BASES MILITARES, INFLUENCIA MEDIÁTICA Y ESPÍAS

Después de la victoria electoral de Hugo Chávez en Venezuela en 1998, seguida por la los triunfos electorales populares en países como Brasil, Argentina, Uruguay, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Honduras, que han signado los cambios políticos de la región, a pesar de las diferencias entre cada uno de ellos en cuanto a las transformaciones sociales realizadas, el imperialismo ha ido diseñando políticas dirigidas a frenar el avance de los proyectos de izquierda o simplemente nacionalistas en el continente.

Y esas políticas son ejecutadas con el apoyo y participación de las oligarquías nacionales, que al decir del Che, ya perdieron su condición de “nacionales” para convertirse en el furgón de cola del imperialismo. Sus ejecutores, siempre fueron y serán las agencias e instituciones de la administración norteamericana, desde la diplomacia del Departamento de Estado, hasta las acciones encubiertas e ilegales de los Servicios Especiales, principalmente de la actualmente debilitada CIA.

Si nos detenemos a realizar un análisis global de cada actividad desarrollada por la derecha en los últimos años en contra de los gobiernos de izquierda en América Latina, comprenderemos que forman parte de un diseño de enfrentamiento global creado en Washington y que está dirigido a derribar los gobiernos que la política norteamericana catalogó como “no amistosos” o simplemente “adversarios”. En función de este diseño y sus intereses imperiales, pretenden convertir al gobierno oligarca de Colombia en su gendarme regional, y para ello, colocan Bases Militares que funcionen como avanzada de los planes agresivos, y mensaje político a los pueblos de la región.

Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos emplean hoy seis instalaciones militares de diferentes envergaduras en territorio colombiano (Arauca, Tres esquinas, Larandia, Puerto Lequízamo, Bahía Málaga y Marandúa), además de tener una amplia cobertura de plataformas de radares ubicadas en la frontera con Venezuela, Choco, San José de Guariare, Turbo, Tres esquinas y Marandúa.

No le son suficientes a sus intereses, es por ello que autoridades colombianas y estadounidenses han anunciado el empleo sin límites por parte de EEUU de siete nuevas instalaciones militares, que acogerían hombres y técnica militar de avanzada “para enfrentar las agresiones globales del terrorismo y el narcotráfico”. Estas son las bases navales de Cartagena y Bahía Málaga, las bases aéreas de Malambo y Apiay y las instalaciones militares para fuerzas terrestres y especiales de Palanquero, Tolemaida y Larandia.


¿Por qué este sobredimensionamiento? ¿Cuál es el verdadero objetivo?

La presencia militar estadounidense en Colombia alcanzará dimensiones tales que es de por sí -solo en la etapa de planeamiento- un atentado a la soberanía e independencia del pueblo colombiano, y una clara declaración de hostilidad contra los gobiernos de Venezuela, Ecuador, Brasil y Bolivia principalmente. El Pentágono y los halcones de la administración Obama están enviando un evidente mensaje a los gobiernos de izquierda de la región: “Están a mi alcance”. También tiene subyacente otro para todos los colombianos: “No hay lugar para una victoria popular en Colombia”. Pero lo más importante, es que el establecimiento de estas bases militares no son un objetivo en sí, son apenas parte de un gran entramado que desde hace varios años se construye sobre todo contra Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana de los venezolanos. De ello se han encargado los medios de comunicación y los Servicios Especiales norteamericanos, y me refiero a la creación de dos acusaciones contra Chávez y Venezuela que acondicionan cualquier futura acción, incluyendo la intervención militar por parte de fuerzas militares de EEUU: 1) Apoyo a terroristas; 2) Involucrado en Narcotráfico.

No debemos subestimar las posibilidades y potencialidades del imperialismo. Aún para aquellos que apuestan al “cambio” hacia América Latina con un Barak Obama de presidente de Estados Unidos, les recuerdo que la operación para derrocar los gobiernos progresistas del área -una de cuyas acciones es el reforzamiento de las fuerzas militares norteamericanas en el terreno de la región y de sus homólogas del gendarme- fue planeada y se ejecuta mucho antes de la actual administración demócrata.

Dos momentos de esta operación y que tienen que ver con los temas “terroristas” y “narcotráfico”, son la ubicación y asesinato de Raúl Reyes, uno de los principales comandantes de las FARC y la posterior puesta en escena con el supuesto contenido de la computadora que le pertenecía; y la acusación a Chávez de falta de cooperación en la lucha contra el narcotráfico y a su gobierno de vincularse con el tráfico de cocaína hacia EEUU; ambas acusaciones, recogidas en el Informe Anual de Inteligencia presentado al Senado norteamericano por Michael McConnell, Director de Inteligencia Nacional en el año 2008.

