LA CRUZ DEL SUSPIRO VERDE

El proyecto soñado por un grupo de estudiantes de la localidad misionera de Santa Ana, se inauguró este jueves en el mismo cerro que recorrieron aquellos jóvenes imaginando una cruz desde donde la selva deslumbrara con su magnificencia de saltos de agua, y frondoso verde.
Quizás no figuraba en la mente de estos soñadores que llegara la tarde de este jueves 14 de abril, en la que el gobernador Maurice Closs junto al ministro de Turismo de la nación, Enrique Meyer, y el nuncio apostólico Adriano Bernardini, presidieran la apertura oficial de este nuevo atractivo que se suma a los otros tres más importantes de Misiones, Cataratas del Iguazú, Saltos del Moconá, y Ruinas de las Reducciones Jesuíticas.
La obra iniciada por el anterior gobernador Eduardo Rovira, se emplaza en el Circuito Internacional de las Misiones Jesuíticas, a unos 40 kilómetros de la ciudad capital de la provincia, Posadas, que desde la estructura metálica en forma de cruz de 82 metros puede verse en una vista panorámica incomparable, que mezcla selva paranaense nativa, luces de las ciudades en la distancia, y el interminable Río Paraná.
Las autoridades provinciales y religiosas recorrieron con el ministro Meyer, y la emocionada intendente de Santa Ana, Mabel Pezoa, el anfiteatro griego, la zona del bioparque de aproximadamente 50 hectáreas, el orquidiario, el salón para eventos especiales, y el área gastronómica.
Un kilómetro y medio de camino totalmente acondicionado para acercar a los visitantes hasta la cruz, regala indescriptibles verdes y cielos que hacen volar hasta las misiones jesuíticas de los 1600, con aquella selva impenetrable y los sueños imposibles de incansables seguidores de un tal Jesús, que llegaba en ajados libros hasta los sorprendidos guaraníes, artistas manuales que grabaron el monte en enormes piedras y ladrillos que viven hasta hoy.
Aparecen también, muy cerca de tales imágenes en los miradores naturales del cerro, las letras de un solitario oriental, que cautivado por la impresionante naturaleza, se quedó a regalar trazos de su mano que describieron árboles, serpientes, yaguaretés, orquídeas, y saltos de agua, en cuentos que aun sus lectores del presente descubren en este parque como verdades y no fantasías.
La cruz del cerro de Santa Ana llamará a la distancia con sus inequívocas luces de colores a los pasajeros de la Ruta Nacional 12, que decidan atreverse a volar desde la altura hasta una selva que no deja volver de un suspiro verde.

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