PARAGUAY: ECONOMISTAS Y MERCENARIOS

por José Antonio Vera

Con 42 grados de calor, ciertos economistas y otros embusteros, son capaces de decir que en Paraguay hace frío o, al menos sostienen que se disfruta de una temperatura muy agradable, esa que privilegian los aires acondicionados del hogar, oficina y vehículos, de los que nunca se alejan, gozando de un confort al que sólo llegan tres habitantes entre diez.wagner

Comparación similar, negada por los analistas y calculadores mercenarios, ocurre en el tema del bienestar social en este país mediterráneo del cono sur de América, de 6.5 millones de personas censadas como residentes, omitiendo más de un millón emigrados a Argentina, España y otros países.

A ese gremio de economistas pertenece el brasileño Wagner Weber, un gordito que en la fotografía que se difunde estos días en Paraguay, aparece con expresión cuasi infantil, de rostro rozagante y sonrisa de hombre que aparenta seguridad, elementos todos que lo convierten en candidato preferido para operar al servicio de la mentira que siembran las corporaciones transnacionales en su fabricación de injusticias sociales.

Es economista, anda diciendo por Asunción, y miembro de la Fundación Getulio Vargas, y tras leer sus opiniones sobre la situación económica de Paraguay, uno queda facultado para preguntarse qué tiene que ver este personaje con alguien que tuvo la valentía de quitarse la vida al comprobar que era imposible defender los intereses nacionales en un país donde el egoísmo de los poderosos y el accionar nazi de la oligarquía empresarial y la cúpula militar, desbordaban todas las instituciones, alimentando la dependencia y la honda, lacerante y letal desigualdad entre los brasileños.

Weber niega que en Paraguay exista extrema pobreza porque ella se registra, dice, recién cuando el ingreso por persona es inferior a 3.700 guaraníes por día (0,80 dólar), ruindad aún mayor que la estatal, trasmitida por la Secretaría de Estadísticas y Censo, que sitúa ese infierno en los dos dólares diarios, en el que subsiste la mitad de la población mundial, repitiendo un informe reciente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Claro, cuando en infinidad de hogares no se llega ni siquiera a esos ochenta centavos, no hay que sorprenderse que personas en edad de trabajar pero desahuciadas de por vida por este insensato y criminal sistema capitalista, salgan a la calle empuñando varillas de hierro, caños o puñales, para asaltar a cualquier transeúnte o invadir domicilios. La desesperación y el sentimiento de no ser nadie, sino un hambriento, un despojo, produce siempre odios imparables, según nos enseña Víctor Hugo.

Weber disparatea sobre Paraguay, aprovechando un terreno fértil para la hipocresía, el cinismo y la mentira que se descuelgan de los cargos más altos de las autoridades políticas, jurídicas, parlamentarias, académicas, empresariales y mediáticas, muchos diplomados de corruptos y de conocida militancia en el latrocinio, la represión cultural y física, las torturas y asesinatos de enemigos ideológicos, y el permanente saqueo de los recursos naturales del país.

Hay 170 multimillonarios en Paraguay, paraíso de una élite “platócrata” con muy baja instrucción, regocijada por el agronegocio que aporta limosnas al fisco y orgullosa de ocupar el cuarto lugar mundial en la exportación de soja y de ser un importante centro de venta de buena carne al extranjero, la mala es de consumo interno y se paga a precio de mercados externos.

La CEPAL señala que el 28 por ciento de la población sufre de extrema pobreza, contra el 18 de la gubernamental Estadísticas y Censo, mientras la FAO dice que el 25 por ciento de los habitantes pasan hambre en Paraguay, donde no existe inversión de capitales para industrializar las materias primas nacionales que generen empleos, en una economía sostenida por la mala venta de la energía hidroeléctrica, y el contrabando de todo tipo, diverso en las mercaderías y las vías que, en conjunto, conforman un mapa financiero subterráneo que sólo conocen las corporaciones transnacionales de la especulación y de los tráficos de distintos contenidos.

El Producto Interno Bruto trepó hace tres años al 14.5 % y cerró el 2013 con 13 puntos, entre los más altos de este tembladeral mundo, en un movimiento similar al porcentaje de la exclusión social, en una inclinación que profundiza las diferencias y desequilibra a la novel clase media, aterrorizada ante la amenaza de descender al nivel de los dos millones de pobres y, lo peor aún, deslizarse hacia el sótano habitado por otro tanto de paraguayos que subsisten en la miseria, con un millón y cuarto de niños desnutridos (FAO).

Habría apenas medio millón de asalariados firmes en todo el país, cuatro veces más son los trabajadores informales, mayoría vendedores callejeros de baratijas, a los que se suma un número creciente de precarios en los talleres maquiladores
, algunos activos hace unos ocho años, pero la mayoría con fuerte irrupción desde hace seis meses, cuando asumió la Presidencia el empresario colorado Horacio Cartes, y comenzó por ofrecer a Paraguay a los inversionistas extranjeros como“una mujer fácil y bonita”.