Recordemos que ambos momentos, muerte de Reyes y acusación de vinculación de Chávez y Venezuela con el narcotráfico, fueron ampliamente difundidos, condimentados y objetos de “serios análisis” por medios de comunicación tan poderosos con el diario El País, de España; Globovisión, de Venezuela; el Nuevo Herald, de Miami y otros muchos más.

En síntesis, parte del diseño de la operación contra lo que llamaremos en lo adelante, países del ALBA (aunque para ser exactos, Cuba es un caso de tratamiento especial para Estados Unidos), proviene del gobierno de George W. Bush. Es necesario aquí, brindar algunos elementos adicionales para facilitar el análisis.

La administración Bush -fortalecida por el triunfo electoral de noviembre del 2004- decidió poner “mano dura” en la CIA con la intención de extirpar a los oficiales que supuestamente habían colaborado y proporcionado información confidencial a la campaña del candidato demócrata Kerry, sobre todo la relacionada con la ocupación de Irak. El primer paso fue nombrar a Porter Goss, un hombre de la trilogía Bush-Cheney-Rumsfeld, al frente de la Agencia, quien desde el cómodo butacón de piel en el séptimo piso de Langley, comenzó una amplia purga. Durante los primeros 17 meses de su mandato en la CIA, se produjeron 20 renuncias o despidos de cargos de dirección a diferentes niveles de los Servicios Clandestinos (SNC), y a la par aumentaban las denuncias de ex oficiales en contra de la nueva Jefatura por proceder basada en criterios políticos en contra de los simpatizantes demócratas.

Las purgas afectaron sobre todo a aquellos que habían estado vinculados a informes de denuncia del empleo de la tortura en Irak y los falsos argumentos utilizados por la administración Bush para justificar la invasión. Toda esta información fue ampliamente difundida por los demócratas en la campaña presidencial de Kerry. Los oficiales y jefes de la CIA despedidos por Goss, fueron señalados por los halcones de la nueva jefatura como traidores vinculados con la estructura del Partido Demócrata. La persecución de la que fueron objeto hizo que en los pasillos de Langley se pusiera de moda un chiste: “la CIA cambió de nombre, ahora se llama ‘Fallujah’, y así Bush puede controlarla eliminando a los rebeldes”.

Por cierto, como Director Nacional de Inteligencia a principios del 2005, Bush designó un viejo conocido para Latinoamérica, el protofascista John Dimitri Negroponte. Fue bajo su control cuando no sólo la CIA, sino otros Servicios Especiales norteamericanos pasaron a manos de los Halcones republicanos. Negroponte le quitó a la CIA el privilegio de presentar al presidente de Estados Unidos cada día a las 8 AM el “Resumen Diario Presidencial”, y transfirió a sus mejores analistas hacia el DNI. A Negroponte lo sucedió el ya mencionado Michael McConnell y a éste en enero del 2009 el almirante Dennis Blair, quien ha continuado la línea de mantener no sólo un férreo control sobre la CIA, sino trasladar algunas de sus tareas a otros Servicios; a tal punto que los tradicionales e históricos “COS” (Jefe de Estación) de la CIA, pueden llegar a estar subordinados a un recién creado representante del DNI, que recibe el nombre de “CIO” (Chief Intelligence Officer), quien es nombrado entre los oficiales del servicio especial que más preponderancia y presencia tenga en ese país. O sea, en un lugar donde sea mayoritaria la presencia militar norteamericana, es de esperar que la Inteligencia del Departamento de Defensa tenga mayor cantidad de oficiales y tareas, por lo que el oficial de la DIA a cargo, será a su vez el “CIO”; por lo que el Jefe de Estación CIA se le subordina formalmente. En esto ha influido el descrédito de la Agencia en los últimos años en los que ha perdido influencia y prestigio.

Hemos mencionado algunos de los elementos que han contribuido a incrementar las contradicciones internas entre los Servicios Especiales de Estados Unidos, porque las mismas han tenido su reflejo en América Latina, y en concreto en la operación que se desarrolla contra los países del ALBA. En Ecuador, fueron expulsados por intromisión en los asuntos internos del país, el oficial CIA Armando Astorga y el “COS” Mark Sullivan. Ambos cometieron un clásico error en el mundo del espionaje, desesperarse por obtener resultados e información a toda costa, cuando las cosas no marchan del todo bien.

