CRISIS DE LA IGLESIA SANTIAGUEÑA: ENTRE LA LIBERACIÓN Y EL CAUTIVERIO

por Fernán Gustavo Carreras/

 
Una nueva medida del obispo Francisco Polti fue la gota que colmó el vaso. En efecto, la no “renovación del contrato” del sacerdote Roberto Murall, fue recibida con indignación por parte teólogos, sacerdotes, laicos de comunidades eclesiales de base, quienes levantaron su voz de modo formal y público. Es la primera vez que se produce una reacción semejante en el interior de una Iglesia que ha luchado de modo comprometido contra las injusticias sociales, el autoritarismo y la arbitrariedad política, las violaciones de los derechos humanos, y a la vez, guardaba un prudente silencio ante las violaciones a los derechos humanos que se producían en su propio interior.obispo polti
Pienso que hemos llegado a un punto de inflexión de un proceso que merece ser analizado. Lo que se juega parece ser la pugna entre dos modos de entender la iglesia y los mecanismos utilizados para resolverla.
Una Iglesia que se renueva.
 
Los cambios en las mentalidades y las prácticas de las distintas sociedades suelen ser lentos. Mucho más en el caso de la Iglesia Católica, institución en la que las fuerzas de conservación de tradiciones son vigorosas. En efecto, a mediados del siglo XX, el Papa Juan XXIII percibiendo la distancia que existía entre un mundo que había avanzado cinco siglos y una Iglesia que seguía pensada y estructurada sobre una concepción de cristiandad, convocó el Concilio Vaticano II, con el fin de producir su necesario aggiornamento. El Concilio que sesionó desde 1962 al 1965, fue sin duda el acontecimiento eclesial más importante del siglo: todas las áreas de la vida eclesial fueron revisadas y renovadas.
La Iglesia de cristiandad.
 
Podemos decir que el gran cambio operado en el Concilio Vaticano II fue el del modelo de Iglesia. Entendemos por modelo eclesial “la auto- conciencia que la Iglesia tiene de si misma y de su misión en una determinada época, y su modo de ser coherente con esa auto- conciencia, diferente al de otras épocas”1.
 
El modelo de Iglesia de cristiandad, ha sido el de más larga vigencia histórica antes de la renovación ocurrida en el Vaticano II. Se inicia con la conversión al cristianismo de Constantino (año313) A partir de dicho acontecimiento, la Iglesia pasa de ser una Iglesia de los pobres, a ser la religión del estado, ocupando el lugar de las antiguas religiones. De ese modo no sólo justificará la sacralidad del imperio, sino que asumirá sus formas organizativas. En tal sentido se concebirá a si misma como “sociedad perfecta”, paralela a las organizaciones civiles. Así como la Monarquía es autosuficiente para conseguir los fines temporales, la Iglesia se concibe como autosuficiente para conseguir el fin espiritual. Al igual que la monarquía que es “poder o gobierno de uno solo”, la Iglesia se organiza en forma jerárquica piramidal. El pseudo Dionisio afirma que la naturaleza y jerarquía de la Iglesia son reflejo de la jerarquía celestial. El Papa, los Obispos y Sacerdotes son “los que saben”, el pueblo “escucha, aprende y obedece”. Los ministerios sagrados dejan de ser “servicios” y se transforman en poder y privilegio. Dos consignas significativas de este modelo serán “Salva tu alma” y “fuera de la Iglesia no hay salvación”. De este modo se identifica Iglesia – Reino. Entonces todo tiene que ser pensado desde la Iglesia, se siente dueña de la verdad y por eso quiere dirigir la sociedad. Este será el modelo que llegará hasta nosotros con la conquista y colonización de América, que integrará las nuevas colonias a la Cristiandad Hispano Lusitana, constituyendo la cristiandad colonial.
 
