CIUDAD DE BUENOS AIRES: ENTRE REJAS Y JAULAS


por  Juan Carlos Sánchez   /-

Ante lo ocurrido en el Parque Centenario, conviene recordar que el enrejamiento de paseos públicos no es nuevo en nuestra Ciudad. Comenzó con el cerco que rodea actualmente al Rosedal de Palermo, llevado a cabo en 1996 de la mano del intendente menemista Jorge «Topadora» Domínguez, lo que continuó con el cercado a la parte trasera del Parque Thays, en 1998, durante la gestión De la Rúa en el Ejecutivo porteño. Mucho después, le seguiría la Plazoleta Julio Cortázar.Policia

Por otro lado, el cuidado de los espacios verdes fue adjudicada a empresas privadas durante la gestión de Carlos Grosso, renunciando así la Ciudad a su competencia.

Sería el principio de la ola enrejadora que luego tomó impulso tras la crisis de 2001, pero ello no fue casualidad ni mucho menos. Ocurre que no se trataba de preservar los espacios públicos sino de enjaular los derechos ciudadanos.

Las plazas y el 2001

Durante los aciagos días de finales de 2001, las asambleas crecían en las plazas de la Ciudad para, luego, manifestarse en las calles contra el corralito y el corralón. Hasta la clase mierda participó, sin dudas, porque le tocaron el bolsillo, mientras las y los trabajadores junto a las y los desocupados se unían por su derecho a la dignidad humana, conculcada por la política económica del delarruísmo.

Todavía no estaban organizadas las Comunas, de acuerdo a lo establecido por la Constitución de la Ciudad y ello facilitó el enrejamiento de aquellos paseos en donde tuvieron lugar las expresiones populares. No fue la seguridad, ni la preservación de los espacios, sino la necesidad política de erradicar el universo simbólico de las asambleas en las plazas por parte de la clase política.

No es un dato menor que, desde 2001 a la actualidad, hayan sido enrejadas plazas emblemáticas como la Plaza Ejército de los Andes, Plaza Irlanda, Plaza Almagro, Plazoleta Giordano Bruno, el tradicional Parque Rivadavia, Plaza Vélez Sársfield y la Plaza Ángel Gris (ex Plaza Aramburu). En estas plazas comenzó la resistencia al plan neoliberal de De la Rúa y Cavallo, desde allí partían las columnas a Plaza de Mayo y se daban los debates que luego cesaron tras la asunción de Duhalde y la actividad de sus adictos para romper las asambleas barriales.

La filosofía macrista
La asunción de Mauricio Macri en 2007 marcó el regreso de la impronta de la dictadura cívico – militar de 1976. Durante su campaña electoral, había afirmado su admiración por la obra del Brigadier Cacciatore, el que fuera intendente de la Ciudad durante el mandato del genocida Videla.

La gestión macrista se dedicó a esmerilar toda clase de expresión popular, enjaulando derechos, para beneficio de unos pocos; en particular, para aquellos que viven al norte de la Avda. Córdoba, reavivando la clásica división porteña nacida tras la epidemia de fiebre amarilla en 1871.

Bastaron las primeras medidas dictadas en diciembre de 2007 para advertir lo que se venía. «El silencio es salud», predicaba Cacciatore y a eso se dedicó el macrismo, además de comenzar a privatizar lo público mediante diversas acciones que, por suerte, fueron neutralizadas por la lucha popular.

Pero los embates populares transformados en leyes, fueron convertidos en vetos que obstaculizaron y enjaularon derechos, mientras las obras faraónicas como el Metrobús y el emplazamiento de bulevares retrocedían la imagen porteña a la época de la dictadura.

El espionaje fue habitual. Todavía está en la justicia la causa por las escuchas ilegales que, inclusive, se realizaron a personal docente de la Ciudad.

Sin embargo, en democracia, no tuvo más alternativa que utilizar las estrategias duhaldistas y menemistas. Santilli y Ritondo formaron parte de las huestes de Duhalde, y eso debemos recordarlo para comprender el accionar del macrismo.

