«SERÁ REVOLUCIONARIO O NO SERÁ NADA»

 

por Demetrio Iramain/

Tantas décadas después del 17 de Octubre, el peronismo quizás sea una filosofía del poder. No sería poco.

Demetrio Iramain
Para Hugo Moyano el partido Justicialista se convirtió en una «cáscara vacía», incapaz de expresar la rica pulpa que el camionero representa. Cuando eso dijo en Huracán, en diciembre de 2011, todavía no marchaba a la Plaza de Mayo con Luis Barrionuevo, ni sus protestas merecían la encendida solidaridad de la Sociedad Rural. Ahora se sabe que estaba hablando de otra fruta.
Curada en salud, la derecha aprendió a no dudar: sin demasiados giros sintácticos sostiene que cuanto más a la izquierda esté el peronismo más peronista será. Quizás leyó mejor que muchos a John William Cooke, para quien «el único nacionalismo auténtico es el que busque liberarnos de la servidumbre real: ése es el nacionalismo de la clase obrera y demás sectores populares, y por eso la liberación de la Patria y la revolución social son una misma cosa, de la misma manera que semicolonia y oligarquía son también lo mismo.» El concepto, formulado por Cooke en Cuba 52 años atrás, aún hoy sirve para entender lo que pasó en Mar del Plata hace una semana.
A propósito, el pasado sábado Jorge Fernández Díaz así tituló su columna en el diario La Nación: «Cómo nos gusta que el peronismo nos mienta.» En la nota de mención, su autor comparaba el arribo de la Fragata Libertad al puerto marplatense con la llegada a la misma orilla –pero hace 22 años– del portaviones norteamericano Kitty Hawk, transportando 50 aviones de combate en su lomo. Ilusión menemista de «Primer mundo» entonces, fantasías de «patria sí, colonia no» ahora, bajo el mismo soporte ideológico, lo suficientemente elástico, vago e impreciso como para poder contener con singular gracia dos perfiles políticos tan disímiles: el peronismo.
Lo que intriga es el título, sin embargo. Fernández Díaz se posa sobre una distancia que no convence a nadie, y apelando a la segunda persona del plural asume para sí la subjetividad de una sociedad aparentemente manipulada, engañada deliberada y repetidamente por el peronismo. A Julio Cobos, que hablaba de sí mismo en tercera persona, y siempre estuvo ajeno a casi todo (especialmente el gobierno nacional que supo integrar -que no supo integrar- durante cuatro largos años), no le habría salido mejor.
Tantas décadas después del 17 de Octubre, el peronismo quizás sea una filosofía del poder. No sería poco. Tal vez incluso menos que eso: un manual de procedimiento. De ahí que «Néstor y Cristina militaban de lejos el peronismo noventista», como dice, enojado, Fernández Díaz. Sin dudas estaban esperando su oportunidad. En la Argentina, la izquierda que se asume como tal, meramente formal y explícita, adolece de la imprescindible lectura de ese vademécum. «Todo es ilusión, menos el poder», decía Lenin. De Altamira a Giustiniani preferirían vivir de ensueños. «Todo es fantasía, menos gobernar», aportaría Kirchner. «Para los 40 millones de argentinos», agregaría, y sin neutralidades, Cristina Fernández.
Cuántos que creen “ganar las discusiones” quisieran contar con esa afiatada maquinita de mandar. Hay una izquierda que vive despotricando contra el Estado y después se casa por Civil. Pronuncia discursos con principios morales para adornar que el día de la votación mete en el sobre una hoja de papel de diario. ¿Será que aceptan dócilmente que su módico universo electoral se circunscriba a «las necias que se mueren por los charlatanes», como decía Roberto Arlt?
Con tal de existir, cierta «izquierda de derecha» se esmera en parecer otra cosa. De otro modo no se explica la insólita solidaridad de Hermes Binner con Henrique Capriles, ni la caminata por Playa Grande en bikini de Victoria Donda junto a Alfonso Prat Gay, secundados por Humberto Tumini, quien luciendo su chamise Lacoste no tuvo mejor idea que confiarle al cronista del diario La Nación que los militantes del ERP no se enriquecían como los funcionarios de La Cámpora.
Qué sorpresa enterarnos cuatro décadas después del Devotazo que al centenario diario de la familia Mitre Mario Roberto Santucho le resulta más amigable que Eduardo «Wado» de Pedro. A 40 años de las ofensivas luchas de la clase obrera, a la derecha le viene bien cualquier argumento que desmienta y contradiga a quienes quieren poner otra vez a la delantera a las clases subalternas. Está visto: el oportunismo no es sólo un recurso de los viejos habitué a la unidad básica.
Para la derecha, el peronismo será tolerable en tanto tienda hacia la conjunción entre clases objetivamente incompatibles, aunque bajo el claro predominio de la burguesía. «La reconciliación», diría Ricardo Darín. Y si no, no. Un «peronismo» que se chupe el dedo y se cuide bien de no «disparar» con 22 mensajes seguidos vía Twitter, de 140 caracteres cada uno, para responder la más corrosiva acción de prensa que haya padecido un gobierno democrático. Lo de Cristina, «una metralleta para violar la división de poderes y sitiar la justicia»; las mil tapas de Clarín y otras tantas operaciones de Magnetto contra el gobierno, el sagrado derecho a la «libertad de expresión». Singularidades de la «prensa independiente».
Las únicas pujas políticas a ser aceptadas por la derecha serán las que protagonicen las distintas facciones de la burguesía: un «peronismo» noventista y financiero enfrentado a otro desarrollista y proindustrial, que sustituya por producciones locales las mercancías hasta ayer importadas, incluso a costa de cierta inflación. Pero jamás si se resuelven crecientemente en favor de los trabajadores las contradicciones propias de toda sociedad capitalista. Eva en el billete de cien pesos, vaya y pase; su rostro mirando desafiante las calles de Barrio Norte, y comprensiva hacia Barracas, todavía; pero la distribución progresiva del ingreso, la juventud «unida y organizada» ocupando puestos clave del Estado, rejuveneciendo con nuevas prácticas transformadoras y mirada estratégica las viejas estructuras políticas y los gordos aparatos burocráticos, eso nunca.
El peronismo, mal que les pese a tantos y tantas a la derecha del escenario actual, tiene marcado desde sus orígenes otra cosa, muy distinta de lo que de Piumato a Claudia Rucci quisieran para él. Le sienta mejor la foto de Cristina en La Habana, con Nicolás Maduro y los hermanos Castro, que el forzado minué que aspiran a bailar desde Moyano hasta Mauricio Macri. Todavía hoy no pocos insisten en creer que «el peronismo será revolucionario o no será nada». Así, al menos, pensaba Eva Duarte de Perón.

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