MARICRACIA

por Juan Carlos SÁNCHEZ  /-

Las recientes decisiones del gobierno porteño, al igual que las expresiones de algunas y algunos de sus funcionarios, están reñidas con el concepto de democracia que, aún burguesa, reconoce ciertas formas políticas para ser consideradas correctas.Arboles

El poder emborracha. Corrompe. Corroe. Suele relajar los límites éticos y establece una moral propia. Y cuando esto ocurre, la legalidad de origen se va desvaneciendo con la misma rapidez que la legitimidad, provocada por ese ejercicio de creer que nada ni nadie puede detenerlo.

Sin embargo, los límites suelen ser puestos por el mismo pueblo a la larga, o la corta, ya sea a través del voto o de la incesante protesta social como se viene advirtiendo en los últimos años. No obstante, pareciera que el gobierno macrista se cree impune y que podrá llevarse por delante a todo aquel que se le enfrente.

Fiebre amarilla
Desde el 2007, Mauricio Macri gobierna con el libreto que le marca Durán Barba, su asesor de imagen y el que le dicta su convicción más ligada a la dictadura cívico – militar que a una verdadera democracia. Lo primero puede advertirse a través de la construcción informativa de su gestión y de las diferentes acciones oficiales tendientes a ofrecer una imagen de eficacia y eficiencia, en consonancia con los postulados neoliberales, mientras que lo segundo resulta evidente en la designación de algunos funcionarios ligados al pasado reciente de nuestro país y al desarrollo de un accionar basado en un hacer destructor que pretende arrasar con todo aquello que tenga olor popular.

No obstante, este año comenzó con una verdadera fiebre que tiene la intención de superar la sufrida por Buenos Aires en 1871; tal vez, para correr el límite de la Avda. Córdoba a la Avda. Brasil. Se trata de un proceso paulatino e incesante de exclusión que va provocando la emigración forzada de pobres e indigentes a los barrios de la zona sur o bien, al Gran Buenos Aires para que constituyan una problemática a resolver por el sciolismo en la provincia de Buenos Aires.

Pero las expectativas derivadas de un año electoral exacerban sus necesidades en forma furiosa. De allí, el cierre de la Línea A de subterráneos para la incorporación de los trenes chinos, aunque éstos no sean perfectamente adaptables al sistema vial utilizado por los Brugeoise o al sistema de señalización que posee dicho ramal del subte porteño, como también para una reforma estética que permita disimular el aumento de tarifa que se viene. Por otro lado, sus ambiciones lo llevan a construir otro corredor para el Metrobús en la Avda. 9 de Julio, mediante un genocidio ambiental a través de una tala indiscriminada de árboles en una época donde no debe realizarse, según los especialistas en la materia y otro, de tipo paisajístico, que modifica la porteñidad de la avenida más ancha del mundo. Sólo le falta, mudar al Obelisco a otra parte…

Sin embargo, no se queda allí porque continúa el proceso de destrucción del hospital y de la escuela pública para, luego, justificar su privatización en un futuro próximo. Los cierres de distintos servicios en diversos hospitales, la falta de mantenimiento e insumos en otros y la desatención de las diferentes problemáticas de infraestructura y pedagógicas en lo educativo son los claros indicadores del proceder destructivo.

Por otro lado, el cierre de Centros Culturales, la precarización de los docentes y la creciente privatización de la cultura constituyen otro aspecto de la destrucción de la Ciudad.
Gabriela Ricardes, Directora del Centro Cultural General San Martín, definió la política cultural macrista al afirmar que «no todo tiene que ser para todos». El ministro Lombardi, mientras hace los números, aplaude contento pero se encuentra con la firme resistencia de los integrantes de la Sala Alberdi y el Acampe Cultural que se lleva a cabo hace más de 40 días.

Los espacios públicos serán destinados a buenos negocios. El paulatino enrejamiento de diversas plazas y parques, como ocurre actualmente en el Parque Centenario y que proseguirá en el Parque Lezama, tiende a crear un circuito comercial. No debemos olvidar que, durante el menemismo, existían pequeños quioscos en las plazas de la Ciudad.

Asimismo, este cercenamiento al disfrute de los paseos de la Ciudad también está ligado al mito de la inseguridad alimentado por Clarín y La Nación, sus protectores mediáticos, por cuanto pretende limitarlo a límites insospechados. ¿No tiene su propia policía, la que tanto pidió y exigió, para brindar seguridad? ¿no tiene cámaras en todas partes para prevenir el delito?, son dos interrogantes que nos surgen al pasar pero que tienen respuesta: La Metropolitana es un cuerpo represivo y no, preventivo, y la intención real no es garantizar la vida y la dignidad humana de las y los ciudadanos y habitantes de la Ciudad sino barrer a quienes pueden despertarlos del letargo político y a los que pretenden seguir subsistiendo, como en el caso de los feriantes, salvo aquellos que operan en connivencia con los funcionarios macristas como sucede actualmente en el barrio de Once.

¿Cuál democracia?

Ahora bien, ¿y la Legislatura?. Bien gracias, por cuanto no ha podido limitar el ejercicio abusivo del Ejecutivo, quien suele apelar al recurso del veto ante cada norma que tenga un tufillo popular. Y ahora se encuentra mucho más limitada, salvo excepciones, por el pacto entre el Frente para la Victoria y su bloque parlamentario para los negocios inmobiliarios.

El primer mandato de Mauricio Macri estuvo a punto de ser sacudido por una revocatoria de mandato. En aquella oportunidad, no se alcanzaron las 200.000 firmas necesarias y posteriormente, no se pudo volver a convocar debido a la prescripción constitucional que lo impide cuando falta menos de la mitad de su mandato.

Sin embargo, la gestión macrista es especialista en vulnerar leyes, esquivar a los Diputados de la Ciudad y eludir las órdenes de la Justicia. ¿Es coherente ello con una democracia?. No, pero sus funcionarios creen que, al ser elegidos por el pueblo, tienen un poder ilimitado y ahora se disponen a crear una justicia adicta al igual que el menemismo. Concurso más, concurso menos; una jueza más en el Tribunal Superior, tan sólo por compartir el mismo gimnasio, un Supremo menos, va conformando un plantel de jueces dispuestos a detener la avalancha de amparos que se viene.

Esta es la macricracia. La democracia de Macri está en hacer lo que quiere sin límites. No importan las presentaciones administrativas ni los amparos judiciales, porque cajonean las primeras, con explicaciones inverosímiles y tienen jueces adictos en algunas de las instancias en el fuero Contencioso – Administrativo para detener a los segundos.

Si la ciudadanía y la Legislatura no logran detener esta fiebre amarilla, ¿cuál es el remedio?. Un Porteñazo, con una revocatoria de mandato en forma inmediata. O bien, un piquete por tiempo indeterminado en la Jefatura de Gobierno y en la Legislatura, con una unidad para la lucha contra los excesos macristas.

El ejercicio abusivo del poder deriva en un progresivo deterioro de la legitimidad. ¿Cuánto podrá aguantar el macrismo sin ver que todo se desmorona? ¿Hasta dónde el Gobierno Nacional podrá desentenderse por un par de tierras para el programa PROCREAR?. Son dos preguntas que no tienen respuesta o, tal vez, sí la tengan: el límite estará dado por la lucha en la calle. Si eso ocurre, más temprano que tarde, habrá elecciones para Jefe de Gobierno y no, para simples legisladores…

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