La formación de la modernidad europea, fue un proceso de progresiva secularización, en la que confiando en que “por el uso de la razón se alcanzaría la libertad y la felicidad”, el hombre fue rompiendo lazos contra todo lo que sujetara su autonomía. La revolución francesa (1789) marcaba el fin de la monarquía absoluta, y la Iglesia de cristiandad sufría una fuerte crisis, ya que estando ligada al poder de los reyes recibía todos los ataques que los cambios políticos hacían contra la monarquía. Lo mismo ocurría en América Latina al producirse las independencias nacionales, la Iglesia ligada a la corona española y portuguesa fue perdiendo privilegios, poder social, político y económico. Desde entonces el esfuerzo será por volver a la situación perdida. La crisis mundial del 1929 da pie para un nuevo posicionamiento de la Iglesia que se denomina de “neo-cristiandad”. El nombre obedece a que en cuanto a organización interna y relación con el mundo y el reino no se producen cambios significativos, pero hay una adaptación a las nuevas circunstancias históricas. Es decir, la estructura continúa siendo verticalista, y clericalista, a la vez que al perder poder político se pacta con los dirigentes de las naciones a fin de obtener libertad y ayuda económica para la obra evangelizadora. Los laicos se convierten en la prolongación del brazo de la jerarquía en el mundo. Se apuesta a la evangelización de las élites como camino para vertebrar cristianamente la sociedad. Se busca que la religión católica sea reconocida como religión oficial en cada país, se procura recuperar el poder político a través del laicado. Es una reedición de la Iglesia de cristiandad pero superando la monarquía, y abriéndose a la participación democrática a la que se ve como un valor.
Impulso renovador del Vaticano II.
 
La renovación iniciada en el Vaticano II constituye un volver a las fuentes, en un doble movimiento, purificarse de muchos elementos asumidos a lo largo de una existencia de siglos, para ser más fieles al espíritu fundacional. En tal sentido, superando el modelo clerical la Iglesia se reinterpreta como “Pueblo de Dios”, “pueblo sacerdotal” (LG capitulo II, Nº 10-11). Esto implica reconocer la igual dignidad de todos los cristianos. La Jerarquía está dentro del “Pueblo de Dios” y a su servicio (LG, capitulo III). Los laicos y religiosos merecen una atención especial del concilio. (LG IV y VI).
En relación a la sociedad contemporánea, el concilio expresa que “los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de los que sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (GS 1). Declara que es deber de la Iglesia “Interpretar los signos de los tiempos”, es decir de la historia humana para poder dialogar con la humanidad. Reconoce la “autonomía de las realidades temporales” (GS 36), y que la Iglesia tiene mucho que aprender de la humanidad (GS 44)
Por otra parte, la Iglesia reconoce que ella no es el Reino de Dios, sino que “tiene la misión de anunciar el Reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos” (LG I, 5), y que en su peregrinar, también ella necesita de continua purificación (LG 8)
Un nuevo modo de ser y hacer Iglesia.
La renovación operada en el Vaticano II, es asumida y actualizada para América Latina fundamentalmente a partir de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano reunida en Medellín. En este documento se puede reconocer algunas insistencias: Señala la situación de dependencia de los países latinoamericanos, de donde resulta que “nuestras naciones no son dueñas de sus bienes ni de sus decisiones”. En paralelismo con la situación de esclavitud del pueblo de Dios en Egipto, señala que “Un sordo clamor brota de millones de hombres pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte”. Y denuncia “Llegan también hasta nosotros las quejas de que la jerarquía, el clero, los religiosos, son ricos y aliados de los ricos”. Por todo ello “queremos que la Iglesia en América latina sea evangelizadora de los pobres y solidaria con ellos”. “Debemos agudizar la conciencia del deber de solidaridad con los pobres… esta solidaridad significa hacer nuestros sus problemas y sus luchas, saber hablar por ellos”.
Coloca a las CEBs como la versión Latinoamericana de la Iglesia local, solidaria con los sencillos. Insiste en que los pobres sean el centro de la comunión y misión, ella escucha el clamor del pueblo que sufre y se compromete priotariamente con su causa. Se preocupa menos por lo que pasa dentro de sus muros eclesiásticos, sus derechos, sus privilegios, y más por los derechos y necesidades de la mayor parte de la humanidad que se vuelve desechable en la sociedad dominante”2.
Ahora bien, ¿cómo caracteriza Medellín a las Comunidades Eclesiales de Base? Señala que en ellas el cristiano experimenta “la vivencia de la comunión”. Ella es, “una comunidad local o ambiental, que corresponda a un grupo homogéneo, y que tenga una dimensión tal que permita el trato personal y fraterno entre sus miembros… La comunidad cristiana de base es así el primero y fundamental núcleo eclesial, que debe, en su propio nivel, responsabilizarse de la riqueza y expansión de la fe, como también del culto que es su expresión. Ella es pues célula inicial de estructuración eclesial, y foco de evangelización, y actualmente factor primordial de promoción humana y desarrollo” (Medellín, Pastoral de Conjunto Nº 10). Esta perspectiva se profundiza y actualiza en la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano reunida en Puebla de los Ángeles, México el año 1979. Allí se desarrolla en forma amplia la teología de las CEBs a la que dedica más de dieciocho números.
Inicios de las CEBs. En la diócesis de Santiago del Estero.

