SALIDA DE EMERGENCIA

Tardó cuatro meses y dos días, pero Manuel Zelaya finalmente lo logró. Aye (por el viernes) los golpistas hondureños cedieron y firmaron un acuerdo que podría restituirlo en el poder en menos de una semana. El texto, de ocho puntos, establece que la vuelta del presidente derrocado deberá contar con la aprobación final del Congreso nacional, en donde los zelayistas ya casi acarician una mayoría sólida. La sesión sería el lunes y aunque no tiene un plazo, el acuerdo requiere que el nuevo gobierno de unidad y reconciliación nacional sea inaugurado el jueves próximo. “Si el Congreso no acepta, entonces Honduras se mantiene aislada y las elecciones no serán reconocidas en el mundo. Los golpistas ya reconocieron que un país así es ingobernable”, explicó el asesor zelayista Carlos Eduardo Reina.

El punto central del acuerdo bautizado Tegucigalpa-San José-Diálogo Guayamuras es el que requiere la aprobación del Congreso. “Para lograr la reconciliación y la paz nacional, y en el espíritu del acuerdo de San José ambas comisiones deciden que el Congreso nacional, como una expresión institucional de la soberanía popular, decida en consulta de las instancias que considere pertinente, como la Corte Suprema de Justicia, retrotraer el Poder Ejecutivo al 27 de junio. La decisión que adopte el Congreso deberá sentar las bases para alcanzar la paz social y gobernabilidad del país”, leyó Reina, en diálogo telefónico con Página/12. En otras palabras, los 128 diputados nacionales hondureños tienen la última palabra y, por eso, ni Zelaya ni los suyos quisieron celebrar ayer. “El Congreso puede negar el deseo del pueblo hondureño y de la comunidad internacional de restituir el sistema democrático, pero sería un error muy lamentable”, reconoció Zelaya. Hacía ya varios días que sus asesores habían empezado una campaña para asegurar los votos necesarios. Necesitan una mayoría simple, 65 votos. Según una fuente que participa de esas negociaciones, el presidente derrocado cuenta con el apoyo de 57 diputados y en las próximas horas podría conseguir el respaldo de otra docena, una pequeña escisión del Partido Liberal, la fuerza política a la que pertenecen tanto Zelaya como el hombre que usurpó su cargo, Roberto Micheletti.

La única carta que los zelayistas pueden jugar para convencer a los diputados es la amenaza de Washington. “El Congreso puede decir que no, pero entonces sentencian a Honduras a vivir aislada del mundo y que nadie reconozca las elecciones y al próximo gobierno”, explicó Reina, intentando mantener el optimismo. Ese había sido el mensaje del subsecretario de Estado para América latina, Thommas Shannon, cuando llegó a Tegucigalpa el miércoles para presionar a la dictadura. “No hay elecciones sin restitución”, les había dicho el funcionario norteamericano a los negociadores zelayistas.

Ayer, desde Pakistán, Hillary Clinton se tomó un minuto para celebrar el acuerdo en Honduras y repitió la misma consigna. “Fuimos muy claros en la restauración del orden constitucional”, advirtió la secretaria de Estado de Barack Obama. Durante los cuatro meses de dictadura, Washington había cortado la mayoría de la ayuda financiera directa y suspendido las visas a Micheletti y su gabinete, a los jueces de la Corte Suprema y a decenas de diputados y empresarios que financian el régimen de facto. Pero aún le quedaban muchas sanciones en la manga: congelar las cuentas bancarias de los golpistas y las reservas estatales en Estados Unidos, bloquear el comercio (el 70 por ciento de las exportaciones hondureñas tienen como destino la potencia del norte) y, eventualmente, romper relaciones diplomáticas.

Sin duda, la presión de Estados Unidos y la presencia de un negociador como Shannon logró torcer el brazo de Micheletti y destrabó un diálogo que había entrado en coma hace más de una semana. La dictadura cedió y firmó, pero nada más parece haber cambiado en Honduras. “Lo que más nos preocupa es que a pesar de firmar un acuerdo, la dictadura no cambia su tono agresivo”, advirtió Andrés Conteris, coordinador de medios de Zelaya dentro de la asediada embajada brasileña y periodista del sitio de noticias norteamericano Democracy Now. “¿No es raro que el mismo día (jueves) que se llega a un consenso fue uno de los días más violentos y represivos de los últimos tiempos? Bajo estas condiciones no se puede tener un clima de confianza”, agregó.

