GUANTES BLANCOS

 

 
 
Por Silvia Torres 
Los bancos de la República Argentina decidieron reducir las exorbitantes tasas de interés para los saldos deudores de las tarjetas de crédito, casi en simultáneo con la aparición del nuevo plástico Super card, promovido por los supermercados con una tasa considerablemente menor que las bancarias.

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Unos de los rubros económicos que en los últimos años recogió ganancias con palas mecánicas fue el sector bancario, montado en exorbitantes tasas de interés que se aplicaban sobre el consumo y sobre el financiamiento de los saldos deudores de las tarjetas de crédito.

 

Algunos bancos llegaron a aplicar tasas de hasta 64 por ciento anual, con lo cual más que financiar, aplicaron un chaleco de plomo sobre aquellos ciudadanos que por algún motivo no podían saldar el total de sus deudas mes a mes, convirtiendo a sus deudas con los plásticos en verdaderas bolas de nieve que jamás terminaban de agigantarse, aunque se aplicaran pagos mensuales.

 

Esa situación fue una de las determinantes de que el consumo se manifestara erráticamente y, también, incidía notablemente en los índices inflacionarios. De allí que, desde la cartera manejada por Guillermo Moreno, el demonizado secretario de Comercio Interior de la Nación, propuso hace un tiempo atrás a la cámara que agrupa a los grandes supermercados la creación de una tarjeta exclusiva para realizar compras en estos comercio y manejar convenientemente el flujo financiero.

De inmediato se levantaron las voces de la oposición que unieron su protesta y a coro salieron a calificar despectivamente y a desmerecer la iniciativa, confundiendo el significado de exclusivo con excluyente, manipulando cuanto fue posible el origen y la responsabilidad del financiamiento y las ventajas del nuevo sistema.

 

Sin dudas que detrás de la intencionalidad gubernamental se encontraba la pretensión de que los bancos adecuaran sus altísimas tasas de interés, pero, en la pulseada no hubo afloje y así la Super card tuvo su nacimiento heroico y esperanzador para el bolsillo de vastos sectores populares.

 

El nuevo instrumento de compra y crédito pergeñado por Moreno cobrará solo 1 por ciento de comisión a los comerciantes -los otros cobran hasta 3-, en tanto que la tasa anual para el usuario no superaría 22 por ciento. Para mayor claridad y justificación, por una compra de $ 100 los supermercados percibían $ 97 y las tarjetas y bancos $ 3. Con la nueva tarjeta, los super recibirían $ 99 y los bancos $ 1. Esta decisión, archi beneficiosa por donde se la mire, reforzaría el consumo acompañando el congelamiento de precios que, hasta el momento, recogió opinión favorable de supermercadistas y consumidores, que se expresó en un considerable aumento de ventas.

 

Sorprendió que pocos días después de estos anuncios, el titular de ADEBA y el Grupo Macro, Jorge Brito, indicó que los bancos bajarían 10 puntos la tasa de interés y que la misma se ubicaría en torno del 30 por ciento anual.

 

¿Significa que estaban haciendo un negocio espectacularmente suculento saqueando el bolsillo de los argentinos? Las ganancias del sector rondaron 1,9 del PBI, cifra muy superior a otros sectores del trabajo “real y productivo”. Estas gigantescas ganancias evidencian la voracidad de un sector protegido por la prensa hegemónica y por operadores encumbrados en el poder político.

 

Están los ladrones de gallineros… Y los bancos, con sus suculentos dividendos, alcanzan por cierto el rango de esquilmadores con guantes blancos.

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