PATRIA GRANDE. DEL SUEÑO A LA REALIDAD

por Silvia TORRES  /-

El nuevo y contundente triunfo electoral de Rafael Correa en Ecuador consolida el proceso de integración en América Latina y el Caribe y afianza los procesos de crecimiento económico, fundado en la soberanía y la inclusión. chavez_lula_kirchner_01

Los países de América Latina y el Caribe no son exactamente iguales, sino apenas, parecidos. Durante siglos, el único factor que atravesó unívocamente sus historias fue que sus territorios fueron el campo propicio para el latrocinio por parte de los imperios y, sus pueblos, despojados de todo derecho y explotados casi hasta el exterminio.

 

En ellos se frustraron los intentos libertarios de San Martín y Bolívar, de Artigas y de Sucre, de Martí y del Che, sólo por mencionar algunos nombres que guerrearon por la emancipación de los pueblos y contra la voracidad de los imperios y las oligarquías locales asociadas a sus intereses, clases sociales estas últimas que nunca faltaron en la historia americana y fueron el instrumento político imprescindible para imponer el sometimiento y la explotación de las grandes mayorías populares.

 

En las últimas décadas del siglo pasado, la historia comenzó a dar vuelta una nueva página de la historia con el arribo de una camada de nuevos líderes libertarios, portando y ejecutando las ideas para construir sistemas políticos que permitan el crecimiento autónomo de los estados y la justicia distributiva para sus pueblos. Para ello tuvieron que batallar no solo contra las oligarquías locales, sino contra el imperialismo capitalista travestido en empresas trasnacionales y organismos financieros internacionales.

 

Con la asunción de Hugo Chávez en la República Bolivariana de Venezuela, en 1999, se inició un proceso político centrado en la recuperación de la autonomía de los estados latinoamericanos. Debió bregar en una pavorosa soledad apenas acompañado por la Cuba socialista de los Castro, hasta que la mesa de la liberación se agrandó en el 2003 con el arribo de Lula da Silva, en Brasil y de Néstor Kirchner, en la Argentina, quienes fortalecieron el sistema de alianzas continental, al cual se sumaron Evo Morales Ayma en Bolivia (2006), Rafael Correa, en Ecuador (2007) y Paraguay y Uruguay con Fernando Lugo y José Mujica, respectivamente.

 

En los pocos años de gestión de estos mandatarios –sin contar la presencia de líderes caribeños también progresistas-, fue posible crear y consolidar mercados regionales, como el Mercosur –ampliado por la inclusión de la República Bolivariana a una gigantesca región económica- y el Alca, además de organismos internacionales de creciente solidez, como la Unión de Naciones del Sur (Unasur) y la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (Celalc).

 

Hay dos factores que unifican los matices que portan las acciones políticas de todos los mandatarios progresistas que conducen la mayoría de los estados del continente: 1) El desarrollo autónomo del potencial económico de cada una de las naciones –sean recursos naturales, alimenticios, energéticos, etc.-, sin eludir las inversiones internacionales debidamente analizadas y aceptadas como favorables para los intereses nacionales, y 2) La inclusión socio-económica de los grandes sectores populares, despojados por generaciones del acceso a una vida digna.

 

En este marco, la ratificación del pueblo argentino votando masivamente para la reelección de Cristina Fernández de Kirchner y la de los venezolanos, a Hugo Chávez, a fines del año pasado; la revalidación de Evo, la continuidad en Brasil, con la asunción de Dilma Rousseff y, ahora, la aplastante victoria de Correa garantiza la continuidad y la profundización de los modelos de crecimiento con inclusión, que vienen dándose en este lado del mundo.

 

En todos los casos, la consolidación de los procesos se logra por el creciente apoyo popular en las sucesivas elecciones, en donde los pueblos de las naciones latinoamericanas ratifican masivamente el rumbo y fortalecen a sus conductores en la lucha contra los intereses económicos sectarios, que los han despojado durante siglos.

 

Enfrentando a gigantescos poderes hegemónicos de corporaciones de toda índole, tanto económicas como mediáticas, tanto nacionales como internacionales, los pueblos latinoamericanos avanzan hacia su liberación haciendo uso de las herramientas de la democracia: Perfeccionan los instrumentos del sufragio, reforman las Cartas Magnas nacionales y empujan los cambios imprescindibles de los sistemas judiciales, que siempre les dieron la espalda.

 

Con el poder de los votos, los líderes de la América morena del Siglo XXI dan la batalla para construir, hoy y para siempre, el sueño frustrado de los Padres fundadores: La Patria Grande que cobije con justicia y dignidad a los hombres y mujeres que históricamente y como parias, fueron privados de esos derechos esenciales.

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