La tensión entre los diferentes modelos de Iglesia ha sido fuerte y persiste aún en Santiago del Estero. Tensión que se expresa en otras que de ella se derivan, tales como orden espiritual vs. Orden temporal, pastoral de élites vs. Pastoral popular, movimientos vs. Instituciones, etc. Cuestiones que por no estar claramente planteadas y discernidas desde sólidos criterios teológicos, derivan en modas pastorales o la que cada uno cree que debe implementarse, sin alcanzarse una acción de conjunto.
Mons. Manuel Guirao que arribó a Santiago del Estero en 1981 para tomar posesión de la Diócesis vacante por fallecimiento de Mons. Manuel Tato, se preocupó desde el comienzo por intentar pensar y articular una pastoral de conjunto. La iniciativa fue recibida con interés, sin embargo, la falta de criterios teológicos comunes, y de una metodología para encausar un proceso de dialogo que permita superar las diferencias y alcanzar acuerdos básicos, impidió que se concretara una pastoral de conjunto. No obstante se dieron pasos importantes.
En ese contexto, El Pbro. Alwin Nagy asume como párroco de la Parroquia del Espíritu Santo, erigida en el barrio Ejercito Argentino. Y en forma silenciosa pero decidida fue desarrollando un proyecto de parroquia conforme a unos criterios muy claros, un método eficaz, y enorme paciencia. Los pasos fueron: misión bíblica familiar, y catequesis familiar3.
Nacen las CEBs y son asumidas por la Diócesis.
Frutos de la Misión y la Catequesis Familiar fueron las CEBs. Eran tiempos difíciles, estábamos viviendo en plena dictadura militar. Desde los altos mandos castrenses se había advertido que las comunidades eclesiales de base no eran otra cosa que células marxistas de preparación para la violencia revolucionaria. Esto provocó que no se hable de las CEBs., no se las estudie, y mucho menos se intente implementarlas. Se asociaba teología de la liberación a infiltración marxista, y a las CEB como focos revolucionarios.
En tal contexto, Alwin Nagy no habló de su proyecto, lo implementó silenciosamente. No le puso nombre, lo mostró. Mons. Manuel Guirao fue a visitar la parroquia del Espíritu Santo, recorrió distintas comunidades, y quedó profundamente impresionado. En la reunión de presbiterio expresó: ¡Uds. Nos se imaginan lo que he visto en la parroquia del Espíritu Santo! ¡Eso es iglesia! ¡Eso es comunidad, esos son servidores laicos!
Las semanas de Pastoral.
 
Esta perspectiva se fue generalizando. Muchos sacerdotes, entre los que podemos mencionar a Enrique Hisse, Raúl Llugdar, Raúl Ibarra, Julio Sabagh, Sergio Lamberti, Marcelo Trejo, Giorgio Quaglia, Umberto Gosparini, Benjamin Ricarte, junto a miembros de órdenes y comunidades religiosas, como los Presbíteros. Gabriel Collins, Claudio Paggi, Juan Pablo Berra, Gerardo Ramos, Guillermo Fernandez Beret, las hermanas Margarita, Evangelina, Gabriela, entre muchos otros y otras, animadores laicos de comunidades urbanas y rurales, miembros de la sociedad civil que no integran organizaciones eclesiales, asumieron la tarea de ir construyendo una pastoral desde una opción preferencial por los pobres4. En tal sentido fueron claves las distintas semanas de pastoral.
En la imposibilidad material de realizar una descripción detallada del proceso, me parece oportuno señalar dos datos importantes:
 
