Por Luis BILBAO /////-.
No fue a causa del accionar de un individuo que en la última década el damero internacional sufrió un drástico vuelco. Fuerzas desatadas por la lógica interna del capital movilizaron cambios de tal magnitud que, en el fugaz lapso de una década, dibujaron un nuevo mapa geopolítico, todavía no cabalmente interpretado, en el cual Estados Unidos ha perdido su antiguo lugar de centro del equilibrio planetario y jefe inapelable en las cuestiones esenciales de la economía, la política y la guerra.
No fue a causa del accionar de un individuo, claro. Sin embargo, la intuición profunda de ese cambio en ciernes y la voluntad de intervenir con un programa y una estrategia capaces de orientar la coyuntura histórica hacia la consolidación de un mundo a la medida de las necesidades humanas, fue el rasgo distintivo de Hugo Chávez. Y puede asegurarse que su papel no sólo pesó de manera determinante en el curso inicial de esos cambios, sino que trascenderá en los períodos por venir. Nadie como Chávez entrevió la dinámica que desagrega el poder imperial y al imperialismo mismo, ni actuó con la lucidez y el coraje necesarios para ubicarse como fuerza dirigente. Por eso Venezuela está hoy en el centro del escenario mundial.
Práctica y teoría
Pocos comprendieron y menos acompañaron el itinerario por el cual Chávez lograría esa intervención fulminante. La clave puede hallarse en un concepto central, dos instrumentos transnacionales y una impar energía acompañada del coraje político imprescindible para romper con la diplomacia capitalista.
Poco importa si Chávez había estudiado o no aquellos documentos claves en la historia del pensamiento revolucionario. El hecho es que se guió por esa estrategia:
Aparte su inigualada militancia internacional (está todavía por trazarse el mapa de los innumerables viajes realizados en estos quince años), Chávez apeló a dos instrumentos transnacionales: uno para chocar de frente con él: Alca; el otro para construirlo desde la nada: Alba.
Recuerdo como si hubiese ocurrido ayer la rueda de prensa final de la Conferencia de presidentes del Caribe, el 13 de diciembre de 2001. En su transcurso, Chávez anunció la creación de una organización cuya sigla, dijo, había concebido mirando el horizonte marino en la madrugada de ese día: Alba. Mientras desgranaba esos conceptos, intuí que esa propuesta de formidable proyección estratégica pero carente de toda articulación real, era un llamado apasionado al mundo para comprender y actuar. Sólo un presidente respondió: Fidel. En los años siguientes muchas veces Chávez narró, con su conocido sentido del humor, la anécdota que pinta de manera inequívoca la realidad de entonces: «al día siguiente -contaba Chávez- Fidel me mandó una cartica pidiendo que le enviara los documentos del Alba. ¡¿Qué documentos?! ¡¡No había nada!!». El hecho es que poco después, Cuba y Venezuela fundaban la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América, inicialmente llamada Alternativa Bolivariana para los pueblos de nuestra América.
Contra el Alca
Antes de eso, ya Chávez había comenzado la batalla crucial contra el Alca. Y lo había hecho, desde mediados de 2000, en frente único con un presidente ajeno al curso revolucionario ya en marcha en Venezuela: el brasileño Fernando Henrique Cardoso, quien actuaba en función de los intereses de la gran burguesía paulista, pero inequívocamente enfrentado con Estados Unidos y su plan de activar la Asociación de Libre Comercio de las Américas, Alca.
Una cita propia de un texto publicado en abril de 2001 puede traer a la actualidad el clima de entonces:
«Las causas de fondo por las cuales la gran industria brasileña se opone a levantar toda restricción aduanera en el continente son demasiado obvias; no es preciso ser especialista para comprenderlo: «desde el punto de vista de las exportaciones, la industria brasileña corre el serio riesgo de perder participación en el mercado interno, el producto brasileño tendrá que enfrentar la competencia extranjera, que puede ser mejor y más barato que el nacional», reconoce O Estado de São Paulo (4/4/01) el más poderoso diario brasileño (…) lo cierto es que (Cardoso) invitó a una reunión de urgencia en Brasilia al presidente venezolano Hugo Chávez, quien como era de esperar no dudó en cambiar de inmediato su agenda para acudir a lo que sería su octavo encuentro con Cardoso desde que asumió la presidencia en 1999 (…) la conformación del eje Brasilia-Caracas dejará su impronta incluso si el ‘jeito mineiro’ (las vacilaciones de las cúpulas gubernamentales brasileños), impiden que en torno a él comience a girar un bloque confrontado con las imperativas urgencias de Washington». Este artículo, publicado en Le Monde diplomatique, se continuó con otro cuyo título es suficiente para informar al lector: «El bloque Brasil-Venezuela impide la anticipación del Alca».
El Alba
Aquella política avanzó en un salto cualitativo con la creación del Alba y la sucesiva incorporación de países, que en 2008 llegarían a la creación del Sucre, palanca fundamental de ese proyecto, que desborda y eventualmente debe plasmar en un nuevo diseño del sistema financiero internacional. Mientras tanto, en Venezuela tomaban cuerpo los instrumentos estratégicos de la revolución: Consejos Comunales y, clave de todo, el Partido Socialista Unido de Venezuela. Una antigua sentencia asegura que la política internacional de un país es la prolongación de su política interna. Desde 1998 Venezuela permite invertir esa noción: el plan de acción internacional de Hugo Chávez y las nuevas relaciones de fuerzas regionales e internacionales a que dio lugar, permitieron e impulsaron la radicalización revolucionaria de la política interna.
Mientras impulsaba la consolidación y crecimiento del Alba, Chávez forzó (es necesario entenderlo literalmente) la transformación de Comunidad Suramericana de Naciones en Unión de Naciones Suramericanas. No era simple ni principalmente su gusto por armar siglas: es que la distancia entre comunidad para la integración y unión para la emancipación debía ser salvada, al menos desde el nombre. Luego fue la Celac, conquista real y potencial de efectos potencialmente trascendentales. Y la incorporación de Venezuela al Mercosur. El ingreso de una fuerza anticapitalista a otras tantas instancias donde predomina la mezquindad capitalista y por eso se frenan o desvían constantemente, constituye una piedra de toque en la estrategia de frente antimperialista y vitaliza estructuras a menudo paralizadas y agónicas.
La Internacional
Pero esto, con ser tanto, no es todo. Chávez siempre subrayó la diferencia entre unidad de gobiernos y unidad de los pueblos. Amarradas sus manos por un momento histórico que le obligaba a avanzar primero y principalmente a través de formas diversas de frente único antimperialista con los más dispare gobiernos y gobernantes, llegó en un punto a intentar darle carnadura real al único instrumento que puede hacer realidad la consigna «Proletarios y pueblos oprimidos del mundo, uníos». Y fue así que convocó el 21 de noviembre de 2009 a la construcción de la Vª Internacional.
Post scriptum:
Mientras completo estas notas desde mi mesa de trabajo en Buenos Aires, me anuncian desde Caracas que comienza el funeral del comandante. La presencia de 54 jefes de Estado y una decena de otros altos mandatarios en los funerales del Presidente prueba la efectividad de su política internacional. Una encuesta publicada por The Washington Post asegura que el 18% de los estadounidenses reivindica a Chávez. En Argentina es el 40% de adherentes. ¿Qué otra prueba es necesaria?
Al ver la ceremonia tomo conciencia de que ya no podré consultar estas opiniones con el más lúcido dirigente revolucionario de los últimos tiempos. Ya no tendremos su palabra viva. Y aún escribiendo sobre eso, no es posible asimilar la pérdida.