El pretendido sainete que tiene como protagonista al papel higiénico en las crónicas de cierto periodismo sobre Venezuela me trajo a la memoria otros casos donde este prosaico compañero de intimidades también estuvo como poco glorioso pero indiscutiblemente popular actor de la política en momentos oscuros de Latinoamérica.
En 1973, parte del meticuloso y bien financiado plan de desestabilización del gobierno de Allende por parte de la CIA, incluyó entre otras cosas, el desabastecimiento provocado de papel higiénico, artículo modesto y generalmente desapercibido pero cuya falta o escasez enciende enseguida la irritación de la población con mucho mayor efectividad que cualquier otra carestía, porque se desencadena afectando usos y hábitos de los que no se habla, o de los que se habla de manera mordaz o burlesca y fácilmente vinculables a metafóricos errores de la gestión del Gobierno.
Sobre la siniestra y descarada campaña de sabotaje y desestabilización del gobierno de Allende por parte de la CIA ya no quedan hoy dudas ni margen para refutación posible, con miles de archivos desclasificados y accesibles para quien quiera verlos on line. Un libro impactante por su rigor, sus detalles y sus fuentes sobre cómo se realizó este operativo es el del premio Pulitzer Tim Weiner: “Legado de cenizas. La historia de la CIA”. Recorrer sus más de setecientas páginas es pasar revista a décadas de documentadas acciones canallescas y sórdidas en los cuatro puntos cardinales del planeta. Este libro fue ganador en EE.UU. del National Book Award de no ficción y declarado el mejor libro de historia del 2007 por Los Ángeles Times, siendo también finalista del National Book Critics Award de no ficción.
El detalle de los artículos acaparados y cuya artificial carestía se implementaba en un bien coordinado montaje de acciones de desestabilización generosamente financiada se encuentra en las crónicas del que en aquel entonces fuera corresponsal de Le Monde para América Latina, Pierre Kalfon, y cuyos archivos en pdf se encuentran en Internet sin gran dificultad para cualquiera con interés en versiones un poco mas serias y menos manipuladas de ciertos hechos históricos.
Y también había escasez de papel higiénico, y había que impacientarse en los supermercados o apelar a contactos y amistades con algún almacenero conocido. Y aceptar no sin un ramalazo de humillación que una cuestión tan pedestre y cotidiana como la falta de papel higiénico se convierta en un molesto tábano existencial.
Las cosas suelen ser menos casuales de lo que uno quisiera imaginar y la falta de papel higiénico, un hecho que inevitablemente queda confinado a lo anecdótico pero al mismo tiempo, provocando una generalizada e irritante angustia, íntima y prosaica, tiene un potencial subversivo y una capacidad de soliviantar los ánimos cuyos alcances no por mera coincidencia entran en los cálculos de desestabilización política, como es fácil deducir de estos antecedentes. Las chanzas y chascarrillos y las metáforas y analogías que fácilmente acompañan esta vergonzante carestía suelen empezar siempre con referencias escatológicas. El problema es que en la historia de la política latinoamericana, se ha pasado con escalofriante facilidad de lo escatológico al horror liso y llano.