* El primero tiene que ver con una activa participación de la Iglesia diocesana en los problemas sociales del momento conflictivo que vivía Santiago del Estero durante el gobierno (desgobierno) de Aldo Mujica. Entre ellos, la lucha por una más justa distribución de la tierra y los bienes, en coherencia con las enseñanzas de Medellín y Puebla. En todo ello coordinando con ATE – CTA, el MOCASE y otras organizaciones sociales.Las marchas cotidianas hacia la casa de gobierno reclamando el pago de haberes, los grupos de oración instalados en las oficinas públicas fueron el caldo de cultivo de un proceso que culminó el 16 de diciembre de 1993 con la quema de la casa de gobierno, y las casas de los funcionarios responsables del caos político económico que vivía la provincia.
 
* El segundo hecho que quiero señalar es la profundización de este proceso con la asunción del gobierno diocesano por parte de Monseñor Gerardo Sueldo (1993-1998) y la continuidad del proceso por parte de Monseñor Juan Carlos Maccarone (1999- 2005)
En sucesivas semanas de pastoral se fue plasmando y explicitando el objetivo diocesano:
«madurar una Iglesia santiagueña comunitaria y misionera, pobre y solidaria que se nutre de la Palabra de Dios y los sacramentos para los que tienen la vida y la fe amenazadas«.
 
Este objetivo marcó claramente un rumbo del que no se movió la Iglesia diocesana. Fueron épocas en que Santiago del Estero descollaba entre las diócesis del NOA por su organización comunitaria y su compromiso sociopolítico al servicio de los que tienen la vida y la fe amenazadas. .En ese contexto es que vinieron a la diócesis numerosos sacerdotes de otros puntos del país, entre ellos Roberto Murall.
A fin de clarificar estas afirmaciones explicitaré algunos puntos:
Proceso de renovación al interior de la Iglesia.
 
