UNA HISTORIA DE LUCHA CONTRA LOS BUITRES DE SIEMPRE

 

Por Proyecto Nacional

 

Tras su encuentro con Evo Morales, el vicegobernador Gabriel Mariotto reflejó en una editorial el destino de unidad de América Latina. “Pasado, presente y futuro común nos hermana”, subrayó.

Mariotto y Evo

​ No hay nada más concreto en América que su destino de unidad. Este continente que alguna vez se dividió en virreinatos, para luego lotearlo en países, negando sus naciones previas a la conquista, y escondiendo su condición de Patria Grande, es un lugar donde todo americano se siente en casa, más allá de los miles de kilómetros que lo separen de su terruño.  En estos días donde, por fin, los gobiernos se parecen a sus pueblos, la Unidad Americana ya no es el sueño de algunos poetas, ni el trabajo solitario de algunos patriotas, sino la certeza fáctica de un continente  que en su pasado, presente y futuro común nos hermana y nos señala el camino.

Todo nos une, y cuando digo todo es exactamente todo. Nos unen nuestros bienes, nuestra cultura común, nuestras coplas, que cantadas por cuartetas octosilábicas se pueden escuchar en Venezuela por joropo, en Colombia por cumbia, en Perú por Marinera, en Bolivia por Huayno, en Argentina por Zamba, en C​hile por Cueca y en Uruguay por milonga. Nos une el idioma, el castellano que quedó como un tesoro olvidado de la conquista mientras se llevaban el oro y la plata, pero también nos une las lenguas originarias. Que sabrá el porteño que dice no tener “guita”, que está usando una palabra quechua, que hace referencia a la bolsita que llevaban nuestros mayores mucho antes de la llegada de los europeos, para llevar las semillas que usaban a modo de moneda.

Pero también nos unen nuestros males. Nos han robado, nos han separado y nos han confundido los mismos. Claro lo tiene Evo Morales cuando rescata aquella frase de Don Arturo Jauretche, acerca de la ausencia de golpes de estado en EE.UU. explicada en la ausencia de la Embajada Norteamericana en su propia casa.

Por eso es hoy tan importante, ya “no sentir como propia la cicatriz ajena” sino entender que toda cicatriz americana es nuestra propia herida. Ahí está la UNASUR buscando la solución definitiva y justa para la recuperación de una salida al Mar para Bolivia. Un puerto que por historia y por justicia le pertenece, y que la Alianza  de Pacífico no tiene entre sus prioridades. Porque en esa alianza se privilegian los negocios sobre los destinos.

Y son otra vez las palabras las que nos juntan y nos alejan. UNASUR es una alianza de pueblos interpretados por sus gobiernos, ya nuestro Felipe Varela tenía en su bandera el lema de la unión sudamericana. La Alianza del Pacífico tiene demasiados remedos de aquella alianza para el progreso que tan poco progreso trajo y tanta sangre costó.

Nos une el Malcu que a lo largo de toda la Cordillera se convirtió en símbolo de la belleza y la libertad americana,

pero también nos unen los buitres, que no quieren entender que esta tierra  como decía Jaime Dávalos

“es un continente de aventura, que a los aventureros se los traga, le sube por la sangre despacito, y el ojo codicioso les socava.”

Ese ojo codicioso que ya no puede imponer su mirada desde que en Mar del Plata en el año  2005 los Pueblos americanos  le dijeron en la cara al imperio que ya no era cuestión de mandar los del Norte  y ser mandados los del Sur. Ese 5 de Noviembre nuestra América unida y consciente de su destino planteó su segunda independencia.

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Gabriel Mariotto​

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