En el caso de Sullivan, todo indica que fue víctima de las contradicciones entre los Servicios norteamericanos, pues según hemos conocido, Sullivan desplegó gran actividad entre sus vínculos en los días previos y posteriores al ataque al campamento de las FARC de Raúl Reyes en Angostura. Asimismo, Sullivan formó equipo junto a su colega Michael Middleton Steere, Jefe de la Estación de la CIA en Venezuela, para dirigir la operación en que se confeccionaron los miles de documentos “aparecidos” en la computadora personal de Raúl Reyes, dados a conocer con posterioridad al 1º de marzo del 2008. Es interesante que Steere fuera el oficial que en el 2007 propusiera la ejecución de la “Operación Tenaza”, en Venezuela, en la cual ocupaban un rol protagonico medios de comunicación de la oposición, entre ellos algunos que le dieron amplia difusión al informe del entonces DNI, McConnell, mencionado anteriormente, acusando a Hugo Chávez de vínculos con el narcotráfico y los “terroristas” de las FARC.

Como podrá comprenderse, la CIA, a pesar de sus debilidades, al igual que otros servicios especiales de EEUU, continúan comprando influencia mediática en América Latina, y en específico en Venezuela. Es una vieja costumbre; al triunfo de la Revolución Cubana, el nuevo Gobierno Revolucionario, encontró en la oficina de la Secretaría del derrocado tirano Batista, un listado con los nombres de 100 periodistas que recibían sumas importantes de dinero de la dictadura, para escribir o transmitir opiniones favorables al tirano y contrarias a las fuerzas revolucionarias. Todos se vinculaban con una Agencia de Publicidad que servía de cobertura a una oficina de la CIA dirigida por David A. Phillps, quien en años posteriores llegó a jefe de la División América Latina de la CIA.

En el Chile de Allende ocurrió algo semejante: “La principal operación de propaganda de la CIA, a través del periódico de la oposición El Mercurio, probablemente contribuyó lo más directamente posible al derrocamiento sangriento del gobierno de Allende y de la democracia en Chile”, asevera Peter Kornbluh, analista del Nacional Security Archive (Archivo de Seguridad Nacional), una ONG de investigación independiente.

Más cercano en el tiempo, el 19 de agosto del 2002, la Embajada de Estados Unidos en Caracas, Venezuela envió un cable a Washington: “Esperamos que la participación del Sr. X como Grant IV sea reflejada directamente en sus reportajes sobre asuntos políticos e internacionales, pues él asciende en su carrera, y mejorar nuestros lazos con él significaría ganar un amigo potencialmente importante en posiciones de influencia editorial. (…)”

O sea, una Agencia del gobierno de EEUU, había elegido a un periodista venezolano para viajar a ese país bajo un proyecto conocido como Grant IV y según declaró Isabel MacDonald, directora de comunicaciones de FAIR (Imparcialidad y transparencia en la Información): “(…) A despecho de su adhesión a las normas de la objetividad, la influencia trabaja contra la verdadera democracia, apoyando una disidencia sofocante, sin discriminar la información falsa, pero que resulta útil a los objetivos de la política exterior de Estados Unidos (..)”.

Para poder tener una visión total de la Operación que el imperialismo desarrolla contra los países del ALBA, la cual transita por el contar con un Gendarme regional con Bases Militares estadounidenses en su territorio, el apoyo de las oligarquías del área y una feroz campaña propagandística organizada y ejecutada por los grandes medios de comunicación al servicio de la derecha, es imprescindible entender la existencia dentro de Estados Unidos de un “gobierno permanente”; o para ser más justos, un “gobierno invisible”.

Es este “gobierno invisible” de Estados Unidos, quien controla hoy determinadas acciones de Agencias y Servicios Especiale
s -por algo los sometió a depuración hace algún tiempo- quien organiza a espaldas de la política oficial y su indecisa posición, golpes de estado como el de Honduras, quien financia y ejecuta campañas de propaganda contra Chávez, Correa y Evo; quien va creando las condiciones necesarias para una revancha. Y son esas acciones al margen de la “línea oficial”, las que han creado condiciones ideales para el desarrollo de contradicciones entre las Agencias y Servicios especiales civiles entre sí y sobre todo con los militares.

Los Neoconservadores norteamericanos no están dormidos, sino alertas y preparando las condiciones para un regreso, que según sueñan, puede estar no muy lejano. Mientras, necesitan destruir al ALBA, desde las posiciones que mantienen en ese, a no dudar existente y latente, “gobierno invisible”.

Carlos de Oliveira *
Resumen Latinoamericano


*Investigador y analista político, colaborador de Resumen Latinoamericano.

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