EL CAUDILLO OVIEDO Y LA DUDA ENTRE EL EMPRESARIO Y EL POLÍTICO

por Jesús Adonis MARTÍNEZ /-

Mientras el Congreso y el Gobierno de Paraguay despiden al fallecido candidato presidencial Lino Oviedo y el país vive sus tres días de luto oficial, una pregunta sobrenada en los medios de comunicación: ¿qué legado deja el exgeneral en este mundo?paraguay-linooviedo

«Mil millones de dólares» -de acuerdo con una vieja investigación realizada por el diario argentino Clarín-, un «oviedismo sin Oviedo» y, ergo, sin futuro -en opinión de algunos analistas políticos- y un historial de golpismo y represión o de «lucha por la democracia» -según el prisma partidista con que se mire.

Pródigo en la dosis de ambigüedad e ironía, el abogado (y amigo de Oviedo) Francisco José Appleyard salió al paso enseguida a la primera de estas afirmaciones: «¿Por qué no dicen que tiene 957 millones 768 mil dólares?, cuando dicen mil millones de dólares quieren impactar».

En declaraciones reproducidas por el rotativo paraguayo ABC Color, Appleyard dijo no creer que alguien en Paraguay pudiera disponer de tamaño peculio.

Pero lo cierto es que la prensa de medio mundo se ha hecho eco en estos días del probable monto espectacular de la fortuna de este exmilitar que -en sus propias palabras- tuvo «la suerte de haber nacido en lo más recóndito de la Patria, (…) bajo un techo de paja y estaqueado de palmera, sobre piso de tierra.»

Claro que la cifra exacta es oscura y pueden variar los estimados porque las declaraciones fiscales en estos casos no abundan, o no son de fiar.

Sobre todo, si se trata de un hombre de éxito en eso de sacarle el cuerpo a la justicia, que evadió -primero en el exilio y, luego, en los propios tribunales durante el gobierno de Nicanor Duarte- los cargos interpuestos por un intento de golpe militar, en 1996, y su responsabilidad en el asesinato del vicepresidente José María Argaña y siete jóvenes manifestantes, en marzo de 1999.

Al pronosticado descalabro del partido oviedista, Unace (Unión Nacional de Ciudadanos Éticos) -un desprendimiento del tradicional Partido Colorado-, respondió la víspera uno de los hijos del interfecto, el diputado Ariel Oviedo: «Apenas es el final del principio».

Sin embargo, es preciso recordar que Oviedo, a sus 69 años, iba ya por su tercera campaña electoral en pos de la banda presidencial y, sobre todo, que el viejo exmilitar marchaba al morir tercero o cuarto en la mayoría de las encuestas de intención de voto.

¿Qué quedará para su reemplazo?

Oviedo, eso sí, confiaba en su estrella: «Si no me hacen matar, voy a ganar las elecciones presidenciales del 2013», aseguró al diario La Nación a mediados de 2011.

Según todos los indicios, nadie lo hizo matar: fue el destino, una noche tormentosa la que precipitó su helicóptero en el aniversario 24 del fin de la dictadura stronista.

El caudillo tenía fe en su destino -no imaginaba esta traición- y por ello intentó tomar el cielo paraguayo, democráticamente o por asalto, tantas veces.

A ojos del exgeneral, la exculpación en los procesos judiciales por su tentativa golpista y por la matanza del llamado Marzo Paraguayo fueron quizás pruebas irrefutables de su calidad mesiánica, de hijo mimado de la Patria.

Ráfagas de luz fulminante -por aquello de que apresó al propio Alfredo Stroessner, después, claro de haber servido a su causa durante años- y largas sombras lúgubres -hay quien no olvidará jamás aquel marzo luctuoso de 1999- se mezclan en el imaginario guaraní cuando se habla del último hombre fuerte de su historia contemporánea.

En otros lares el asunto parece mucho más claro.

Según cables diplomáticos filtrados por la plataforma Wikileaks -y citados por el periódico asunceño E´a-, el entonces embajador de Estados Unidos en Asunción, James Cason, realizó en 2008 un dossier en que califica a Oviedo de «megalómano, mesiánico, antidemocrático, mentiroso, loco, promiscuo, populista, adulón y vanidoso».

El artículo revela que la nación del norte negó visa en 1997 al futuro líder de Unace, bajo «cargos de terrorismo».

En un recuento de la «larga (y algo oscura) historia en la política paraguaya» de Oviedo, Cason informó que el hombre -según reportes de 1994- «tenía vínculos con narcotraficantes y posibles lazos con el asesinato del director de la unidad antinarcóticos de Paraguay».

No obstante, el senador colorado Julio César Velázquez prefiere situarlo entre los «grandes actores» de la democracia paraguaya. Y el titular del Congreso nacional guaraní, Jorge Oviedo -sin parentesco con el fallecido- ha pontificado: «Es el último gran caudillo del Paraguay». Un elogio que otros pudieran suscribir como invectiva.

Definitivamente, los vericuetos del legado político, su emborronada hoja de servicios a la Patria, la enredada madeja del historial público de Lino Oviedo, parecen estar ahí para que cada quien los utilice a su gusto y conveniencia.

Acaso por esa razón muchos eligen -como hizo el diario Clarín- hacer las cuentas de su fortuna, porque prefieren una ciencia exacta para juzgar con propiedad al occiso.

Pero los más interesados en la contabilidad, sin dudas, serán sus seis hijos y su esposa argentina. Hasta ahora ninguno de ellos ha aclarado si el patrimonio familiar llega hasta el millar de millones o no, pero ahí están, en los diarios, las fotos de las mansiones y, fuera de ellos, las extensas propiedades del exgeneral-comerciante.

Y todavía más allá, sus dineros alojados en los bancos de todo el mundo.

Así lo dijo él mismo hace año y medio a La Nación: «Tengo aproximadamente en Europa, tengo en Inglaterra, tengo dinero en Alemania, dinero en Francia, en Suiza, Estados Unidos, tengo dinero con los jefes árabes, tengo con la central en Dubai, en Singapur, en Corea, en Japón, en Israel y Taiwán. Mis amigos. Y en Sudamérica, Chile, Uruguay y Brasil».

Si confiamos en Oviedo, ni siquiera el presidenciable Cartes -una de las figuras más acaudaladas del país suramericano- tiene una fortuna superior a la que sus deudos pronto se repartirán: «No puede tener más dinero que yo, así no más de sencillo es, legalmente hablando».

Eso, «legalmente hablando», aunque el exembajador norteamericano Cason -con quien Oviedo intentó reunirse varias veces para asegurarse una puerta trasera- haya dicho en su momento que «mucho de su riqueza fue acumulada durante el tiempo que fue el Jefe de Gabinete del presidente (Andrés) Rodríguez».

Claro, estos detalles también suelen ser relativos.

Algo sí tenía muy claro el general retirado paraguayo Lino Oviedo: «El empresario vino a este mundo para ganar plata y el político a servir al pueblo». Así lo afirmó hace pocos días en su última entrevista radial. Pero… ¿y él, por fin…?

* Jesús Adonis Martínez es periodista de la Redacción Sur de Prensa Latina

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