A NOSOTRAS NOS TOCA, MUCHACHAS

por Beatriz Cecilia GARCÍA     /-

El chiste agresivo siempre nos pone en situación incómoda a las mujeres. Habrán pasado los años, se habrán modificado las cosas, pero en el fondo, y todavía, queda en algunos (unos cuantos) esa cuota de machismo que les permite decir el chiste agresivo ante una dama, que no repetirían frente a un discapacitado, un judío, un gordo… Una mujer hace una justa defensa de género.mujes1

¡Total, si a las “minas” les gusta! (y si no que se la banquen).
Por este motivo, estoy convencida de que nunca debemos dejarlo pasar.
 Debe quedar bien claro, que ¡no nos gusta! 
Aunque nos cueste, aunque eso signifique poner en funcionamiento en el interlocutor, la máquina de las groserías: “¡Cheeee! ¿Estás en esos días?” (no lo dicen tan eufemísticamente), o dudan de lo satisfactorio de tus relaciones sexuales… “A esta le hace falta una bien grande”… “malco…”, etc.

No lo debemos aceptar. Para que quede bien en claro —y por nuestra propia salud mental.

No es posible que para evitar respuestas aún más groseras, nos hagamos las tontas y lo dejemos pasar. Ese reprimir las reacciones, ese callarnos la boca, permitiendo que la procesión vaya por dentro, nos deja con una impotencia que sólo puede, a la larga, traernos problemas físicos y psíquicos.
Y no estoy exagerando. Mi especialidad no es la psicología, ni la medicina…( y ni falta hace que lo aclare), pero ¡quién no ha leído algo al respecto!

La mujer ha sido, ancestralmente, educada en el reprimir y aceptar como muestra de elegancia —y de buenas costumbres, en el mejor de los casos—, pero de sumisión y obediencia, casi siempre.

Las groserías, con respecto a los hombres, siempre se resuelven con una exacerbación de sus “atributos”,  con la magnificación de su hombría. Pero cuando se los quiere insultar… se recurre a denostar, indefectiblemente, a madre y hermanas, o a las mujeres en general.
Ellos pasan a ser hijos nuestros, y nosotras recibimos alegremente, el calificativo de “putas”.

Una de las cosas que más me molestan es el machismo de las congéneres cuando celebran las groserías que nos son impuestas, o cuando ellas mismas utilizan ese tipo de improperios.

No puedo creer que no les importe. Que estén tan “domesticadas”,  como para aceptar que una grosería adjudicada a alguna zona de nuestro cuerpo, se exprese alegremente y sin ninguna delicadeza, a manera de insulto o como algo que hay que festejar y utilizar sin mediar cuidado alguno. 
Supongo que esto sucede por un increíble deseo de demostrar lo “superadas” que somos…

Es muy desagradable para mí leer un comentario escrito por una mujer, en el que desaprensivamente, espeta: “¡Andá a la c. de tu hermana!” por ejemplo. Es la aceptación de que ese sitio es impropio y degradante, y que se trata del summum de la bajeza ¡la expresión guasa por excelencia!
Y ya se que nada de esto es novedoso pero es bueno recordarlo. Por algo existen los tipos como Del Sel, y lo que es peor, su corte de “seguidores”.

Hace tiempo que empecé la que considero muy sana costumbre de no pronunciar, ni escribir, insultos en los que se empleen palabras en femenino. Mis insultos, cuando la situación me lleva a pronunciarlos,  se han convertido en algo así como “hijo de pedófilo”, “andá al testículo derecho de tu abuelito” y otras bobadas por el estilo, que, probablemente carecen de la fuerza de un insulto en femenino pero que me sirven a la hora de defender mis opiniones.

Que cada una se piense los suyos; seguramente encontrará la manera de expresar su desagrado de algún modo menos agraviante para nuestro género.
Es hora de poner a los discriminadores, y a los groseros, en su lugar.
Que se sientan señalados y se vayan auto-aislando.
¡Basta de “Del Sels” y de Macris que los apañan!
A nosotras nos toca, muchachas.

Enlace permanente a este artículo: http://ellibertadorenlinea.com.ar/2013/02/12/a-nosotras-nos-toca-muchachas/