo participación de terceras personas en el momento de la muerte”, según le informó por escrito el decano del Cuerpo Médico Forense, Luis María Godoy, tras realizar la autopsia. Por lo que se sabe, no hay ningún dato en el expediente que dé indicios de que al departamento haya entrado alguna persona en la mañana del domingo. Tampoco hay rastros de pelea, ni en el cuerpo de Nisman ni en el baño donde apareció muerto. Y el arma del disparo mortal fue pedida prestada por él. Por otro lado, el barrido electrónico de la mano dio negativo, es decir que no hay vestigios de fulminante. Es una investigación que se profundizará en los próximos días, pero las pruebas recogidas hasta ahora indican que el domingo pasado Nisman se disparó a sí mismo y que Lagomarsino no estaba allí. Esto no descarta que alguien haya instigado o presionado al fiscal: es un punto clave de la pesquisa. Y es seguro que entrará en juego el interrogante sobre quién influyó para que Nisman volviera de forma tan precipitada de sus vacaciones, lo que derivó en la presentación de una denuncia de baja calidad y luego en su muerte.

Declaración

Según parece, en su primera declaración ante la fiscal, el lunes muy temprano, Lagomarsino contó que estuvo dos veces en el edificio Le Parc el sábado. La primera, por la tarde. En esa oportunidad Nisman le dijo que necesitaba el arma por si en algún momento tenía que disparar al aire ante una amenaza. Confirmó lo adelantado por Página/12 en el sentido de que no confiaba en su custodia y que por eso pedía la pistola.

Lagomarsino fue a su casa, la buscó –estaba la pistola en un lugar, el cargador en otro y los proyectiles en otro– y se la llevó al fiscal a las 20 de ese sábado. Al día siguiente, según la autopsia, murió de un balazo de esa misma pistola entre las 11 y las 15.

Stiuso

Este diario recibió el miércoles un llamado de una reconocida jueza que contó de una larga vinculación con la familia Lagomarsino. Relató que a Diego le dicen “Cerebrito” por su inusual capacidad para manejarse en el mundo de la informática. En aquel diálogo, la magistrada detalló el relato que le hizo Lagomarsino: “Me llamó Nisman y me pidió que le prestara el arma. Nisman me dijo que el día anterior (por el viernes) lo había llamado Stiuso para advertirle que desconfiara de su custodia y que le pusiera seguridad a sus hijas”. Ese relato ponía a Stiuso en escena por primera vez después de la muerte del fiscal.

Quienes dicen haber podido acceder al expediente afirman que Lagomarsino no nombró a Stiuso ante la fiscal. Simplemente contó que desconfiaba de la custodia y que necesitaba el arma por las dudas. Es seguro que Fein y Palmaghini le volverán a preguntar sobre ese relato de la magistrada y las discrepancias que surgen.

Delito

Por ahora, la fiscal le tomó la primera declaración a Lagomarsino como testigo. Pero con el correr de los días, aparecieron otras vertientes. La más clara tiene que ver con el delito penado por el artículo 189 bis, que habla de “uno a seis años de prisión a quien entregare un arma de fuego, por cualquier título, a quien no acreditare su condición de legítimo usuario”. Nisman no era legítimo usuario de esa pistola y, en realidad, de ninguna otra porque tenía los permisos vencidos desde hace años.

Probar que Lagomarsino presionó a Nisman al suicidio parece más que difícil. A primera vista, Lagomarsino no tenía capacidad de presionar a Nisman, era su subalterno. Pero se está investigando cuál era el trabajo real por el que cobraba tanto. Al mismo tiempo, la fiscal y la jueza deberán ver a quién respondía Lagomarsino.

Custodia

Pasada la hora del almuerzo de ayer, se conoció un comunicado de la fiscalía en el que se daba a conocer que Lagomarsino era buscado y que se prohibió su salida del país. Fein no podía dar con él: parecía que había emprendido una huida. En verdad, el técnico fue temprano a la Defensoría Pública para que una defensora oficial se hiciera cargo de representarlo en el expediente.