Los servicios sociales, sin excepción, sufren un deterioro dramático, que van desde la pérdida de motivación del funcionariado, con un agonizante Instituto de Previsión, financiado en parte por el aporte mensual de los trabajadores, hasta el vaciamiento de instrumentos y medicamentos de los hospitales, pasando por la infraestructura escolar en buena parte derrumbada o a medio hacer, y un personal docente que, en muchos sitios de la campaña hace años que no percibe su salario.

En la rara mezcolanza política y sociológica que es Paraguay, se suceden últimamente procesos judiciales contra médicos tras la muerte de alguno de sus pacientes, acusados de mala praxis que, en algunos casos se comprueba como cierta pero que, en otros, revelan malas intenciones de familiares que pretenden aprovechar ese deceso para sacarle algo de dinero al profesional, con la complicidad de abogados y jueces venales.

En esa ensalada, hay un oportunismo descarado practicado por algunas personas que se aprovechan del mercantilismo que ha penetrado en el universo de la medicina, producto del deterioro ético de la profesión que, objetivamente, consagra una victoria de la descomposición moral en amplios sectores sociales, en la guerra irrenunciable que libran contra ella los valores humanistas en su encarnizada resistencia por defender su vigencia.

La mala práctica, nítidamente dividida entre involuntaria o consciente, está presente en todas las actividades humanas desde tiempos inmemoriales, y pareciera que su único antídoto sería un renacer humano, que practique una autocrítica auténtica, sincera y sin contemplación, para permitir reconocer con absoluta lealtad el o los errores cometidos y decidirse a combatir sus causas y motivaciones, para superarlos y poder avanzar.

El médico que incurre en ella, arruinando la vida de una persona, difícilmente puede permanecer impune y cuando lo consigue es porque ha violado su juramento hipocrático y es indigno, se ha insensibilizado, a pesar de estar en contacto diario con la realidad social y sus dramas y alegrías, pero absorbido ya por al deterioro moral y al cultivo de la mezquindad que acusa la sociedad moderna, alienada en el individualismo, la superficialidad y el consumismo.

Pero, ¿qué pena debe aplicarse entonces a los economistas defensores del modelo actual de sociedad, cuando diseñan y dirigen las políticas hambreadoras y guerreristas de las grandes potencias y sus operadores como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización del Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y otros organismos como el Club Bildenberg que llevan décadas endeudando naciones y matando de miseria a millones de seres?.

Tampoco deberían permanecer impunes los fiscales, jueces y ministros que encarcelan inocentes y liberan delincuentes, como ocurre desde hace dos años en Paraguay, cuyas cárceles desbordan con miles de presos, entre ellos decenas de campesinos que, con la intención de producir alimentos para sus hijos, ingresan a parcelas de latifundios, ocupados ilegalmente desde hace medio siglo por poderosos empresarios y militares, mayoría dirigentes del Partido Colorado y una minoría liberal, cuya acción ilegal e ilegítima continúa enriqueciendo a los herederos de una satrapía septuagenaria.

Por mala praxis también deberán ser juzgados y condenados, dado que abundan las pruebas en su contra, a todos los empresarios de los medios de comunicación que usurpan ese servicio social en beneficio del mercado y del sometimiento del país a la diplomacia norteamericana y a los grandes capitales transnacionales y sus guaridas bancarias.

En torno a los exabruptos del economista brasileño, ¿cómo es que se llama?, que todos los medios de la falsedad, tergiversación y mentiras, difunden en masa aún, se han sucedido varios dolorosos casos que, omitidos como siempre por la prensa grande, continúan amontonando sus víctimas entre los más pobres entre los pobres de este país inmensamente rico.

Asesinatos de más de cien dirigentes campesinos emergentes, alrededor de uno cada dos meses, días atrás un balín de goma de la policía le arrancó un ojo a un labriego que se oponía a ser envenenado con su familia y vecinos por la fumigación sojera, acto decente considerado delito por el Estado que permite la represión a mansalva de poblados enteros por las fuerzas conjuntas policía-ejército, duchas en ordenar “cuerpo a tierra”, mientras arrasan rancheríos humildes, apalean a sus habitantes, y les roban lo poco que tienen, como gallinas, algunos cerdos flacos y, con suerte, alguna lechera y alguna platita.

Una niña de diez años, o quizás menos, porque la miseria envejece, hermosa con su largo cabello enredado por la mugre, que lograba conservar unos ojos bellísimos, y que días antes había presenciado desconsolada la permuta del caballo de la familia por alimentos, decidió aportar algo suyo y vendió su cabellera, al punto que a la madrugada siguiente reapareció desfigurada ante los demás rejuntadores de desechos, los cuales recién al rato se percataron de que esa extraña figurita había sido aplastaba, como otra basura más, por un buldozer municipal que intentaba reducir las montañas de desperdicios.

Seguro que si hubiera poseído 80 centavos de dólar, habría tenido comida suficiente para ese y otros días, sin necesidad de arañar mendrugos para prolongar su agonía de condenada por el modelo capitalista y su práctica criminal, que se sirve de desalmados secuaces y portavoces del embuste y del sistemático genocidio, ecocidio y etnocidio. ¿Cómo habría que llamar a los economistas mercenarios?. ¿Sólo así?.

ARGENPRESS.info

Enlace permanente a este artículo: http://ellibertadorenlinea.com.ar/2014/02/16/paraguay-economistas-y-mercenarios/