El proyecto desplegado de este modo tenía como horizonte un modelo de parroquia como “comunidad de comunidades”, según la eclesiología explicitada en los documentos de Medellín y Puebla. Ahora bien, ¿en que consistía la novedad? Trataremos de describir el aporte renovador de las CEBs en la vida interna de la Iglesia, y luego en las relaciones Iglesia sociedad. A tal efecto, compararemos este modelo con el concepto de parroquia heredado del modelo de cristiandad.
La pastoral de cristiandad privilegio lo territorial en la definición de parroquia. Así se describe a la parroquia como una parte del territorio diocesano que tiene iglesia especial, vecindad o pueblo, y rector propio (párroco). “Entre nosotros, la casi totalidad de las parroquias vienen a ser un estructura de la Iglesia que cumple exclusivamente esa tres funciones: templo donde se reúnen los cristianos, entidad jurídico-administrativa y lugar para la atención de los servicios religiosos (sacramentos, misas, entierros…) La “comunidad parroquial” en la práctica no existe, ya que se basa en lo meramente territorial, sobre todo en las ciudades. No es una comunidad sino una “colectividad”. Las relaciones personales son casi nulas, ya que las diferenciaciones de rango social, de instrucción, de ingresos, de intereses… son muy profundas. Al no ser una comunidad natural, las personas mutuamente se ignoran y los lazos de solidaridad son prácticamente nulos. No hay tampoco proyectos comunes, ya que el territorio, por sí, no engendra lazos de unión entre sus miembros, sino la libre elección de cada uno”5.
En la perspectiva postconciliar y latinoamericana la Parroquia queda configurada como “comunidad de comunidades”, el eje territorial queda desplazado para ponerse el centro en lo comunitario. De este modo, la parroquia se constituye en “un conjunto pastoral vivificador y unificador de las comunidades de base”6. “Es centro de coordinación y animación de comunidades, grupos y movimientos”7. Este giro comunitario implica un proceso que transforma a la parroquia en una red de comunidades que descentralizan la estructura y los ministerios eclesiales. José Marins y Teo Trevisan, teólogos y eminentes maestros en este nuevo modelo eclesial, subrayan distintos niveles de descentralización: geográfica: “del templo a la calle”, social: “de las élites al pueblo”, Ministerial: del centralismo a la participación, de la clave de referencia: “de los individuos al nuevo pueblo de Dios”, teológica: “de los expertos a una comunidad que hace teología”, cultural: “del monopolio a la catolicidad”.
Basta visitar una parroquia organizada según este modelo para encontrar las profundas diferencias con el modelo parroquial de cristiandad de enorme vigencia en la actualidad. En el nuevo modelo, la parroquia está al servicio de las CEBs. Y no a la inversa. “Los ministros (párroco, sacerdotes) no son los que dan órdenes o proponen servicios, programas que se les ocurre o porque están de moda, sino los que asesoran el camino de las CEBs., confirmando, completando o purificando su proceso. Esto no significa que no tienen una palabra específica por su ministerio y responsabilidad. Palabra segunda no significa secundaria”8.
Renovación en relación a la acción sociopolítica de la sociedad santiagueña.
La pastoral de cristiandad se movía dentro de categorías dualistas. Divide la realidad en dos elementos totalmente diferenciados: el espiritual y el material. En esta mentalidad la Iglesia no se mete en política y el ser humano se hace cristiano para “salvar su alma”. Hoy, junto a los residuos del modelo de cristiandad encontramos la vigencia masiva de un “neoespiritualismo”. Éste, “privilegia lo Espiritual (entendiéndose oraciones, gestos, símbolos) más que lo social. Lo masivo no lo comunitario. Lo extraordinario, no lo común y corriente de la vida. La gran asamblea y no los grupos y el equipo. Lo emocional y lo sensible, la adhesión anónima y no las convicciones. El evento, más que el proceso”9. “Pastoral que obedece a una formula de éxito: mucha emoción, poca razón (1Ped 3,15). Sigue las exigencias de la Mass –Media, que sólo quiere atraer muchedumbres para vender los productos, no quiere formar ni comunidad, ni ciudadanos, solamente consumidores”10.
El nuevo modelo eclesial estructurado a partir de este proceso de renovación pastoral integra y no divida las distintas esferas de la vida. En tal sentido asume radicalmente el principio cristológico “Lo que no ha sido asumido no puede ser redimido”. Dicho en forma positiva, Dios al hacerse hombre asume toda la realidad humana para redimirla. Del mismo modo, las Comunidades Eclesiales de Base integran desde la Fe, el área de lo espiritual, el área de lo humano-afectivo y el área de lo material. El área de lo humano implica la redención de las relaciones interpersonales pasando de relaciones egoístas y calculadoras a relaciones fraternas de amistad, solidaridad, y participación. El área de lo material implica que la realidad social, económica y política con sus desequilibrios y conflictos, que afectan nuestra vida, no puede ser ajena a la Fe. Por el contrario, esta realidad entra como parte integrante en la vida de las CEBs. Las que en cada reunión analizan la realidad (Ver) la interpretan a la luz de la palabra de Dios: ¿qué dice la palabra a esta realidad? ¿cómo la juzga? (Juzgar). En oración eleva esta realidad, problema, desafío, y le pregunta a Dios, ¿ante esta situación, qué debemos hacer? (Momento del obrar) Es decir, la realidad entra en la esfera de la Fe y desde allí salen compromisos, energías, acciones para contribuir a transformar esta realidad de acuerdo a los criterios del Reino. Finalmente el núcleo de una comunidad es la Fe que articula y vivifica todas las otras esferas, impregnándolas de la palabra y la gracia de Dios.
En los últimos treinta años, a partir de la emergencia de un modelo de Iglesia latinoamericana que opta por los pobres, los santiagueños hemos podido apreciar cuanto ha incidido la vida cristiana en el orden social y político. Seria necedad no reconocer lo realizado en este aspecto en la historia anterior de nuestra Iglesia. Lo novedoso que trajo el nuevo modelo pastoral y las CEBs. Ha sido el haber generado una transformación sociopolítica desde las bases. Es decir desde aquellos que no tenían acceso al “poder” entendido como “mando”, comenzaron a construir un nuevo poder entendido como “potencia o capacidad para hacer juntos”. Así se generó la pastoral social, la pastoral de los derechos humanos, pastoral de la salud, pastoral de la tierra, etc. La intervención pública de la Iglesia en problemas que afectan a todos como la cuestión campesina, conflictos obreros, la lucha contra el espionaje y el atropello político, el protagonismo de sacerdotes y grupos cristianos en los reclamos que condujeron al “santiagueñazo” y en las “marchas” por el esclarecimiento del doble crimen de la Dársena. En todo este proceso estaba en juego la coherencia con una serie opciones que se fueron tomando, entre ellas la de ser una Iglesia al “servicio” de los que “tienen la Fe y la Vida amenazadas”.
Un “Accidente” y un “escándalo” moral.
En todo este periodo, la pastoral diocesana adquirió un prestigio inusitado, la muerte de Monseñor Sueldo, con características de martirio11, fue vivida como una tragedia provincial12, la asunción de Juan Carlos Maccarone fue recibida como una promesa de continuidad, cosa que en los hechos ocurrió.
Entre las oscuras historias que permanecen aún sin suficiente clarificación, el segundo golpe en el corazón del proceso fue el escándalo originado a partir de un video que publicaba escenas de la vida privada del obispo que lo mostraban en situación incompatible con su dignidad y ministerio.
Maccarone tuvo un protagonismo inusitado en la vida política provincial y nacional. A nadie escapa que fue artífice de la última intervención federal que liquidó definitivamente al juarismo. Y en el orden nacional fue quien impulsó las “mesas de dialogo” como método estratégico para enfrentar la crisis inédita que vivía el país a fines del gobierno de De La Rúa. Todo ello auguraba una ascendente carrera episcopal. El escándalo fue precedido de amenazas, pan fleteadas, y escuchas telefónicas para intimidarlo. Se lo veía angustiado, y realizando anticipos de que algo terrible le iba a ocurrir13.Salvando las distancias que caracteriza a toda analogía, al igual que en la crucifixión de Jesús, la tortura moral que sufrió el obispo que cuando asumió la diócesis los hizo con temor y temblor, fue obra de enemigos, amigos y hermanos14. De lo que no quedan dudas es que de este hecho se sacarían los motivos para desarmar el proceso.
El camino de regreso.
Con la experiencia de lo ocurrido en otras regiones del continente latinoamericano, era de esperar lo que fue aconteciendo. La designación de un obispo del Opus Dei, era un mensaje inequívoco de que se trataba de revertir un proceso. En efecto, puedo citar el caso reciente de lo ocurrido en la prelatura de Sucumbios, en donde el obispo Gonzalo López Marañón, después de cuarenta años de una labor pastoral de infatigable compromiso con los pobres, fue reemplazado por los Heraldos del Evangelio. Una congregación religiosa conservadora de derecha, cuyo origen se remonta a la organización de fanáticos conocida como “Tradición, familia y propiedad”. Tan grave fue el acontecimiento que tuvo que intervenir el mismo presidente Rafael Correa, quien a la vez que condecoró a don Gonzalo por su actividad en defensa de los derechos humanos en el Ecuador, expulsó a los heraldos por realizar actividad política incompatible con el proceso liberador que vive ese país.
En nuestro caso, se dieron una serie de situaciones nuevas. La caída del juarismo, el éxito electoral y político del gobierno de Zamora. El silenciamiento de los opositores que no pueden hacer públicas sus críticas por el silencio impuesto por los medios masivos de comunicación.
Desde su llegada Monseñor Polti fue tomando una serie de medidas fríamente pensadas para desmontar un proceso. El método fue el dejar “hacer” y “no confrontar” para aparentar que nada cambia. Entre las medidas tomadas podemos señalar: continuos cambios de párrocos con la finalidad de disolver decanatos con afinidades pastorales. Traer e incorporar a la diócesis sacerdotes del Opus Dei asignándoles lugares de confianza y responsabilidad. Tuvo que tomar medidas conflictivas, para lo que apeló a una aplicación del derecho que no pondera las circunstancias. Entre ellas puedo señalar tres que sobresalen por su trascendencia:
La primera, la no renovación del contrato del presbítero Alwin Nagui, sacerdote alemán impulsor de las CEBs, a quien se le vencía un contrato con la diócesis misionera de Rotemburg, que por otra parte había sido renovado por Monseñor Maccarone y solo restaba la aprobación del nuevo obispo. El segundo hecho conflictivo fue la suspensión del estado clerical del presbítero Ariel Álvarez Valdés, por su interpretación de la Biblia. Cabe señalar que las enseñanzas del padre Álvarez Valdés consisten en la aplicación de criterios hermenéuticos conformes a la más ortodoxa lectura de la Biblia que usa de las modernas teorías exegéticas para entender y explicar los antiguos textos sagrados.
Fidelidad en el desierto.

