MIRÁ QUIENES HABLAN

Por Silvia TORRES  ///-.

Dirigentes nacionales y provinciales radicales salieron a cuestionar con argumentos de probada ineficacia la situación de inflación y la aparente desidia con que el Gobierno nacional enfrenta la situación. Tener memoria, un imperativo de la hora. 500

                             

Mientras sectores de la oposición ultra liberales convocan a no pagar impuestos, a contrabandear y a cometer otros latrocinios contra el interés superior del Estado en actitud abiertamente sediciosa, voces radicales nacionales y provinciales cuestionan la aparente indiferencia o ineficacia del Gobierno nacional para tratar un proceso inflacionario, cuya existencia es innegable tanto como las dificultades que existen para afrontar este flagelo, que históricamente jaqueó el bolsillo de los argentinos.

 

Las dificultades se originan en el complejo entramado de factores que originan inflación que, a lo largo de los años, fue tratado con diferentes herramientas económicas y que, en el caso del radicalismo en el gobierno, tuvo resultados siempre catastróficos.

 

De allí que la prédica de dirigentes comprometidos con la gestión gubernamental del presidente Raúl Alfonsín carece de seriedad, por cuanto los remedios aplicados en aquella gestión culminaron con aumentos desmedido de los precios en los productos de la canasta familiar, de los servicios públicos, de los combustibles, alquileres, etc. que provocó desbocada situación de hiperinflación.

 

La gestión alfonsinista había creado el Austral como medida para sanear la depredación incontrolable sufrida por el Peso Argentino. Sin embargo, fue imposible detener su degradación y miles de personas pasaron a ser pobres, debido a que la hiperinflación devoró día a día, hora tras hora el valor de los salarios. A comienzos de 1989, la hiperinflación llevó la pobreza a 25 % de la población, que continuó en aumento hasta llegar al 47,3 % en octubre, mientras se percibía un notable decrecimiento de la actividad económica en general, índices que se superaron en el año 2002/2003 no ya por efecto de la inflación sino por los dramáticos índices de desocupación.

 

La fórmula aplicada por el radicalismo no fue otra que la recomendada por los sectores neoliberales que consisten en “secar” el mercado. Esto es, reducir las inversiones y el consumo popular, atribuyendo la inflación a una sola causa: el gasto público y el consumo.

 

En la actualidad predican lo mismo en coincidencia con los gurúes ortodoxos y vuelven a desconocer que inciden en la base inflacionaria los desequilibrios en la estructura productiva, los cuellos de botella que se dan en determinados sectores, la formación oligopólica de precios, la puja distributiva y hasta los golpes de precios internacionales.

 

La inflación que se registra en la Argentina es consecuencia de la suma de esos factores y se da en el marco de una economía en crecimiento y no en proceso de destrucción del aparato productivo, como ocurrió bajo la gestión del radicalismo.

 

Lo más sorprendente es que, habiendo transcurrido pocos años del descalabro económico social padecido en el país como consecuencia de la aplicación de nefastas políticas económicas –tanto con los sucesivos planes del alfosinismo como con la convertibilidad del menemismo-cavallismo-, desde la oposición se sigue predicando y proponiendo soluciones en el mismo sentido.

 

Es necesario apelar entonces a la memoria de los argentinos. El pasado fue demasiado traumático como para no tenerlo en cuenta y dejarse llevar por opciones que crearon miseria, desazón y desolación para la gran mayoría del pueblo.

 

Este es uno de los factores esenciales para tener en cuenta. El otro, es la increíble incapacidad de algunos sectores políticos de regenerar sus cuadros dirigentes, sus ideas y sus propuestas para volver a ser una opción democrática seria para las mayorías y para lo cual deberán, ante todo, desprenderse de los lastres y vinculaciones con las oligarquías y con las corporaciones movidas por una voracidad sin límites.

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