El tono de Micheletti no cambió ni siquiera después de haber firmado el acuerdo. “Estamos seguros de que el señor Zelaya y la gente que lo acompaña van a emprender una campaña de persecución una vez que vuelvan al poder”, advirtió el dictador, quien no escatimó en adjetivos ante la cámara de CNN al pronosticar un futuro negro para su país. Tampoco aflojó el asedio a la embajada brasileña, donde se refugia Zelaya, ni despejó las calles del centro de Tegucigalpa de militares.

El escenario para empezar a diseñar un gobierno de unidad y reconciliación nacional no es el óptimo. Ayer Micheletti se apuró a informar que el acuerdo no cambia la situación de Zelaya. “Su estatus sigue siendo el de un visitante en la casa de Brasil”, dijo, advirtiéndole que aún no es tiempo de volver a caminar tranquilo por la calle.

Encerrado y rodeado de soldados que le apuntan las 24 horas, el presidente derrocado deberá negociar y consensuar con los golpistas los nombres de los ministros y los secretarios que lo acompañarán en el futuro gobierno. Estarán vigilados por una comisión de verificación, formada por cuatro personas: dos representantes de la Organización de Estados Americanos (OEA), un zelayista y un miembro del régimen golpista. Ellos serán los responsables de garantizar que todos los puntos del acuerdo se cumplan.

La justicia y la verdad quedaron relegadas en el texto firmado ayer. No habrá amnistía política para nadie, pero la comisión de la verdad recién será instalada durante los primeros seis meses del próximo gobierno. Ese es el punto menos desarrollado. No se establece de antemano la participación de representantes internacionales ni de sectores de la sociedad civil, como pedía el movimiento de la Resistencia Popular. Lo único que promete es investigar lo que sucedió antes y después del golpe.

Para los golpistas, el de ayer fue un acuerdo “sin vencedores ni vencidos”; para los zelayistas, la mejor alternativa a más sangre, más violaciones a los derechos humanos y más ilegalidad.


La Presidenta celebró en Santiago el objetivo cumplido: “Me gustaría viajar a Honduras”

Argentina desplegó un rol activo en la crisis generada a partir del golpe a Zelaya. La Presidenta había viajado a Washington exclusivamente para acompañar el primer intento de retorno de Zelaya y Taiana también hizo gestiones.

La presidenta Cristina Kirchner anticipó ayer su deseo de viajar a Tegucigalpa para la reasunción de Manuel “Mel” Zelaya. “Eso sería un honor personal para mí”, sostuvo. En el gobierno argentino celebraron el acuerdo alcanzado en Honduras que contempla la reposición del presidente desplazado, algo por lo que bregó Cristina Kirchner en cada foro internacional de los que participó en los últimos tiempos. “Estamos logrando el objetivo que nos propusimos con toda la comunidad internacional, que fue evitar que continuara el golpe contra el gobierno constitucional del presidente Manuel Zelaya en Honduras”, afirmó el canciller Jorge Taiana.

Desde el vamos, Argentina desplegó un rol activo en la crisis generada a partir del golpe a Zelaya. El canciller Taiana presidió una asamblea especial de la OEA en la que se debatió el tema y la Presidenta viajó en esa ocasión a Washington exclusivamente para acompañar el primer intento de Zelaya por retornar a su país. Por razones de seguridad, Cristina Kirchner se quedó finalmente en el aeropuerto de Nicaragua y Zelaya no pudo entrar a su país. Luego, la Presidenta también propuso medidas de apoyo al presidente depuesto en las cumbres de la Unasur y el Mercosur. Otro episodio ocurrió cuando expulsó a la embajadora hondureña en Buenos Aires luego de que la diplomática se pasara a las filas del presidente de facto, Roberto Micheletti.

“Viajaría a Honduras porque se trataría de una defensa de la democracia y en lo personal coronaría los esfuerzos que junto a otros presidentes hicimos para que Zelaya vuelva a la presidencia”, explicó ayer Cristina Kirchner a los periodistas que cubrieron su visita a Chile.

La Presidenta definió el acuerdo como “un triunfo de las fuerzas democráticas en América latina” y se mostró esperanzada de que esta vez pueda concluirse el proceso democrático con Zelaya en el gobierno, algo que debe decidir el Congreso hondureño.