Estas decisiones fueron tomadas en medio de la perplejidad y el silencio del presbiterio. Parecía que los santiagueños volvíamos al silencio de la etapa juarista. Algo semejante a lo sucedido en la década de los noventa a nivel mundial cuando cae el régimen comunista y se impone el proceso neoliberal. Parecía que no había lugar para la palabra liberación, y solo cabía reflexionar en contexto de cautiverio.
Pero no era así en aquella época y tampoco en nuestro presente. La gota que colmó el vaso fue la virtual expulsión del padre Roberto Murall, con características idénticas a lo que ocurrió años antes con Alwin Nagui. Es decir basada en la letra del derecho enmascarando las motivaciones reales. Ante este hecho, reaccionaron en forma simultanea teólogos, presbíteros, organizaciones de sacerdotes y religiosas, las CEBs. Por mencionar los que tomaron estado público. En las reacciones de modo valiente, y sincero, se interpela al obispo acusándolo de obrar por ideología y no desde criterios evangélicos. Se le solicita que revea la medida y cambie de estrategia para restablecer la comunión en la Iglesia local…
Esto pone de manifiesto una vez más que el proceso de una pastoral liberadora iniciada hace más de veinte años atrás no está muerto. Que queda mucho fuego debajo de las cenizas. La vida de la fe tiene ciclos de cautiverio, de lucha y de liberación. El “desierto” es un paso duro, doloroso, pero es un paso, el final es la libertad. El proceso es de angustiosa lucha de liberación. La valentía y sinceridad expresada en las notas de adhesión al padre Roberto Murall muestran no sólo un momento de quiebre en un viejo modelo de Iglesia, que tiene grietas por todas partes, sino la existencia de una semilla de libertad que resiste porfiadamente sin dejarse aniquilar.
Fernán Gustavo Carreras.
Doctor en Filosofía.
 
