AFTOSA: NO VOLVER AL PASADO

 

Y de nuevo se observaría el viejo recorrido del estanciero en busca de pitanza y las veterinarias que venden vacunas bajando el precio del antígeno protector en disputas estériles por conseguir clientes. Vender vacuna antiaftosa a «buen precio” en franca competencia lucrativa fue el gancho comercial para atraerlos, como no hace mucho fueron los antiparasitarios. Aspecto que reduce la jerarquía de las farmacias veterinarias debido al bolicheo de estos productos puntuales. La diversidad de la sagrada profesión del veterinario en su medio, entre otra la regencia de farmacias veterinarias, debe estar siempre por encima de cualquier puja comercial. En este caso, en lugar de  posicionase por obtener un rédito comercial, sería honroso que por sus conocimientos exigiera espacio como Veterinario de Registro en el SENASA y no inmiscuirse por obtener la venta de un producto como el de la vacuna antiaftosa, que ya está dentro de un sistema operativo exitoso. En cambio, de lograrse mayor participación como Veterinario de Registro, decenas de profesionales de las distintas regiones del país integrarían el sistema.
Al final, de instalarse el actual proyecto distributivo de la vacuna, el país regresaría no a los años noventa, se iría más atrás, a la época del régimen militar, pues los viejos vicios retornarían y dentro de diez años con la aftosa seguramente desmadrada, se estará relanzando campañas para controlarla, engrosando así,  la lista de las recreaciones repetitivas en nuestra Argentina.
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En mi libro la AFTOSA EN EL SENASA Y EL VIRUS EN LA SECRETARÍA DE AGRICULTURA, hago referencia sobre la campaña 90/92. Fue el programa inicial para eliminarla. Para mí  la madre de todas las campañas. Veamos y saquemos conclusiones:

“Se gastaron ríos de tinta para escribir sobre la aftosa en la Argentina desde su aparición en 1863 y cientos de millones de pesos en combatirla. Representó por décadas la frustración técnica del SENASA, el quebranto del bolsillo del productor ganadero, grandes pérdidas en la recaudación fiscal y la baja estima del país en la consideración sanitaria internacional.
Referenciada como el símbolo de las enfermedades a exterminar del rodeo nacional, su existencia impedía entrar al exclusivo circuito no aftósico de los países más exigentes y ricos del mundo. Su maldita presencia en los potreros discriminaba el precio de la carne Argentina considerada la mejor del mundo, cuyo valor en los mercados internacionales, abstrayendo la cuota Hilton, resultaba la mitad del valor del que percibe Canadá por su carne de inferior calidad, resultado de haberla eliminado.
En 1989 sobre una población estimada en 55 millones de bovinos, se alcanzó a vacunar con esfuerzo alrededor de 34 millones de cabezas. Ese año debe considerarse como el mojón del último fracaso de una serie de cruzadas iniciada con la olvidada Comisión Asesora Nacional de Erradicación de la Fiebre Aftosa, CANEFA, el primer ensayo combativo iniciado en 1962.

¿Porqué considerarlo el mojón del último fracaso? Lo explico: En diciembre de 1989, el SENASA, bajo la conducción del Dr. Bernardo Cané lanza con timidez el Plan Nacional de Control de la Fiebre Aftosa 90/92, como tanteando las expectativas del sector y entre los escépticos de siempre. Se contaba con una muy buena vacuna de solución oleosa probada durante el Gobierno del Dr. Alfonsín en los programas de Ayacucho y Federación, sobre la base de la experiencia realizada en la localidad de Henderson. Cuando en el lapso de esos dos años concluyó en tiempo y forma la masiva vacunación bovina del plantel nacional sin que se produjeran focos de aftosa, solo hubo elogios por el éxito conseguido. Por fin, la Argentina, marchaba al tan ansiado estatus “libre de la Fiebre Aftosa con vacunación”. Condición que entre los signatarios de Cuenca del Plata únicamente la República del Uruguay exhibía, y tal situación sirvió de estímulo para arrastrar la acción vacunadora a los otros socios: Paraguay y Brasil.

“Si la Argentina logró controlar la aftosa, nosotros estamos en ese camino, repetían en las reuniones de la Cuenca”.

Vale la pena recordar que en aquella época las reuniones de la Cuenca del Plata eran frecuentes. En su ámbito funcionarios y técnicos nacionales y de la Mesopotamia entrecruzaban ideas con sus pares de los países asociados y testimoniaban la situación sanitaria de toda la región. Se trataba de un MERCOSUR sanitario, aglutinado en el esfuerzo común de luchar contra el enemigo de todos: la fiebre aftosa.

Al Plan se lo calificó como el mejor ejecutado de todos los anteriores teorizados. No tan solo por el feliz desenlace, sino porque en tan corto tiempo fue capaz de llevar a la práctica la durísima campaña de vacunación y permitió, de una buena vez, alcanzar los objetivos perseguidos. A su ritmo se meneaban tiempos de revanchas y el final de una epopeya sanitaria sin igual en la Argentina. En solo veinticuatro meses se logró revertir más de cuarenta años de fracasos, dolores de cabezas y sufrimientos.

“Se cambió la añeja mentalidad del no podemos por el si se puede y del individualismo avaro por el trabajo en equipo”.

