SILOBOLSEROS

 Por Luis Bruschtein

Jugaron a la ruleta rusa y perdieron. Las silobolsas sembradas en el campo funcionaron como un revólver en la sien. Jugaron a especular, a provocar una devaluación y arruinar a los demás y mientras lo hacían, en vez de devaluación, se derrumbaron los precios internacionales y perdieron fortunas.
SILOBOLSEROS
Se apretó el gatillo. Fue suicidio y también jorobaron al país. No había opción en el momento en que decidieron especular, ellos podían ganar o perder, la única consecuencia segura sería que en cualquiera de los dos casos habría un costo alto para el país. Al final perdieron todos, ellos y el país. Cero patriotismo, cero responsabilidad social. Y ahora jugarán salvajemente por una devaluación para tratar de que el país pague los costos del fracaso de su especulación. Especularon contra el país, fracasaron, y ahora presionan para que el país contra el que ellos apostaron les pague los platos rotos.

Las conducciones empresarias del campo llevaron a los productores a este callejón lúgubre. Presionaron para que el Gobierno devaluara el peso y arruinara el salario de los trabajadores, pero el Gobierno no devaluó ni lo piensa hacer. Empujaron a la oposición a bloquear las nuevas leyes de abastecimiento y defensa del consumidor con el argumento de que eran para confiscar las miserables silobolsas de los especuladores y el Gobierno no confiscó nada. Uno tras otro fracasaron los lineamientos que impulsaron estas conducciones y sólo sirvieron para provocarles pérdidas a los productores y ponerlos en contradicción con el resto de la sociedad. Cero diálogo, cero intento de consultar con el Gobierno la forma de neutralizar el impacto de la caída internacional de precios. Solamente les propusieron especular, los convirtieron en un ariete de la oposición política y encima fracasaron.

Son las mismas conducciones que seis años atrás profetizaban la quiebra de miles de productores rurales y el empobrecimiento del campo. No hubo quiebras ni empobrecimiento. No hay actividad más próspera que la rural. Cambió el paisaje y lo que en los años ’90 eran pueblos tristes y desangelados se convirtieron en esta década en prósperas comunidades con los niveles de consumo más altos del país. Se invirtieron miles de millones de pesos en caminos, puentes y puertos –una inversión record en la historia del país en obra pública– y fábricas de maquinaria agrícola que habían cerrado, hoy exportan a países vecinos. Fracasaron las profecías de esas conducciones empresarias y fracasaron las políticas reaccionarias que hicieron enfrentar a productores y arrendatarios con la sociedad, mal vistos incluso por sus propios vecinos en los pueblos. Las silobolsas están escondidas para que no las vea la gente que circula por las rutas, porque el Estado las encuentra fácilmente.

Pero ahora, por primera vez, las medidas de apreciación del dólar que está tomando el Tesoro norteamericano, más las grandes cosechas en Estados Unidos, representan problemas verdaderos para los productores porque están haciendo caer los precios internacionales. Los productores necesitan una sinergia con el Gobierno. Antes estaban en ganadores por la altísima rentabilidad y el aumento continuo de los precios en el mundo. Y pensaron entonces con cierta soberbia elitista que podían voltear al Gobierno. No pudieron hacerlo y menos podrán ahora, con la coyuntura internacional en contra. Por el contrario, ahora necesitan del Gobierno, pero las conducciones que tienen no sirven para el diálogo. Si antes querían cambiar al Gobierno, ahora necesitan cambiar a sus conducciones para establecer políticas conjuntas con el Gobierno.

El productor y el acopiador comercializan la mitad de la cosecha y con eso se renueva la capacidad de producción y tienen para vivir. La otra mitad es ganancia pura y va a parar a las silobolsas. En estos recipientes los granos pueden permanecer dos años. Especular con los granos es así similar a la especulación con el dólar. Al retener parte de la cosecha se restringe la entrada de dólares al país. Al haber menos, el dólar se encarece en relación con el peso. Se fuerza así una devaluación y cuando ésta se produce, recién entonces se vende la otra mitad de la cosecha. Es una práctica similar a la usura, que destruye la economía del país y atenta contra el salario y la calidad de vida de sus habitantes. Esta forma de usura es la explicación de la gran cantidad de silobolsas que están regadas en el campo. No es una práctica comercial civilizada, porque de esta manera los productores actúan como una corporación que toma de rehén al resto de la sociedad. Es lo mismo un gran monopolio que desabastece un producto para aumentarle el precio. Lo puede hacer, pero es una práctica desleal. Si el cliente está desesperado por recibir dinero, el usurero puede ponerle intereses (un precio) altísimos. Lo puede hacer porque la plata que presta es de su propiedad, pero la usura no está aceptada como una práctica legal.

Esta operación especulativa era recomendada a los productores por sus conducciones gremiales empresarias. Ha sido también un instrumento para sabotear las políticas económicas. Si el fin no justifica los medios, en este caso ni el fin ni los medios están justificados. La especulación es una ruleta antisocial y antipatriótica. Y para oponerse al Gobierno están las elecciones y la política.

Al bajar los precios internacionales y retener parte de la cosecha para especular, están perdiendo mucho dinero. No se van a fundir: sólo están ganando menos. Pero el escenario que se les plantea a futuro, con los rindes que están obteniendo las cosechas en Estados Unidos y Brasil, ya no será tan fácil. Habrá una reconfiguración de este negocio que es tan importante para Argentina. Y por lo tanto también se producirán cambios en los comportamientos de los protagonistas, con lo que pasará a ser muy importante la forma en que todos ellos se articulen con el Estado.

Esta semana, Cristina Kirchner denunció un movimiento de pinzas contra el peso. De un lado estaban las silobolsas y del otro un grupo de bancos que propiciaba la especulación que hacía subir la cotización del llamado “contado con liqui”. En definitiva, todos estos movimientos se basaban en el conflicto con los fondos buitre y los fallos del juez Griesa y la idea de que en ese escenario Argentina no podría encontrar financiamiento, lo cual secaría de dólares la plaza. Con estos argumentos los economistas ortodoxos han tratado de justificar las operaciones especulativas, haciéndolas pasar como respuestas naturales a una circunstancia económica, cuando en realidad la están induciendo, con todos los perjuicios que conlleva para la gran mayoría de los argentinos. Se produce una conjunción patética entre la agresión externa que sufre el país y fuerzas internas que tratan de sacar provecho de esa agresión.

El Gobierno ha logrado inversiones significativas de China para la realización de grandes represas y acuerdos con Rusia para la energía atómica, así como inversiones importantes para la explotación de Vaca Muerta. No se trata de pedir prestado para pagar deuda, sino de bajar lo que se paga por la importación de energía. Son proyectos a mediano plazo pero que les ponen un horizonte de apertura a los cuellos de botella que se producen en la actualidad.

Sin embargo, los medios opositores encabezan con titulares catastrofistas como si se estuviera frente a crisis terminales o equiparando estas situaciones, en forma exagerada,
con otras experiencias anteriores. Ya no les alcanza que Cristina Kirchner no sea candidata. Hay una intención clara de que tampoco llegue indemne al fin de su mandato o directamente que deba irse antes, como Raúl Alfonsín. En ese territorio embarrado por sectores del poder económico deambula una oposición de izquierda a derecha que de a ratos hace recordar la forma en que Carlos Menem se rindió a esos poderes antes de asumir.

 

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