VECINOS DE PUERTO RICO PIDEN UN CÓDIGO DE NOCTURNIDAD

La presentación se haría el próximo martes, en ocasión de la reanudación de las sesiones ordinarias del Legislativo Comunal, tras el receso de verano que arrancó a fines de diciembre. En una nota que circula en la localidad, a fin de conseguir la adhesión de ciudadanos de todos los ámbitos de la sociedad, los líderes del reclamo hablan del “estado caótico y sin control en el que se encuentran algunos lugares de la ciudad, ante la falta de una herramienta legal para la intervención policial, en salvaguarda de la paz pública, el derecho al descanso de los vecinos, la igualdad de oportunidades de transeúntes, la protección de nuestros jóvenes y el respeto al derecho del otro”, los que a consideración de los peticionantes, “deberían ser algunos de los motivos para legislar un Código de Nocturnidad”.

Los incidentes que se produjeron en el lugar entre quienes pasan noches enteras allí y los trabajadores que, en plena madrugada, se dirigen a sus puestos de labor; la irrupción de jóvenes de Jardín América –donde a instancia de las autoridades comunales la Policía disuadió toda concentración-, como así de otras localidades vecinas, sumados a la acumulación de basura, gritos, peleas, música a alto volumen, picadas, aceleradas de motos y autos con escapes libres, entre otros, hartaron a los residentes en la zona, quienes optaron por pedir concretamente la redacción y puesta en vigencia de un Código de Nocturnidad.

El inicio de todo
La situación que se denuncia y motiva el pedido de legislación ya arrancó hace muchos años, cuando en este municipio se puso de moda las reuniones masivas de fines de semana entre jóvenes y no tan jóvenes en el Arco de Acceso, a la vera de la ruta Nacional 12, con el potencial riesgo de accidentes, aunque la zona no es residencial. Allí algunos se divertían pero la mayoría apelaba al consumo de alcohol principalmente, pero también se desataba una suerte de competencia entre quienes tenían equipamiento de audio en sus autos o los vehículos de los padres en los que algunos menores que llegaban al lugar.

Ese grupo de no más de 300 personas, sobre una población de 20 mil habitantes, lideraba las reuniones más masivas en Navidad y Año Nuevo en ese lugar. Pero a partir de la labor del Foro Social local, el Concejo Deliberante aprobó una Ordenanza que prohibió el estacionamiento vehicular en la zona, con lo cual se disuadió la concentración en dicho lugar.

Disconformes con la disposición y con la anuencia del Cura Párroco, el grupo empezó a concentrarse sobre la céntrica avenida San Martín, frente al edificio Municipal y a la Parroquia San Alberto Magno, donde las mañanas de todos los fines de semana o días no laborables, los residuos –especialmente envases de bebidas alcohólicas-, se transformaban en parte del paisaje que veían quienes asistían a la misa de la mañana –los feligreses también tenían que toparse con personas ebrias-, el resto de los vecinos y hasta los turistas que, ocasionalmente, ingresaban a la ciudad. Allí comenzaron las quejas por ruidos molestos que se reiteraban con cada vez más frecuencia, ya que en el nuevo lugar elegido es una zona de mayor cantidad de residentes.

La construcción de las nuevas veredas sobre ambas márgenes de la avenida San Martín desmanteló lentamente la concentración en el sector citado y trasladó automáticamente al grupo a la zona más céntrica de la ciudad, donde la residencia de habitantes es mayor aún. Allí las reuniones de jóvenes y no tan jóvenes durante el verano que está concluyendo pasaron a ser diaria, los ruidos y el desorden se multiplicaron, al igual que la queja de los ciudadanos que, hasta ahora no tuvo eco entre las autoridades.

 

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