BRASIL Y ARGENTINA SE HACEN CARGO

Era inevitable y necesario que los representantes de la defensa de las dos locomotoras de Latinoamérica hicieran saber al mundo que la Alianza Estratégica que los une alcanza también a la Defensa Continental y al desarrollo de una industria afín a ella.

Era necesario porque, en el contexto internacional de crisis, las naciones centrales parecen haber encontrado en la regresión colonialista una salida a sus déficit. Dicho de otra forma, la manera desesperada de compensar su carencia natural de riquezas las ha llevado a utilizar su poderío armamentístico para proveerse de ellas por la fuerza en los países de la periferia.

También era inevitable por cuanto con ese accionar -legitimado desde una discutida Organización de Naciones Unidas- los países centrales se han convertido a los ojos Suramericanos en verdaderas hipótesis de conflicto, merecedoras de un mensaje disuasorio.

Del lado sudamericano parece darse –en materia económica- la antítesis de la desesperación central. El hecho de haber construido durante la última década mecanismos para protegerse de los alcances de la crisis neoliberal les permite a nuestros países trazar hoy –con algo más de tranquilidad- estrategias combinadas de mediano y largo plazo de concreción.

Así, la aplicación de medidas económicas tendientes a fortalecer la inversión interna; la existencia de un mercado de consumo propio y la necesidad de encarar obras de infraestructura de todo tipo -largamente postergadas pero no por eso menos necesarias- se han combinado de tal forma que es posible pensar en desarrollar una industria de matriz autóctona para la defensa.

Esta situación explica que, como parte de su paquete de declaraciones, tanto el ministro argentino Arturo Puricelli como su par brasileño, Celso Amorim, se refirieran a diversos emprendimientos en el área de desarrollo de armamentos.
En efecto, el despliegue de la industria bélica para la defensa no sólo independizaría a las Fuerzas Armadas Latinoamericanas del tradicional flujo de pertrechos extranjeros –cuestión estratégica- sino que tal emprendimiento tendría el valor agregado de crear fuentes de trabajo locales, cuyo producto se destinaría –por largo tiempo- al uso de la propia milicia con fines de disuasión.

Ese límite temporal, surgido de la necesidad de construir un aparato industrial prácticamente desde la nada, frenaría el problema esencial que siempre subyace en el negocio de las armas: ser usadas como mercancía para fomentar guerras en otras partes del globo. Tal opción, sin dudas un problema a futuro, puede solucionarse si desde el comienzo se prevén usos alternativos para tales emprendimientos.

Fue el titular de Defensa argentino quién mencionó las iniciativas de cooperación regional en marcha en materia de desarrollo y producción para la defensa, y en ellas se destacan tres proyectos binacionales en otros tantos sectores tecnológicos de enorme potencialidad: la fabricación de conjuntos estructurales para el proyecto del avión EMBRAER KC-390; la producción de vehículos militares terrestres livianos Gaucho y la producción naval con la asociación CINAR-AESA-Odebrecht.

Por su parte, Amorim señaló la necesidad de implementar cadenas productivas en el Mercosur y destacó a la Argentina como el país que puede acompañar esta iniciativa junto con Brasil.

Como si fuera poco, ambos ministros pudieron expresar una idea que debe pensarse dos veces para comprender a fondo su trascendencia: la creación de una agencia espacial común destinada al dominio propio de la tecnología satelital.

Llegados a este punto, conviene recordar que a la creación de UNASUR siguió el establecimiento del Consejo de Defensa Suramericano y posteriormente el Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa (CEED), organismo necesario para desarrollar un pensamiento estratégico unificado.

Teniendo en cuenta lo anterior, si la doctrina ya cuenta con un espacio para su elaboración –la CEED- , las recientes declaraciones de ambos ministros referidas a la industrialización de tecnologías materializan la segunda parte de una tríada inevitable en la que la tercera pieza sería la paulatina integración del elemento humano militar.

Dicha integración humana –inédita desde los tiempos de San Martín y Bolívar- no es un desafío menor por cuanto implicaría reconocer hasta qué punto los militares de los países de la región se encuentran a la altura de la concepción estratégica que impulsan sus gobiernos.

La solución de esa tercera fase consistirá tanto en superar años de desconfianzas mutuas basadas en falsas competencias por el poder regional como en relegar al pasado el recuerdo de fratricidas hipótesis de conflicto vigentes por años.

A esos efectos contribuye la ejecución del primer ejercicio militar conjunto de operaciones de mantenimiento de la paz de la UNASUR que comenzó el 7 de setiembre en la provincia argentina de Buenos Aires. La ejercitación combinada busca estrechar lazos entre militares de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.

Justamente el objetivo declarado de la ejercitación es el de “promover estándares de interoperabilidad combinada en materia de planeamiento y conducción de operaciones de mantenimiento de la paz entre los instrumentos militares de las naciones suramericanas.”

Sin embargo no todo es simplemente “estrechar lazos” para superar antiguas desconfianzas. Después de todo no debe olvidarse que ya existieron lazos muy estrechos durante la planificación y ejecución del criminal “Plan Cóndor”.
En efecto, a los problemas señalados deberían sumarse ciertas veladas oposiciones militares a las iniciativas de sus respectivos gobiernos tendientes a esclarecer asuntos relacionados con violaciones a los Derechos Humanos, campo en el que sólo Argentina ha logrado avances concretos.

Por esas causas, además de ineludible, la integración humana representa un problema no menor que requerirá años de formación ideológica en los institutos castrenses, cuestión que se aligeraría si se instrumentase desde instituciones unificadas como reaseguro de la uniformidad del mensaje. Sería un dislate entregar armas a individuos no comprometidos con un futuro de unidad continental.

Para finalizar, quedan los conceptos vertidos por el canciller Amorim en el sentido de que -en temas de defensa- SuRamérica emite al exterior un mensaje disuasorio que se diferencia de la indefensión, pero también, fronteras adentro el gran desafío estriba en la cooperación entre los países de la región.

Toda una teoría que enmarca la grandeza de los tiempos que corren.

dghersi@prensamercosur.com.ar

APAS (Agencia Periodística de América del Sur)

Enlace permanente a este artículo: http://ellibertadorenlinea.com.ar/2011/09/19/brasil-y-argentina-se-hacen-cargo/