ODIOS Y CENTRALISMOS

Por Luis Hernando RESTREPO  /-.

La reciente muerte del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha desatado en todo el continente americano amores y odios desbordados. Colombia no es la excepción. Aquí, el odio es de exportación.From left to right: the presidents of Ve

Hace 200 años, durante el auge de la Gran Colombia, la idea de tener un Estado republicano unificado para enfrentar a las potencias europeas y a la nueva potencia en Norteamérica, era el ideario del libertador Simón Bolívar, pero el centralismo hegemónico de las élites granadinas en Santa Fé de Bogotá, motivaron la separación de Venezuela y de Quito.

En la actualidad, no es mucha la diferencia. Las élites colombianas aún ven con recelo la independencia de Venezuela frente a Colombia. Tenemos el imaginario colectivo de que la sociedad venezolana merece un desprecio por elegir políticas que difieren con las postuladas desde Bogotá. 200 años después, Colombia continúa ejerciendo un centralismo mediático frente a la actualidad en Venezuela.

La muerte de Hugo Chávez, que tantos odios y amores desbordados ha generado en Venezuela y en el exterior, se ha convertido en la agenda mediática preferida de diversos sectores de derecha y de la población en general en Colombia. Es de recordar que, desde la primera posesión como presidente de Venezuela en 1998, Hugo Chávez, no fue de la preferencia de los intereses de Estados Unidos y por consiguiente, de Colombia, como su fiel vecino vigilante.

En 2002 llegó al poder en Colombia Álvaro Uribe Vélez, quien ha sido, sin dudas, uno de los principales adversarios ideológicos de Chávez en la región. Con Uribe en la presidencia, los odios entre Colombia y Venezuela tuvieron un nuevo capítulo en la historia de estos dos países. Con insultos y amenazas que cruzaron la frontera a velocidad de rayo, la manipulación mediática de los medios hegémonicos colombianos, vieron en Venezuela un peligroso enemigo para los intereses privados del gobierno y para la seguridad de la población colombiana. Es así como muchos habitantes en Colombia, específicamente en las élites industriales e informativas, y en estratos de clase media, vieron con repulsión e indiferencia odiosa todo lo proveniente desde Venezuela.

Desafortunadamente, los exagerados niveles de oratoria entre Uribe y Chávez, instituyeron en la población de ambos países un odio visceral que hoy se mantiene, y continúa llenándose a partir de los comentarios apasionados y desafortunados de fanáticos.

El rechazo hacia Venezuela, ha sido impulsado también por las políticas editoriales de los medios hegemónicos de comunicación llenos de tergiversación e incompletos al momento de informar sobre Venezuela. Estos medios se han encargado de redireccionar el pensamiento hacia el vecino país y se patrocinan, desde Colombia, como las únicas empresas informativas que pueden darle una solución “democrática” según ellos, para solucionar la crisis y la presencia de Chávez en Venezuela.

La muerte de Hugo Chávez ha convertido a la política y a los medios colombianos, esos mismos que favorecen de antemano los intereses de Estados Unidos, en garantes democráticos y en expertos analistas sobre la situación actual en Venezuela.
Es así como la muerte de Chávez ha desviado la atención de los colombianos, que desde el centralismo hemos olvidado la raíz de nuestros problemas y hemos fijado nuestros intereses en el morbo de nuestro vecino odiado.

En Colombia, nunca gustó el apellido Chávez, porque entre el centralismo de los Santos, los Uribe, los Gaviria, los Lleras, los Gómez, los Gurisatti, entre otros, no podía tener cabida un apellido tan deschavetado y desfachatado como el Chávez, que más que un apellido se ha convertido en historia para el mundo y ante todo, aunque a muchos no les guste, parte de la historia contemporánea de Colombia.

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