¡Mierda de pandemia!

Las actuales pandemias no les llegan ni al tobillo a las antiguas. Ésas sí
que se vestían por los pies, que tenían un par de cojones, no éstas tan
subdesarrolladas. Actualmente, cualquiera tiene más posibilidades de que le
toque la lotería o lo fulmine un rayo que de engrosar las ridículas cifras
de una pandemia tan insustancial, tan tercermundista.

Pero los tiempos cambian, también los conceptos. Por ello es que, antes que
nada, es preciso aclarar qué es una pandemia. Y no se me ocurre mejor modo
que, parafraseando a Santiago Alba, explicarla definiendo lo que no es: que
mil millones de personas, según publica la FAO, pasen hambre, no es una
pandemia; que cada seis segundos muera un niño de hambre, no es una
pandemia; que 13 millones de personas mueran al año por el deterioro del
medio ambiente, no es una pandemia; que media humanidad no tenga acceso al
agua potable, no es una pandemia; que cien millones de niños no vayan a la
escuela, sufran malos tratos, abusos sexuales o tengan que trabajar, tampoco
es una pandemia.

Pandemia es que el Arzobispado de Toledo pida a su feligresía que no besen
ni el manto ni la medalla de la Virgen del Sagrario, para evitar posibles
contagios de gripe A.

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