ENCUESTAS Y SONDEOS. REPÚBLICA Y MONARQUÍA

 

 

por Jaime Richart

La mayoría de los articulistas y opinadores basan sus razonamientos y conclusiones en los números. Rebuscan, escarban, husmean en los datos y archivos aun sabiendo que la mayoría de las veces son cambiantes y dependen de la conveniencia institucional y la de la clase dominante. Por eso muchos de ellos no son fiables. A falta de contrastes y verificación se antojan elaborados previa y intencionadamente. Por eso no coinciden, o coinciden otras veces en la medida que coincide el pensamiento único en España, día a día más estrechado entre los dos partidos mayoritarios.
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Todos esos politólogos, muchos de ellos bien hablantes pero de pacotilla, pugnan para que prevalezca su opinión sirviéndose de sondeos, informes y encuestas cuando no de afirmaciones gratuitas. No hay otra manera -se dice- de valorar la realidad social. La Estadística, tan fácil de manipular cuando se trata de materias controvertidas, es -nos dicen- concluyente…

Pues bien, aparte de que los resultados de sondeos, encuestas y estadísticas difieren en muchos casos según quién los haya elaborado, en asuntos como el actual del cuestionamiento de la monarquía son todavía más desechables cuando dan ventaja a los monárquicos y a los vítores al rey.

No es normal. Empezamos porque esas encuestas favorables a la monarquía gravitan en torno a porciones de población que en general tienen en común el acomodo. Además, las encuestas, sobre todo cuando son «urgentes» como se ve que es ésta, se recaban principalmente por teléfono. Y por defecto, por teléfono fijo. Y entonces resulta que todos aquellos y aquellas que lo tienen son a su vez miembros de la clase media (cada día más mermada) con el suficiente bienestar como para no desear los cambios. Esto es muy importante, pues otros sondeos minuciosos dan resultados exactamente opuestos.

Veamos. Por ejemplo, la población juvenil (entre 20 y 34 años) en España, que ha descendido de 10 millones en 1981 a 6,6 millones en 2008, según un análisis elaborado por el Instituto de Política Familiar (IPF), votaría mayoritariamente en ese referéndum que se va a negar, a lo que es conforme al buen sentido de la organización del Estado en este milenio: la República. Seis millones de parados, la mayoría irredentos, votaría por las mismas razones la República esperando de ella un mundo mejor. ¿Consultan aquellas encuestas y sondeos que sentencian que un 62 por ciento es partidario de la monarquía en amplísimas zonas connurbanísticas de todas las grandes ciudades a sus moradores, la mayoría sin teléfono fijo, casa por casa? Evidentemente no, pues si lo hicieran comprobarían que el cien por cien abominaría de los privilegios inherentes a la monarquía, extendidos a las clases sociales que la celebran. El mismo argumento de que la historia de guerras y confrontaciones sociales la cuentan siempre los vencedores…

De manera que para zanjar las dudas razonables y las no razonables acerca de la preferencia sobre la república y la monarquía, debiera bastar el sentido común. La monarquía como forma de Estado es inamovible en otros países europeos porque sencillamente lleva en ellos siglos y no ha dado especiales motivos para cuestionarse. Pero en España ha sido y es una fuente de problemas localizados en el propio monarca y en miembros de su familia. Ni es transparente ni rinde cuentas, ni los dos partidos mayoritarios hacen nada para evitarlo. Y en fin, fue reintroducida en este país según las previsiones del dictador en “su” Ley de Sucesión, y los que votaron entonces la Constitución y en el paquete la monarquía lo hicieron por la democracia , no para traer la monarquía. Además quienes votaron, lo hicieron atemorizados por un golpe de estado el ejército franquista. Luego fue una trampa del establishment de entonces cuyos agentes y sus herederos quieren repetir de otra manera en el establishment del presente. ¿Cómo se atreven a proclamar, sin mentir, que un 53 por ciento de españoles, en unos casos, y un 62 en otros, es partidario de la monarquía?

La corrupción es endémica en España, pero la impostura y los impostores que manejan las encuestas y las estadísticas, así como el silencio cómplice durante años de los medios de comunicación forman parte significativa de esa corrupción expresada en la prostitución de la conciencia de sus muñidores.

Los ancianos sabemos mucho más de la condición humana, de la índole de los que predominan en las naciones, de la política, de las maquinaciones y de las conspiraciones presentes toda la historia (sobre todo en países tan inestables como el español y precisamente por eso), que por el aluvión de datos, de documentos sin desclasificar, de las encuestas y de los sondeos contradictorios y la mayoría de las veces tendenciosos o falseados cuando no dan testimonio de los sufrimientos del pueblo. Por eso concluyo: España se manifestaría a favor de la República si los controladores del Poder no impidieran que España eligiese libremente. España dejó de ser católica a principios del siglo XIX. A menos que haya interés o fanatismo por medio, es razonable pensar que España hoy, en el siglo XXI, ha de ser abrumadoramente republicana…

Jaime Richart
–  Antropólogo y jurista.


Aporrea

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