De impecable ejecución, conmovió la impresionante movilización de vacunadores desparramados por el país. Como marabunta allá iban por llanuras, montes, bañados, quebradas, cerros, espinillares, en zonas desérticas y de areniscas. Con sol abrasador, frío, viento, barro y por caminos imposibles de transitar, pero siempre llegando, a caballo, mula, a pie y hasta en motocicletas por los senderos selváticos de Salta, Misiones, Tucumán, Chaco…
Ese período de tres años es histórico, porque en él se conjugaron el último fracaso de 1989 con el primer éxito 90/92. Hubo pues, un antes y un después. Tampoco se improvisó. La Dirección Técnica tuvo la inteligencia y perseverancia necesaria para lograr armonizar factores y estructuras nada fáciles de congeniar en el país. Aglutinados jugaron a favor, repasemos.

PRIMERO.- La comprensión del Gobierno Nacional en tomar la erradicación de la fiebre aftosa como Política de Estado. Entendió el Gobierno el daño que significaba estar metido en el circuito aftósico, no tan solo por las millonarias pérdidas en divisas, sino el desprestigio internacional que tal situación conlleva.

“En el mundo sanitario se decía: el país de las vacas tiene aftosa por desidia”.

SEGUNDO.- El apoyo político brindado al SENASA que antes nunca tuvo. Desde la Presidencia de la Nación, al Ministerio de Economía, pasando por la Secretaría de Agricultura y de los Gobiernos Provinciales.

TERCERO.- La estrategia del SENASA en elaborar el Plan Nacional de Control de la Aftosa de acuerdo a situaciones regionales, incluyendo a los sectores involucrados del quehacer pecuario sobre la base de un modelo participativo, donde la CONASA*, las REGIONES (ambas ya no existen) y las COPROSA trabajaron a pleno.

CUARTO.- La estabilidad económica que permitió planificar y programar las inversiones a largo plazo, imposible de realizarlas con las inflaciones pasadas.

QUINTO.- La obtención de la muy buena vacuna oleosa por parte del INTA y luego elaborada con la misma calidad por los laboratorios privados. La excelente vacuna ayudó a cambiar buena parte de la historia. Permitió mover menos los rodeos, economizar gastos y dar seguridad con el axioma “el animal bien vacunado bien inmunizado está”.

SEXTO.- La mutación mental del productor ganadero al comprender que la aftosa no es una enfermedad del Estado sino de sus vacas y, por lo tanto, es el principal responsable en erradicarla.

SÉPTIMO.- El formidable equipo de Profesionales del SENASA. Tras largos años de frustraciones, de nuevo levantaron los brazos para luchar contra su peor enemigo de las patologías infecciosas.

OCTAVO.- El encomiable trabajo de Funcionarios, Técnicos, Colegios Veterinarios y Asociaciones rurales de provincias dentro de la COPROSA y en las Fundaciones.

NOVENO.- La fenomenal tarea de campo desempeñado por el personal técnico del SENASA, controlando y dirigiendo los operativos.
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LA CAMPAÑA: En varias ocasiones tuve la oportunidad de observar el trabajo técnico de vacunaciones pasadas y también la realicé personalmente. Nada es comparable con la actividad desarrollada en la inmunización de la campaña del 90/92.

Como un ejército los vacunadores se largaron a la lucha en un frente nada fácil. Primero tuvieron que convencerse ellos mismos que no se trataba de una campaña más de las tantas iniciadas y concluidas en fracasos. Luego, templado el espíritu, trasladar su auto-confianza a los productores que en gran número sostenían la inutilidad de la vacunación, basado en el viejo y trillado argumento que la vacuna no solamente es inane, además retrasa engordes y pariciones entre otros achaques atribuidos a la inoculación. En el nordeste, el criador de animales cebú sostenía empíricamente (aún sostiene) que la raza y sus cruzas rara vez enferman de aftosa, argumento que reforzaba el rechazo en vacunar con la vieja hidroxisaponidada. En otros lugares así como compraban la tiraban, para colmo, las primeras vacunaciones con oleosas dentro del régimen obligatorio produjeron abscesos, pocos casos, pero lo suficiente para difamar y generar protestas. Hubo zonas geográficas de resistencia a la forzosa inmunización, donde tuvo que acudir la fuerza pública para doblegar la terca oposición. Inclusive, se registraron incidentes de técnicos amenazados y atacados con objetos contundentes.
En Misiones cobró tal magnitud la oposición vacunadora, que el candidato a gobernador en el año 1991 por el oficialismo y a la vez de nuestro partido, Ingeniero Ramón Puerta, me dijo en plena campaña electoral: “paren un poco que me van hacer perder las elecciones”, aunque después fue quien más apoyó.

Como todo gran acontecimiento, según pasa el tiempo, el recuerdo de esa campaña de vacunación, la madre de todas las campañas, se fue diluyendo y en igual proporción su importancia. De aquella época difícil, ahora se tiene un panorama muy distinto, casi halagüeño. Comparativamente, es como abrir un surco en la selva y luego asfaltarlo. Se facilitó tanto la cosa a través de la estructura dejada en herencia que, en la actualidad, montar un programa de vacunación es mucho menos complejo y cualquier buen Director lo puede ejecutar al tener a mano antecedentes y a los capacitados técnicos, quienes fueron los responsables de trocar la difícil vacunación de ayer en la menos complicada de hoy.
Como esto es verdad, está faltando en el frontispicio del edificio de Paseo Colón, el reconocimiento a la pléyade de funcionarios y técnicos que hicieron posible convertir en realidad el exitoso Plan de Control 90/ 92”.

Epilogado y en honor de aquellos técnicos y profesionales  que lograron vencer a la aftosa, se vería muy prosaico tratar de conseguir algún rédito económico con la repartija de las vacunas, la presunta pretensión del anteproyecto.
Esta es mi opinión como ciudadano y profesional, ante la consulta pública, que elevara al SENASA.
Rubén Emilio García.
Dr. en Ciencias Veterinarias
Ex Sub-Administrador General del SENASA.
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