La situación fue mas que burda. Un periodista defendiendo su derecho a informar y un representante de los vecinos de Candelaria demostrando un preocupante autoritarismo y una descomunal ignorancia sobre la libertad de prensa. Es que los autoritarios se permiten ser burros y fundamentalmente pelotudos. Y es sabido que la pelotudez aflora en el momento menos oportuno. Luna le estaba leyendo un artículo de la Constitución Provincial, cuando su humanidad recibió una andanada de puñetazos. Quien es la autoridad del Concejo Deliberante demostró que no es honorable. Eso si: brutalmente ignorante. Solicitaba el título de periodista, para poder cubrir la sesión. Da vergüenza ajena su manera de proceder. Es una afrenta a estos tiempos de democracia. Pareciera ser un nefasto personaje de los que gobernaron el país entre 1976 a 1983.
El edil Jorge Peña, por lo demostrado, no tiene títulos que avalen su don de gentes. No sabe relacionarse y es antipático. Debería reflexionar y a una semana de este hecho aberrante debería renunciar al mandato que le otorgó el pueblo de Candelaria. No debe esperar que la justicia y sus pares lo condenen. Se autocondenó. Su conducta fue bochornosa. Le hizo un terrible daño, primero a las víctimas de su violencia, luego a su familia, a su comuna, a la provincia de Misiones y a la patria toda. Ni que hablar a su color partidario: la Renovación. Peña no solo agredió a periodistas, agredió a la democracia.
No hay costado por donde poder justificar su torpeza. Desde todos los sectores llovieron los repudios a su accionar. Sindicatos, cámaras patronales, concejales, diputados nacionales y ex gobernadores de otras provincias. El mismísimo gobernador Maurice Closs, trató el tema con representantes de periodistas.
«No podríamos estar de acuerdo con eso nunca», dijo Closs, por mas que: «venga la piña desde donde venga, ligue quien ligue”. Lo cierto es que los mandobles del poco gentil, concejal Peña, nos dolieron a todos los que habitamos en esta tierra «sin mal».
El Libertador en Línea
