TORPE IGNORANCIA

Por Silvia Torres /-

San Martín y Ho Chi Minh, la comparación vertida por la Presidenta de la Nación con motivo de su visita a Vietnam, desató la polémica de la mano de políticos macristas flojos de conocimientos. Fea la torpe ignorancia.ho-chi-minh

La ignorancia de las principales espadas del macrismo (¿formarán parte del “mejor equipo” con que amenaza gobernar, de llegar a la presidencia de la Nación, el procesado Jefe de Gobierno porteño?), se puso de manifiesto una vez más cuestionando a Cristina Fernández de Kirchner porque al visitar la República Democrática de Vietnam osó comparar a José de San Martín (1778-1850) con Ho Chi Minh (1890-1969), héroe de la liberación del lejano país asiático.

 

El paralelismo que hizo la Presidenta entre ambas figuras tiene una fundamentación histórica seria y atinente a los hechos que ambas figuras debieron protagonizar como libertadores de sus respectivos pueblos: San Martín como jefe del ejército que liberó a lo que luego fueron tres repúblicas sudamericanas, en el Siglo XIX y Ho Chi Minh (su último seudónimo, que significa “el que ilumina”), como político y militar en la lucha incansable para garantizar la independencia de Vietnam, en el siglo pasado. Ambos son considerados Padres de sus respectivas patrias.

 

Ambos debieron de aplicar férreas medidas para organizar y conducir a sus pueblos en momentos históricos álgidos, aspectos que indudablemente son desconocidos por los políticos macristas, quienes evalúan la figura de San Martín bajo la mirada de la historia oficial, que lo entronizó en el bronce como héroe inmaculado.

 

El trabajo histórico más recientemente publicado en esta materia, Nueva Historia del cruce de los Andes, de Pablo Camogli (Bs. As., Aguilar, 2011), fundado en una copiosa bibliografía y en la consulta de más de mil documentos, pone de manifiesto la mano dura que debió imponer El Libertador para organizar y armar el ejército de los Andes aplicando, como gobernador de Cuyo, un poder cuasi dictatorial, que sin dudas, de haberlo tenido que hacer en estos años, se hubiera topado con la beligerante oposición de los macristas.

 

El férreo control social y una economía de guerra le permitieron a San Martín alcanzar con éxito su empresa: “En tiempos de Revolución, no hay más medio para continuarla que el que mande diga hágase, y que esto se ejecute tuerto o derecho”, le escribió a su colaborador Tomás Guido.

 

Para hacer una Revolución “todas las libertades públicas y los derechos individuales quedaron supeditados a las necesidades del proceso revolucionario”, escribe Camogli, y el principal instrumento en ese proceso era la conformación del ejército que exigía recursos materiales, humanos y un gran sacrificio de la población. Claro que el criterio aplicado para la formación del gigantesco ejército disparó el desarrollo de actividades económicas y de creación de fuentes de trabajo, por la creciente demanda interna debido a que el General se preocupó puntillosamente para que la tropa cobrara el salario en tiempo y forma, masa de dinero que se volcaba a la industria y el comercio local. (Cualquier parecido con la actualidad, no es casualidad).

 

El mismo autoritarismo y el mismo proceso económico aplicó en la guerra vietnamita el general Ho Chi Minh, para impedir que la miseria arrasara con el patriotismo de su pueblo. El control social que pergeñó quedó inmortalizado en una de sus cinco obras: Acciones que “deben hacerse” y que “no deben hacerse”.

 

Volviendo al héroe sudamericano, mantuvo impuestos extraordinarios de guerra; ordenó exacciones y expropiaciones; estableció laobligatoriedad de completar declaraciones juradas con bienes materiales, dinero, reses, granos, caballos y capataces y peones en edad de incorporarse al ejército; creó un sistema de espionaje con los decuriones (especie de guardia barrial para la ciudad y la campaña), a los que se sumaron los pulperos y vivanderos quienes debían dar cuenta de “cualquier hombre sospechoso” y/o de “conversaciones perjudiciales al servicio de la patria”, además de que autorizó a los tenientes de gobernador a revisar la correspondencia de las “personas sospechosas”. Además, persiguió con especial empeño a los godos y a cierto sector del clero comprometido con el absolutismo y los intereses de los sectores sociales altos (op. cit., p. 65 a 67).

 

La única manera posible de que la derecha pueda apropiarse de los héroes libertadores de pueblos es silenciando o tergiversando los verdaderos hechos que protagonizaron y especialmente ocultando que, al momento de gobernar, generaron un Estado fuerte y, en defensa de los intereses populares, controlar a los poderes oligárquicos.

 

Ninguno de las figuras macristas, alguna de las cuales confundió a Vietnam con Taiwán, fue capaz de señalar que existió sí una notable diferencia entre ambos próceres: Ho Chi Minh, además de político y militar fue poeta y San Martín solo escribió cartas con precisas instrucciones, dictó bandos de gobierno y partes de batalla y redactó las Máximas para su hija.

 

Los versos del vietnamita, escritos durante su permanencia en la cárcel entre 1943 y 1944, están en Diario de la cárcel y evidencian una sensibilidad sencilla pero comprometida con la naturaleza, las luchas y la liberación de su pueblo y sobre los grandes padeceres de la prisión.

 

Aquí va una escueta muestra de esa poesía despojada pero llena de dulzura y humanidad: Las nubes abrazan a las cumbres, y las cumbres abrazan a las nubes./ En el valle, el río brilla como un espejo, limpio e inmaculado./ Libre, cruzo las crestas de la Cordillera Occidental camino del sur,/ Y el corazón late con fuerza pensando en los antiguos camaradas. O cuando escribió: Los antiguos gustaban cantar a la naturaleza;/ Los ríos y los montes, el viento y las flores, la nieve y la niebla./ La poesía de nuestro tiempo debe cantar al hierro y al acero,/ Y los poetas, aprender a luchar en la batalla. O cuando el lirismo aflora en la miseria de la cárcel: Nada de alcohol, ni flores, cuando uno está en la cárcel./ ¡Tan hermosa la noche! ¿Y cómo celebrarla?/ Me voy al tragaluz y contemplo la luna./Por entre los barrotes, la luna me sonríe.

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