NUESTROS PUEBLOS Y SUS VECINOS

Ese edificio, que siendo niños, nos parecía muy grande Se trataba de una construcción de las denominadas “R – 4”, cuya disposición contaba con: una Dirección, cuatro salones de clases, un salón más grande que se utilizaba para otras actividades, una galería cerrada, baños con duchas para varones y niñas, cocina, con caldera de agua caliente, depósito enorme y alejado, al que estaba adherida una pieza con baño para el personal de servicio, casa para los maestros, casa para el Director, un amplio patio de cemento, un gran aljibe y una torre de agua con motor y tanque de reserva, había una cancha de futbol, patio de tierra con algunos juegos de jardín y todo el predio escolar estaba cercado con buen alambre tejido y postes de cemento. Era una de esas escuelas que dieron en llamarse: “Edificios de doble propósito”; por que según dichos de los entendidos, estaban preparados para alojar tropas militares, que se encargarían de defender toda la zona, en el supuesto que se desatara una conflagración internacional. Entre tanto servían para educar a los labradores y sus familias. Lo cierto es que, en aquel atardecer misionero, estaba la familia sentada al frente de la casa, mi Papá pulsaba su guitarra y nosotros tratábamos de cantar la melodía que interpretaba; cuando de pronto se detuvo y mirando hacia el Oeste indicó: — ¡Miren hacia el lado en que se pone el sol! ¿Qué ven? Una de mis hermanas habló del bello color que adquirían las nubes con los reflejos de los últimos rayos solares. Papá asentía con un tenue movimiento de cabeza, luego preguntó: — ¿Qué otra cosa observan? Otra vez las voces apresuradas dando varias respuestas al mismo tiempo, hasta que sobresalió una que señaló: La nube de tierra roja, que se eleva sobre el serpenteante camino y marca el recorrido que tiene la Ruta Nacional Nº: 14. Entonces nos contó que esa Ruta nacía allá en la lejana Capital Federal y que finalizaba en el pueblo de Bernardo de Irigoyen, lugar de la frontera seca con Brasil y que curiosamente, ese cauce seco une a tres pueblos, ya nombré al nuestro, pero del otro lado está Dionisio Cerqueira y Barracón, uno es del Estado de Santa Catarina y el otro pertenece al Estado de Paraná, ambos de los Estados Unidos del Brasil. Los dos pueblos brasileños, están unidos por una Avenida, que si te paras en una vereda te encuentras en uno de esos Estados y si cruzas a la vereda de enfrente, entonces estás en el otro Estado de Brasil. Para nuestra comprensión infantil, aquello sonaba casi como un cuento, de aquellos que con tanta atención escuchábamos relatar.. Imaginarnos hablando con un amigo que está del otro lado de la calle; es nuestro vecino, pero habita otro país; nos une o nos separa, tan solo un viejo cauce seco; en un sitio donde ni siquiera se contaba por ese tiempo, con luz eléctrica, tampoco había agua corriente, y menos aún calles asfaltadas; pero del otro lado, si tenían algunas cuadras empedradas. Pero lo más fantástico era que no solo podíamos distinguir, que quienes vivíamos de este lado del cauce, teníamos un idioma, y los que están del otro lado, se expresan en portugués; que en definitiva, no es difícil de comprender, pero no es el nuestro. Lo cierto es que también tienen otro gobierno, otra bandera y otras costumbres y usos sociales, que en algunas cosas son diferentes; si bien sus necesidades lugareñas, eran casi iguales a las nuestras y si bien es cierto que para ellos la harina y la grasa eran bienes escasos, en cambio contaban con otros artículos que todos los que vivíamos de este lado precisábamos para la subsistencia diaria. Quizás por eso el trato cotidiano entre los habitantes de la zona, era siempre bueno y afable. Existen otros detalles pero eso es parte de otra historia. Hasta la próxima vecinos.

COCO

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