PARAGUAY: ¡ARMEN LÍOS!!!…PARA MASACRARLOS


por José Antonio Vera

De tanto en tanto, personajes con resonancia, pronuncian frases que rápidamente se convierten en palabra de orden para muchos que las aprovechan para ocultar su limitación lingüística o para darse lustre con el pensamiento ajeno y, entre muchas, hay dos que se ventilan a menudo, sin que nada garantice que aporten algún beneficio a la sociedad.
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“Nuestra hoja de ruta”, tiene más de treinta años, y su autor es Ariel Sharon, el genocida Ministro de Defensa del Estado Terrorista de Israel, quien la utilizó ante la prensa para explicar que la masacre de miles de inocentes en los campos palestinos de Sabra y Chatila, que comandó en persona, era el método que el gobierno sionista había decidido aplicar en la ocupación del territorio vecino.

Desde entonces, esas cuatro palabras son utilizadas como martillete por los políticos mediocres, incluso de izquierda, olvidando que representan la horrible decisión de un Estado miembro de Naciones Unidas, cuyo fin confesado por sus máximas autoridades es el de sepultar hasta el último palestino bajo los escombros de las ciudades que continúan destruyendo sus buldozer, consolidando uno de los mayores crímenes masivos que se producen en tiempos modernos, aprovechando la insensibilidad y cobardía colectiva.

La otra frase y más nueva, casi fresquita, es la de “Armen líos”, obra del Papa Francisco que aquí, en Paraguay, la acuñó como propia el Presidente Horacio Cartes, llamando a la ciudadanía a protestar contra los errores o desaciertos de su gobierno, el que está basado en su promesa de aplicar un “Nuevo Rumbo” en la política nacional.

Observando la sonrisa y la aparente calma que Cartes utiliza en sus apariciones públicas, y cuando se mira la superficie sin analizar contenidos y efectos, la demagogia pasa solapada, pero si el ciudadano se detiene un poco a estudiar los hechos, entonces se van develando lentamente, como al replegarse el cortinado de un teatro, las imágenes de una política ultraconservadora, asentada en la represión de las fuerzas conjuntas Ejército-Policía que, además de la brutalidad, se expresa con mensajes claros.

El Embajador de Estados Unidos, James Tessin celebró las vísperas de navidad visitando a Cartes y, sin que nadie le preguntara nada al respecto, anunció que su gobierno tiene expertos permanentes en Paraguay capacitando a la policía. Oficiosamente se habla de que lo estarían haciendo junto con especialistas de Israel, cuyo gobierno ha enviado agentes para ocuparse de la seguridad personal y familiar del mandatario.

En medio del jolgorio del nuevo año, la gente salió a la calle, pero no para armar líos, sino para reclamar un transporte urbano aceptable, y la respuesta de la policía y sus cascos azules fue la burla, la provocación, el apaleamiento, el manoseo de muchachas, la represión de periodistas seleccionados, el ordenar cuerpo a tierra a todos y llevar a 16, incluso un menor, a empujones e insultos hasta los calabozos.

Doce fueron autorizados a regresar a sus domicilios, cuatro salieron con libertad vigilada, un periodista del digital analítico E’A, lúcido espacio crítico, fue despojado de su cámara y de otros útiles de trabajo y, dos días después le habrían entregado otra filmadora por orden de la fiscalía, legalizando, al menos hasta ese momento, la usurpación de las imágenes.

Nadie podía esperar una reacción tan grosera de parte del gobierno, cuyo Presidente hacía difundir, en esas mismas horas, saludos de paz y armonía entre los compatriotas, a pocas semanas de repicar al Papa con el llamado a “armar líos”, lo cual estimuló a más de una persona bien pensante que, ingenuamente, había creído eso del “Nuevo Rumbo”, aunque sin detenerse a mirar hacia dónde apunta.

Cierto es que esa ingenuidad no se da en los campos de la patria paraguaya, donde la represión y desalojo de los campesinos pobres que reclaman tierra para trabajar es comida diaria, con una saña que, según víctimas, testigos personales y abogados defensores, recuerda los peores años de la tiranía del General Alfredo Stroessner (1954/89), cuando los “agentes del orden” baleaban y macheteaban a cualquier persona que no fuera incondicional y las enterraban en los campos, con la complicidad de los propios estancieros, muchos de los cuales aún no han pagado la tierra que ocupan.

Este nuevo atropello del gobierno de Cartes podría acumular nuevos elementos para expandir el creciente malestar ciudadano, alimentando un boomerang del que están surgiendo indicios, como es el escrache público que se viene dando contra personajes del parlamento o del Poder Judicial, en una clara demostración de que al interior del pueblo se está gestando un nuevo pensamiento que, por ahora, se expresa en una repulsa parcial, pero que, si el mandatario no rectifica y persiste en “su” línea, puede adquirir una dimensión superior que sí podría armar líos.

Mujeres y hombres de todas las edades salieron a las calles a manifestar su indignación frente al aumento del boleto de los buses, en un nuevo abuso de los que cometen, día tras día y desde hace años, los empresarios del transporte público, con unidades sin mantenimiento mecánico que a menudo quedan a mitad del recorrido, abarrotadas bajo 40 grados de calor, sucias desde el piso al techo, muchos herrumbrados, por donde cae la lluvia sobre las víctimas de pie, porque los asientos están desvencijados, las ventanas no cierran y en ocasiones no abren, los posa manos están grasientos y el chofer irascible, triste fruto de una despiadada explotación, con doble horario para ni siquiera llegar al salario mínimo.

Desde hace años, el Estado paraguayo subvenciona a las empresas privadas del transporte público, en una componenda que sacrifica olímpicamente a los usuarios, ignorados en su derecho a la comodidad durante el viaje, en una perversa complicidad que desemboca en la actividad política de los dos viejos partidos, el Colorado y el Liberal que, en contrapartida, se sirven de los buses para arrear a sus votantes en cada elección municipal o nacional e incluso de las grandes cooperativas, mayoría conducidas por ese nefasto binomio partidario.


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