Taiana recordó que “siempre desplegamos desde la Argentina y con la presidenta Cristina un papel muy activo, porque lo que sucedió en Honduras sentaba un precedente que afecta a toda América latina”. Y agregó: “Desde el primer momento pedimos la restitución de Zelaya, la vuelta a la plena normalidad institucional y que se deje sin efecto el golpe como único camino que auspiciaba la comunidad internacional”.

Cristina Kirchner incluso conversó con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, sobre la cuestión Honduras. Sucedió en septiembre pasado, cuando compartieron la mesa principal del almuerzo que ofreció el secretario de la ONU, Ban Ki-moon, durante la apertura de la Asamblea General. Obama le pidió a la presidenta argentina su opinión sobre la crisis. Cristina Kirchner le contestó que era necesario un papel más protagónico de Estados Unidos para volcar la balanza a favor de Micheletti. En ese mismo viaje a Nueva York, la Presidenta tuvo la primicia del furtivo reingreso de Zelaya a Honduras gracias a un llamado que le hizo la canciller Patricia Rodas para ponerla al tanto. Luego, ya ante los presidentes participantes de la Asamblea, alertó sobre las acciones intimidatorias que se vivían tanto en la embajada de Brasil como la de Argentina en Tegucigalpa.

“La democracia es una conquista de la cual no debemos retroceder. Siempre dijimos que había que tener paciencia y ser persistentes. Ese mensaje fue escuchado”
, sostuvo ayer Taiana, quien se preocupó en destacar el trabajo “coordinado” entre todos los gobiernos de la región y el trabajo de José Miguel Insulza, el secretario general de la OEA.

El mundo festejó el acuerdo

El mundo festejó el acuerdo en Honduras. Todo el continente americano felicitó al presidente legítimo Manuel Zelaya y le deseó una pronta restitución. “Esperamos que sea Zelaya quien presida las próximas elecciones”, aseguró, sonriente, el mandatario brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva. Desde Costa Rica, su colega Oscar Arias celebró como si fuera una victoria personal. “A cada decisión importante en la vida de los pueblos les llega su hora. Hemos sido muy pacientes, hemos esperado largos cuatro meses y estoy muy contento de haberme despertado esta mañana (por ayer) sabiendo que finalmente se había logrado un acuerdo”, señaló el hombre que hizo de mediador en el primer intento de diálogo entre los golpistas y los zelayistas, hace tres meses.

Otro que siguió muy de cerca todo el proceso fue el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Miguel Insulza. “El diálogo se demoró más de lo que esperábamos, pero al final tuvimos resultados constructivos”, se congratuló el diplomático chileno, que viajó dos veces a Tegucigalpa en los últimos meses. Al igual que el gobierno norteamericano, Insulza prometió que si el Congreso aprueba la restitución de Zelaya la OEA levantará la suspensión que pesa en contra del país centroamericano y enviará una misión de observadores para ayudar en las próximas elecciones del 29 de noviembre.

En América latina, en tanto, los gobiernos destacaron que con el acuerdo se confirma la estabilidad democrática de la región. “En Honduras estamos viviendo un momento histórico para la democracia en América porque se ha consolidado que los golpes de Estado no son tolerables en América latina”, sentenció el canciller chileno, Mariano Fernández. Su par mexicana coincidió. “El acuerdo pone de manifiesto la voluntad política de preservar y consolidar los avances democráticos y el Estado de derecho en Honduras y en América latina”, aseguró Patricia Espinosa.

Al igual que los gobiernos americanos, en la Unión Europea también recibieron con satisfacción el acuerdo logrado en Honduras y prometieron respaldar la eventual restitución de Zelaya. “La democracia y la estabilidad deben retornar al país”, reclamó el jefe de gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. España fue uno de los países europeos que más presionaron para que el bloque europeo se involucrara en la crisis hondureña y acompañara las sanciones diplomáticas de los gobiernos americanos, como retirar los embajadores y suspender la ayuda financiera.

El canciller francés Bernard Kouchner también se sumó a las palabras de su colega español y se ofreció a ayudar en el proceso de restitución democrática. Inmediatamente después, la comisaria de Exteriores de la UE, Benita Ferrero-Waldner, anunció que ya está trabajando en eso. “Estamos estudiando con los Estados miembros la contribución que la Unión Europea puede hacer para consolidar este acuerdo”, aseguró. La primera medida que adelantó será enviar una misión de observadores electorales para los comicios del mes próximo, siempre y cuando Zelaya sea efectivamente restituido en la presidencia.

María Laura Carpineta
Página 12

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