EL DÓLAR EN ARGENTINA

Después de diez años de crecimiento económico y previsibilidad cambiaria, y en un contexto de crisis mundial que ha llevado a la depreciación de la moneda estadounidense: ¿Por qué muchos argentinos siguen apostando al dólar?

por Soledad GuarnacciaEL DOLAR EN ARGENTINA

Recientemente, Mercedes Marcó del Pont anticipó que uno de los desafíos del 2013 es profundizar el tratamiento de la «obsesión argentina» por el dólar. Desalentando las versiones que anunciaban que el año nuevo acarrearía la flexibilización de las restricciones a la compra de divisa norteamericana, la titular del Banco Central especificó que el objetivo prioritario es orientar el ahorro nacional hacia fines productivos. La apuesta es ambiciosa: la profundización de las medidas tomadas desde fines de 2011 estaría destinada no sólo a proteger variables macroeconómicas claves en un contexto de crisis mundial sino también a transformar patrones de conducta socialmente extendidos. ¿Por qué muchos argentinos apuestan al dólar?

Es difícil fechar un comienzo; ya en la década del cincuenta, Perón preguntaba desde el balcón de la Casa Rosada: «¿Quién de ustedes vio alguna vez un dólar?». Sin embargo, la opción por el dólar encuentra un punto de inflexión con la gestión de Martínez de Hoz como Ministro de Economía de la última dictadura cívico-militar.

Y es que durante ese período se decidieron transformaciones estructurales por las cuales, en detrimento de la producción, se consolidó a la valorización financiera como el patrón de acumulación de los grupos dominantes. La incidencia de estas transformaciones es notable: nuestro país lidera el ranking de cantidad de dólares por habitante fuera de Estados Unidos, lo que significa que hay tantos o más dólares que en China o Rusia, pero con una población y una economía notoriamente más pequeña.  
No es del todo cierto que el temor a perder lo que se tiene sea la única razón de la apuesta al dólar. Sobre todo cuando ese comportamiento se mantiene en tiempos de crecimiento.

Consideradas de manera aisladas, las explicaciones usuales se demuestran insuficientes. Por ejemplo, suele decirse que la gente compra dólares para ganar la “carrera contra la inflación”. Sin embargo, esta versión no explica cuál es específicamente el poder de atracción que tiene el dólar frente a otras opciones, más aún cuando actualmente no resulta la más ventajosa.

Otra explicación, todavía más extendida, es que una parte de los argentinos apuesta al dólar como forma de prevenirse ante escenarios de crisis, ya sean reales o imaginarios. El dólar sería así un “refugio” para aquellos que perciben que el horizonte de la crisis no termina de disiparse, aún cuando la Argentina verifica casi diez años de crecimiento económico y previsibilidad cambiaria. Sin embargo, esta explicación también es problemática porque es difícil de generalizar. De hecho, no puede explicar el comportamiento histórico de destacadas fracciones de la “burguesía nacional”. Diversas investigaciones muestran que este sector ha encontrado, desde mediados del siglo XX, oportunidades de negocios generadas justamente a partir de las sucesivas crisis. La compra de dólares y la fuga de divisas al exterior serían más bien mecanismos de enriquecimiento, la “etapa superior” de una “burguesía” con una mentalidad predominantemente “extractiva” y “rentista” antes que “productivista”.

¿La hipótesis del dólar como “refugio” es válida para describir el comportamiento de los pequeños ahorristas? Probablemente aquí tenga mayor asidero. Sin embargo, sigue siendo insuficiente, porque no es del todo cierto que el temor a perder lo que se tiene sea la única razón de la apuesta al dólar. Sobre todo cuando ese comportamiento se mantiene en tiempos de crecimiento. En este caso, no hay que descartar la idea de un componente “imitativo” de los pequeños ahorristas hacia las prácticas especulativas de los sectores dominantes. Si la hipótesis de la “mímesis” es verosímil, la compra de dólares no indicaría sólo un temor a perder sino también un deseo de parecerse a un otro poderoso.
La “mímesis” nos ofrece pistas para pensar, por ejemplo, cómo pudo ser posible que en los años noventa una fórmula inverosímil como “un peso, un dólar” haya sido tan profundamente aceptada. El poder que tuvo la convertibilidad no dependió solamente de su “capacidad” para conjurar los fantasmas de la hiperinflación; también se ofreció como un dispositivo tendiente a satisfacer una fantasía que hace estragos en tiempos de colonialismo cultural: justamente, el deseo de parecerse a un otro poderoso. Aunque sin sustento en la economía real, la fórmula “un peso, un dólar” representó una muy penetrante manera de equiparar a la Argentina con Estados Unidos. La asociación de la Argentina con ciertas naciones identificadas como “civilizadas”, antes que con la suerte del continente sudamericano, es un mito creado por las elites letradas argentinas del siglo XIX. En la historia reciente, la búsqueda de dólares es también una forma de rendir tributo a ese viejo mito.
El poder que tuvo la convertibilidad no dependió solamente de su “capacidad” para conjurar los fantasmas de la hiperinflación

De este modo, para dar la batalla contra la compra de dólares hay que ir en la búsqueda de otros mitos. El éxito de la reciente oferta de obligaciones negociables de YPF para pequeños ahorristas es un indicio de que la historia argentina, en especial, la de su clase trabajadora, portan una cantera de símbolos a retomar y resignificar. Símbolos que permitan construir los nuevos mitos que solicita la Argentina de hoy.

Telam

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