LIMITACIONES, FALSEDADES Y CRISIS DEL LIBERALISMO

Por ortodoxia económica se entiende al más crudo liberalismo, ese que en la segunda mitad del siglo XX acentuó las ya nocivas ideas – dogmas del “dejar hacer, dejar pasar”, que como una doctrina prefabricada a la medida del por entonces todo poderoso Imperio Británico, prohijó la inacción total de los Estados y el desenfreno absoluto de toda la actividad económica y financiera, esquemas que de haber sido adoptados dócilmente por todos los Estados, hubiesen mantenido indefinidamente la supremacía de la economía británica, la cual precisamente se desarrolló y eclosionó en la Revolución Industrial, en base a fuerte dirigismo estatal, poderosos estímulos fiscales, financieros y proteccionistas, y una decidida planificación estatal que tenía por objetivo la supremacía tecnológica y económica, y por medio de ellas la absoluta supremacía política; claro está todo ello respaldado por la supremacía militar.

La Segunda Revolución Industrial sobrevino entre 1860 y 1880, cuando varias naciones aplicaron fuertes políticas proteccionistas y dirigistas, encaminadas a lograr y fortalecer sus desarrollos industriales y tecnológicos, e incluso incipientemente el bienestar de sus poblaciones.


Francia, Alemania, Bélgica, EGUA y Japón, transgredieron las “leyes” económicas de los británicos Adam Smith, David Ricardo y sus continuadores, abocándose con empeño, perseverancia, y sin las telarañas mentales de los falaces dogmas liberales, a desarrollar sus economías mucho más allá de los cerrados límites pastoriles a los que los pretendía condenar el liberalismo económico.

En nuestros pagos argentinos, algunos por colonizados mentales obnubilados por las luces de Europa, que les impedían entender nuestra propia realidad y elaborar soluciones a nuestra medida y necesidades (como Alberdi), y otros directamente por operar como mercenarios al servicio británico, y luego norteamericano (Mitre y sus seguidores), optaron y nos obligaron a aceptar el sumiso rol de simples proveedores de materias primas, en un modelo de país granja que ya nunca más fue viable a partir del deterioro de los términos del intercambio, que irreversiblemente comenzó junto con la Primera Guerra Mundial.

Cuando se estaba construyendo un poderoso pero aún incompleto desarrollo industrial y tecnológico propio, irrumpió “la libertadora” para reinstalar el país granja, que ya nos quedaba muy chico, incluyendo “poner en caja” a los asalariados que habían conocido la dignidad laboral y las legítimas conquistas sociales.

Cuando Frondizi –con aciertos y errores- estaba montando una fuerte estructura industrial, vino en persona el Príncipe de Edimburgo, a “aconsejar” volver al esquema del dócil país granja, para lo cual al poco tiempo, puestos por el establisment actuarían los personeros del liberalismo apátrida, como Alsogaray, Pinedo, Krieger Vasena, Alemann y demás.

En el mundo, nuevas potencias industriales irían creándose, transgrediendo sus “condiciones naturales” de proveedores sumisos de materias primas, para exportar mucha tecnología y valor agregado, obtenidos con fuerte proteccionismo, activa participación del Estado y claros objetivos nacionales de desarrollo; entre otros Corea del Sur, Brasil, China e India.

Como absurda contrapartida, el muy nefasto “proceso” y sus continuadores hasta 2001, destrozarían no solo a los sectores industrial y tecnológico, aplicando a rajatabla las “recetas” liberales del FMI y del BM, sino que trastocarían gravemente el tejido social y corromperían a mansalva, incluso vendiendo por migajas el Patrimonio Estatal. Por muy poco no cumplieron su objetivo de máxima, que era transformarnos en media docena de dóciles republiquetas, fáciles de manipular por parte de los poderes financieros transnacionales, los mismos que fogonean la globalización a ultranza.

A partir de mediados de 2002, Argentina emprendió una poderosa y constante recuperación económica y social, alcanzando tasas de crecimiento económico muy altas, sostenidas en el tiempo, e incluso superando rápidamente –como muy contados países- las secuelas de la crisis económica – financiera de 2008.

Esos muy buenos resultados económicos y sociales se consiguieron básicamente en virtud de la “desobediencia” a los “consejos” de los gurúes económicos locales (peones privilegiados de los apéndices locales del establishment financiero transnacional), de los “periodistas especializados” (mercenarios de la comunicación), y las “sugerencias” del FMI, del Banco Mundial, y del propio EEUU que nos quería embretar en la neocolonización del ALCA.

Igual de bien les va a otras economías “transgresoras”, de fuertes capitalismos de Estado, como China, India, Brasil, e incluso Alemania y Francia (que aplicaron fuertes estímulos intervencionistas para evitar o salir de la crisis económica mundial).

Mientras tanto, las “economías modelos” a las que exaltaban como “milagros económicos de la desregulación y el libre mercado”, como Irlanda, Grecia, Portugal, España, y la propia Gran Bretaña, en Europa; además del empantanamiento que parecería crónico de EEUU, desnudan con claridad los terribles resultados de ese libertinaje económico, al que algunos llaman “el paradigma liberal”, y al que unos cuantos mercenarios y algunos cegados doctrinarios, quieren volver a meternos a toda costa.

El desarrollo socio económico es condición necesaria pero no suficiente para subsistir como nación. Fortalecer el Ser Nacional, que desde los orígenes tiene profunda espiritualidad en un marco de respeto y tolerancia; neutralizar las acciones disolventes de indigenistas y ecologistas ultras, orientados e incluso financiados desde el G 7; y superar antinomias de los enfrentamientos de décadas precedentes; son otros factores claves para poder perdurar y proyectarnos como un actor de primerísimo importancia para la unidad de Íbero América.


(*) El autor es:

Contador Público Nacional
Investigador de temas económicos y geopolíticos
Ex Investigador y Docente de la Facultad de Ciencias Económicas  (UNaM)
Especialista en Gestión de la Producción y Ambiente – Fac. de Ing. (UNaM)
Tesista de la Maestría en Gestión de la Energía  (UNLa – CNEA)
Docente de Economía – Esc. Normal 10 – Nivel Terciario
Docente de la Diplomatura en Geopolítica – Inst. Combate de Mbororé


El Libertador en Línea

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