El Parque Centenario y el Parque Lezama

Si existen dos paseos porteños emblemáticos, sin dudas, lo son el Parque Centenario y el Parque Lezama. Ambos también fueron escenarios de la resistencia popular durante el 2001. Pero ahora se los pretende enrejar y su disfrute por las y los vecinos, enjaular…

Fiel a su filosofía dictatorial y filomenemista, el Gobierno de la Ciudad dispuso que se enrejara el tradicional paseo de Caballito. La resistencia no se hizo esperar y el pasado 28 de enero, la Policía Metropolitana reprimió ferozmente a quienes intentaron impedir que se llevara a cabo. Pero no fue una fuerza de seguridad común, ni una represión habitual, por cuanto la Metropolitana está integrada por ex efectivos de la Armada Argentina, de la Bonaerense y de rezagos de la Federal; con una formación ligada a los preceptos de la dictadura militar, cuya forma de actuar resultó similar a la de los carabineros chilenos durante la dictadura de Pinochet.

Y otra vez, la Justicia fue funcional a los intereses macristas. El fallo del juez Otheguy, hoy apelado, es el mejor ejemplo de sumisión al Ejecutivo porteño. Tampoco es casualidad. Está concursando por un lugar en la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso – Administrativo de la Ciudad, aunque dicho concurso ya está casi ganado por el Juez Fernando Juan Lima, el mismo que no hizo lugar al amparo por el aumento de la tarifa del subte en enero del año pasado.

Y bien merecen recordarse las palabras de Guillermo del Cioppo, quien fuera Presidente de la Comisión Municipal de la Vivienda y sucesor de Cacciatore en la intendencia porteña durante la dictadura de 1976: “Nosotros solamente pretendemos que vivan en nuestra ciudad quienes estén preparados culturalmente para vivir en ella.(…) Concretamente: vivir en Buenos Aires nos es para cualquiera sino para el que la merezca, para el que acepte las pautas de una vida comunitaria agradable y eficiente. Debemos tener una ciudad mejor para la mejor gente”. Estas declaraciones las hacía a la revista Competencia en marzo de 1980…

La impronta macrista sigue estos preceptos. Por eso cree que no debe obedecer los fallos judiciales adversos, ni escuchar al pueblo. Claro está, salvo que se trate de la «gente», como le gusta decir a los matutinos Clarín y La Nación.

Pero se viene otra lucha. La del Parque Lezama, en donde se realizan diversas actividades sociales y culturales desde 2001. Ya enjaularon el sector correspondiente al Museo Histórico Nacional, pero ahora pretenden hacer algo similar a lo que ocurre en Caballito.

Entre rejas y jaulas

Las rejas dividen y las jaulas encierran. Las plazas enrejadas son una invitación al ejercicio del derecho de admisión por parte del Ejecutivo porteño. Y ese peligro existe. El mayor temor del macrismo es que la resistencia a su gestión se incremente y se organice; más aún, cuando la cultura está en pié de guerra en la Sala Alberdi. Por eso pretenden enjaular los derechos. Limitarlos. Cercenarlos. Por eso pretenden reglamentar la acción de amparo, única vía judicial para el reclamo de las y los porteños porque no responden desde lo administrativo. Y, al igual que el menemismo, tener una justicia adicta.

Enrejar un parque significa cerrar su disfrute a la ciudadanía. Pero también enjaular derechos, los cuales no pueden tener el límite que pretenda un gobierno. Sin dudas, forma parte del arsenal político e ideológico tendiente a enjaular lo simbólico que implica la resistencia popular. Y el Frente para la Victoria acompaña, porque está preso de su pacto en la Legislatura porteña.

Sin embargo, no se advierte que intenten enrejar los bosques de Palermo. ¿Porqué será? ¿Temerán erizar la piel de la «gente»?. No lo harán, porque ello implicaría restar votos en un año electoral donde se juegan la mayoría en la Legislatura porteña.

Es hora de terminar con las rejas y las jaulas, con los vetos a las iniciativas que favorecen a los sectores populares y con la persecución a los trabajadores de la Ciudad que luchan por sus derechos. Por eso, surge inevitable la pregunta: ¿Cuándo enrejaremos las pretensiones macristas? ¿Hasta cuándo debemos soportar que nos enjaulen nuestros derechos?

Para ello, se impone un Porteñazo, como bien afirma el compañero y colega Alfredo Grande, porque la legitimidad del gobierno macrista ya está en discusión. No basta con la resistencia aislada, sino la unidad para una lucha compartida en aras de una revocatoria de mandato que permita terminar con este émulo de la dictadura porque, si no se dieron cuenta, «cuanto podrán disimular la guerra en tiempos de paz, si aquí los muertos siguen vivos… Pueden jurar que no es verdad el viejo sueño de volar pueden guardarte en una jaula por nada…» (1)

Notas:
1) Letra de «El amor es más fuerte», Ulises Butrón, de la película «Tango Feroz»

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