LOS VAGOS

Por Silvia Torres

Desde que en la Argentina se implementó un modelo político de crecimiento con inversión, la movilidad social que permitió el ascenso de miles de ciudadanos también desató prejuicios culturales muy arraigados: Estado como voraz recaudador para mantener “vagos”

Los >Vagos

Nada peor para una sociedad que los descarnados prejuicios que se instalan en la conciencia colectiva, provenientes de una cultura discriminadora y elitista fuertemente fogoneada, alimentada y enriquecida por un relato mediático que no trepida en utilizar definiciones y conceptos que rayan con la xenofobia, el racismo, la discriminación.

 

Es así que muchos ciudadanos, cuyo contacto con el conocimiento y la realidad se funda esencialmente desde el consumo televisivo, no dudan en erigirse como los “salvadores de la patria”, que trabajan y, por ende, el Estado les esquilma los bolsillos para sostener “planes” que solo sirven para “alimentar vagos”. Muchos de ellos, siguen creyendo que todavía existen los planes Trabajar, rebautizados por un mediático dirigente gremial como “planes descansar”, sin atribuirles a las decenas de legisladores nacionales de la oposición que cargan con un descarado nivel de ausencias a las sesiones parlamentarias, en donde no se lesionan las suculentas dietas por incumplimiento del “presentismo”, ni por “baja productividad”.

 

Lo cierto es que el modelo económico argentino implementado por el gobierno nacional se sustenta en el crecimiento con desendeudamiento y lleva la marca de la distribución más justa y equitativa de la riqueza, con radicación de inversiones productivas públicas y privadas que apuntan directamente a la creación de puestos de trabajo genuinos. De hecho, los organismos financieros internacionales sostienen que en la última década (ganada), se crearon en la Argentina un promedio de 500 mil puestos de trabajo anuales y se llevó la desocupación que rondaba 30 %, en 2003 a 7 %, en lo que va del año.

 

El Banco Mundial concretamente, sorprende a quien quiera oír que la Argentina es el país que duplicó su clase media, entre el 2003 y el 2010 y el que tiene la mayor proporción de su población en ese sector, entre los países de América Latina. Para la opinión de quienes protestan por los “vagos mantenidos” por el gobierno, ¿se refieren a este salto cualitativo y cuantitativo de vastos sectores de la población? ¿Son los “vagos” los que ocupan los 500 mil puestos de trabajo que se han creado en los últimos diez años? ¿Son “vagos” los que consumen, se compran autos, ropa, comida, electrodomésticos, se construyen sus casas, hacen turismo, van a las universidades, llenan los cines, teatros y restaurantes, consumen récords de combustibles líquidos y de energía eléctrica? ¿Son “vagos” los que exigen agua potable, cloacas, rutas, escuelas, hospitales, mejor transporte, etc. etcétera?

 

Lo que debe quedar bien claro es que el ascenso social de tantos “vagos” atenta contra el interés de los poderes fácticos que pretenden quedarse con todo, hacer un corte de manga a la distribución equitativa de la riqueza e impedir a toda costa que el número de incluidos crezca en la Argentina, porque ese proceso les impide la acumulación descarada que pudieron realizar cuando sus lacayos manejaban el poder político.

 

Sueñan con el “fin del ciclo” y hoy por hoy pugnan por volver usando todo tipo de canto de sirenas y el disfraz de cordero para tapar al lobo hambriento que llevan adentro. Tienen nombre y apellido, fogonean la teoría del despilfarro, el mantenimiento de “vagos” y aparecen como candidatos en muchas listas de legisladores nacionales, para las elecciones del 27 de octubre

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