Parece que hubo un problema de comunicación. Cuando Lagomarsino fue a declarar el lunes, la fiscal le incautó el celular para analizar mensajes de texto y llamadas. El técnico le habría dado otro número, pero Fein no lo pudo ubicar. Cuando estalló la noticia, Lagomarsino se comunicó con la fiscalía y aplacó la tormenta.

Lagomarsino volvió a su casa después de declarar el lunes y no tuvo custodia desde entonces. Así se lo relató la magistrada a este diario, pero pidió confidencialidad. Desde ese lunes se hizo correr la versión de que el informático estaba alojado en un hotel y que 15 policías garantizaban su seguridad. No era cierto. La prueba es que cuando la fiscal quiso citarlo no había forma de hacerlo a través de la custodia, porque no existía.

En línea con el pedido de la Presidenta –que advirtió en su carta del jueves que Lagomarsino debía ser custodiado–, anoche la jueza Palmaghini ordenó que se le diera protección. El Ministerio de Seguridad le encomendó la tarea a la Gendarmería.

Lagomarsino todavía tiene que contestar muchas preguntas: sobre su trabajo, sobre Stiuso y sobre el vínculo con el fiscal muerto.

Con auto prestado

La investigación de la muerte de Nisman destapó un dato curioso que, si se corroborase, podría iluminar de una manera inesperada las conocidas relaciones del fiscal con los Servicios de Inteligencia internacionales. El vehículo que utilizaba, una lujosa camioneta Audi Q3, patente MPC 641, figura a nombre de una empresa que tiene una relación indirecta con otra a la que se adjudica ser una especie de contratista de la CIA. El vehículo está secuestrado desde el primer día, se lo ve estacionado en la planta baja de Le Parc y tiene una faja de la fiscalía.

Por de pronto, ya es extraño que el fiscal circulara en una camioneta que no estaba a su nombre. Los investigadores tienen en cuenta la posibilidad de que se la haya comprado a quien figura como dueño y que no haya hecho la transferencia. Algo desacostumbrado en un alto funcionario judicial.

La Audi Q3 está a nombre de una empresa que se llama Palermopack SA. Los dueños de esa compañía son los hermanos Fabián y Claudio Picón, que también aparecen como accionistas de otras cuatro empresas, entre las cuales está Starpack, en la que Picón figura, por lo tanto está o estuvo como asociado con Eugenio Eduardo Ecke, ex jefe de seguridad del grupo Exxel. Ecke renunció como director suplente a Starpack en 2007, pero la relación con Picón quedó documentada.

Desde hace muchos años se vincula a Ecke con Eric Holder, cabeza de la multinacional de seguridad Kroll. En su libro sobre el fallecido jefe de Montoneros, Rodolfo Galimberti, los periodistas Roberto Caballero y Marcelo Larraquy contaron la relación establecida entre Holder y Ecke, sus peleas y competencias, y los vínculos de ambos con la central de Inteligencia norteamericana.

“Son contratistas de la CIA
–los calificó ayer Marcelo Saín, diputado provincial de Nuevo Encuentro y ex interventor de la Policía de Seguridad Aeroportuaria–. Lo concreto es que el fiscal Nisman andaba en un auto de una contratista de la CIA. Me impresiona, aunque siempre he dicho que Nisman era un empleado de la Secretaría de Inteligencia que, a su vez, bajo la mano de Stiuso, era una sucursal de la CIA.”

Saín remarcó por Radio del Plata que “Nisman reportaba a la CIA, que a su vez se mueve por sus intereses corporativos. Ni siquiera la CIA está alineada con los intereses norteamericanos, sino de un sector republicano de Estados Unidos y, sobre todo, a lo que le conviene a la propia CIA”.

Ecke también registra pasos por Tribunales en situaciones agudas. En el asesinato de José Luis Cabezas aparece recibiendo un llamado de un custodio de Yabrán en el momento en que estaban matando al fotógrafo. Ecke fue investigado en ese expediente. Luego, durante los saqueos de 2001, también se lo investigó por instigación.

Página/12

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