1 José Marins- Teolide M.Trevisan, ¿Sueño Bonito o realidad en camino?, Editorial Enrique de Ossó, México, 2000, pg. 12
2 José F. Marins- Teolide M. Trevisan, ¿Sueño Bonito o realidad en camino?Editorial Enrique de Ossó, Guadalajara, México, año 2000, pg.79.
3 Explicito este proceso en mi trabajo A Veinte Años Del Primer Encuentro Nacional De Las Cebs En Santiago Del Estero (Año 2007)
4 Resulte imposible mencionar a todos/as las personas consagradas y laicas que tomaron parte activa en este proceso, por lo que pido disculpas por las omisiones inevitables.
5 Gregorio Iriarte, ¿Qué es una Comunidad Eclesial de Base?, Ediciones Paulinas, Bolivia 1983, pg. 44.
6 Medellín XV, 13.
7 Documento de Puebla Nº 644.
8 J.Marins. T. Trevisan, Ibid. pg. 183.
9 Ibid. pg. 67.
10 Fray Betto, Carta al Padre Marcelo Rossi. S.Paulo, 20 de noviembre de 1998.
11 Para muchos el accidente que causo la muerte del obispo fue un atentado.
12 No olvido las palabras de un joven dirigente político que expresaba ante los restos del obispo “parece una fatalidad”. Por otra parte, frente al dolor por lo incomprensible del hecho, hubo grupos juaristas que festejaron el hecho como una victoria de guerra.
13 En esos días falleció en un accidente un joven sacerdote misionero, recuerdo su comentario ante el féretro: “quisiera estar en su lugar”.
14 ¿Quién es responsable de la crucifixión de Jesús? Paganos (Autoridades romanas) , judíos (sumos sacerdotes y sanedrín) y cristianos (Judas)”. Incluso los que no tomaron parte activa en el hecho obraron con cobardía. Del mismo modo, el entramado de responsables que estuvo involucrado en el atentado moral que señalamos, incluye a servicios de inteligencia, laicos comprometidos, y miembros del orden jerárquico.

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